Este artículo se publicó hace 15 años.
Cambio radical gracias a la crisis
Lo decía Rahm Emanuel, jefe de gabinete de Barack Obama, al poco de asumir su puesto: "No puedes echar a perder una crisis. Es una oportunidad para hacer cosas importantes". La ambiciosa intención del equipo presidencial se ha convertido en su eslogan. Si hay que empezar desde el principio, cambiemos Washington.
"A Obama no lo eligieron para mantener el status quo; lo eligieron para cambiarlo", subrayaba esta semana el estratega de la campaña y muy cercano colaborador del presidente, David Axelrod.
El cambio es primero una cuestión de estilo.
Muchos pensaron que el "no drama Obama", la templanza que había mostrado el candidato a lo largo de la campaña, no se ajustaría a las presiones y tensiones de Washington, más aún en tiempos de crisis. Ha pasado todo lo contrario.
Un equipo disciplinadoHillary Clinton, cuyo nombramiento fue tan discutido en su momento, se ha plegado a la disciplina gubernamental, hasta tal punto que nadie parece recordar la lucha despiadada que la opuso a su rival. Ex responsables de los gobiernos de Bill Clinton que amenazaban con hacer sombra al presidente con el peso de su experiencia como el consejero en temas económicos, Lawrence Summers también han sido sorprendentemente discretos.
"Creo que el equipo tiene un cierto "esprit de corps" (...). Mucha gente pensó que nos costaría mucho gestionar todos esos egos", decía recientemente Emanuel. "Todo el mundo sabe que está en el equipo Obama y de momento no ha habido disensiones".
Nada mejor para fomentar este espíritu que romper drásticamente con el Gobierno anterior. Así lo dejó claro Obama al decidir cerrar Guantánamo, suspender las comisiones militares y declarar oficialmente que Estados Unidos no torturaba. Pero como ha demostrado la desclasificación de los informes secretos de la CIA sobre el uso generalizado de la tortura, gestionar el legado de Bush va a ser más complicado de lo que parecía en un principio. El presidente, y lo ha repetido en contadas ocasiones estos últimos días, quiere mirar "hacia adelante" en vez de atrincherarse en batallas partidistas.
Y aunque el tema de la tortura ha monopolizado las portadas de los diarios, la opinión pública está esencialmente preocupada por la recesión.
La reforma del sistema, articulada en el plan de estímulo para relanzar la economía, y el rescate financiero para salvar a los bancos que casi desaparecen en el agujero de las hipotecas basura, será el baremo con el que se juzgue esta presidencia. Y es una apuesta arriesgada.
Intervención estatalSi la economía se recupera, y a estas alturas nadie lo sabe, Obama podrá llevarse todos los méritos, dado que ha sacado adelante sus proyectos sin ayuda de los republicanos. Pero si falla y la Casa Blanca se ve obligada a pedir más fondos, podría llevarse por delante el primer mandato.
La iniciativa de Washington, la mayor intervención estatal desde el New Deal, 787.000 millones en programas públicos, asegura a los matrimonios estadounidenses 800 dólares en rebajas fiscales para relanzar el consumo y aliviar las deudas hipotecarias. Aumenta además los seguros por de-sempleo y lanza un gigantesco plan de 150.000 millones de dólares para rehabilitar las infraestructuras del país. La idea es crear de tres a cuatro millones de empleos, un 90% en el sector privado, el resto en el público. Aprobado hace dos meses, apenas ha empezado a encauzarse.
Rescate financieroEl rescate financiero, el TARP de 350.000 millones de dólares, de los que más 200.000 han caído en saco roto, tiene todavía mucho trabajo por delante. Tan sólo el pasado viernes, el Gobierno hacía públicas las condiciones que impondrá para salvar a los bancos de sus activos tóxicos. Muchos de ellos, descontentos por las limitaciones de las primas y lo que consideran una legislación excesiva, quieren salirse del plan.
El otro gran proyecto, el de la reforma sanitaria, avanza lentamente. Obama ha prometido reducir los gastos de salud del hogar medio en 2.500 dólares al año, y sobre todo simplificar y optimizar un sistema basado en las aseguradoras privadas y en un sistema público totalmente descoordinado y anticuado.
El mayor éxito de estos primeros meses ha sido en la esfera internacional. Quizá porque, aparte de Irak y Afganistán, de momento no ha dado líneas muy claras de acción y se ha limitado en su gira europea y la reciente Cumbre de las Américas a mostrarse dispuesto a escuchar, cambio considerable respecto al Gobierno anterior, y autografiar copias de sus libros a sus colegas extranjeros.
Objetivos militaresEn Oriente Medio no se ha pronunciado, aparte de repetir su respaldo al proceso de paz. En Irán lanza mensajes contradictorios de firmeza y diálogo. En Afganistán quiere una estrategia que se centre en objetivos militares, a base de reforzar la presencia estadounidense y perseguir a los talibanes hasta Pakistán. En Irak, el reciente recrudecimiento de la violencia, con 155 muertos en dos días, podría retrasar sus planes de repliegue previstos para el verano de 2010.
Las políticas están en marcha, los cien días han cundido mucho, ahora queda por saber si tendrán éxito. Al final, dicen los analistas y los que conocen a Obama, apostará por lo que funciona. "No se consume en tácticas o ideologías", comentaba Axelrod. Es ante todo, un pragmático.
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