Este artículo se publicó hace 15 años.
Buñol; de la Tomatina protesta de 1944 a la versión virtual del siglo XXI
La Tomatina, una batalla espontánea de unos jóvenes que volvieron "rojo" de tomates a un falangista vestido de uniforme blanco en el Buñol de 1944, se ha convertido 64 años después en una fiesta internacional con unos 40.000 participantes que será reproducida, por primera vez, en una versión virtual.
El bullicio, el color y la diversión multitudinaria que se vivirá en la calle de San Luis del municipio valenciano el próximo 26 de agosto serán trasladados a este proyecto en tres dimensiones (3D) que el Ayuntamiento buñolense prepara para el Museo Etnográfico de la localidad y para que la fiesta viaje por otros países.
Según ha explicado a EFE el alcalde de esta localidad valenciana, Fernando Giraldos, esta iniciativa tiene como objetivo "enseñar el espíritu" de la Tomatina fuera del pueblo, pero todavía está a expensas de desarrollar su parte técnica para garantizar la movilidad de la instalación.
Para llegar a su versión tecnológica, el espectáculo ha recorrido 64 años de historia que han sido vividos y vistos por Vicente Cusí, uno de aquellos jóvenes que con 17 años tiraron los primeros tomates en la plaza del municipio cuando se celebraba un desfile de Gigantes y Cabezudos en una tarde de agosto de 1944.
"Iba sobre una burra que se espantó y con el uniforme blanco de la Falange. Y ese era el problema, que iba de blanco", recuerda a EFE Cusí a sus 82 años al referirse a la diana de los tomates, "un secretario de gobierno", según figura en su memoria, que había llegado de Valencia para hacer trámites con el Ayuntamiento y contra el que "atentaron" sin buscar "conflicto", asegura.
La prohibición de esta particular guerra popular llegó enseguida desde Madrid, explica, pero se repitió los siguientes años con tomates robados de la huerta y detenciones en los calabozos, de los que Cusí se escapó aunque no alguno de sus compañeros, que tuvo que pagar tres pesetas para salir de ellos y continuar la fiesta.
La persistencia de un pueblo "muy reivindicativo" se manifestó especialmente en 1955 con la dramatización del entierro de un tomate de más de un kilo en la plaza del pueblo, precedido de una marcha fúnebre, plañideras que tejieron sus vestidos negros y vecinos que marcaron el paso con palos.
"Aquello era un don de fiesta, pero ahora es un despelote", afirma Cusí, quien desde entonces y hasta los 45 años no faltó a una Tomatina al ser batida la censura con la protesta y popularizarse con humor, camisetas blancas y hasta disfraces y trajes de novia.
El "salto cualitativo" de la batalla, indica el alcalde, fue en 1983 con un reportaje del programa de TVE Informe Semanal, realizado por Javier Basilio, que dio a conocer en España y mundialmente la fiesta, y "desbordó" la asistencia de extranjeros y nacionales al año siguiente.
Desde entonces, alrededor de 40.000 personas, de los que unos 2.500 son lugareños y el resto nacionales y aficionados de Japón, China, Australia y otros países, comparten más de 100 toneladas de tomates desde que suena el cohete de agua a las once de la mañana.
Luis Vallés, buñolense de 24 años que desde los 7 ha participado en la Tomatina y que el próximo 26 de agosto subirá a uno de los camiones que repartirán los tomates -puesto al que sólo opta gente del pueblo por sorteo o algún invitado especial-, reconoce a EFE los problemas de la "masificación" de la fiesta.
"Antes había espacio, podías agacharte a coger tomates y ahora te los quitan de la mano. Estamos como sardinas en lata y ya no sabes a quién le tiras el tomate", señala en una opinión que muchos buñolenses comparten en el foro de Internet "Salsa Roja", que discute la fiesta y propone el pago de una entrada para participar en ésta.
Este año el Ayuntamiento intentará desafiar a la crisis económica mundial empezando el lunes 24 con "Tomate village", un recinto con zona de acampada, conciertos, pinchadiscos y la final del campeonato mundial del juego Buzz de la consola Play Station.
La seguridad, sin embargo, es uno de los retos fundamentales, precisa Giraldos, pero asegura que la afluencia de gente "no desvirtúa la esencia" de la fiesta: "libertad, adrenalina y diversión para jóvenes".
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