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El camino al dracma tiene parada en el corralito

Si el país emitiera una moneda diferente al euro, la inflación se dispararía y la ciudadanía se empobrecería. Las insolvencias aumentarían

 

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El economista José Manuel Lasierra no deja lugar a dudas: "Si Grecia se sale del euro, de entrada va a vivir un corralito", sentencia, recordando lo ocurrido en Argentina en la pasada década. Es decir, el Gobierno dictaría una norma prohibiendo primero que los griegos puedan seguir sacando sus depósitos de los bancos (ya han retirado un 12% de ellos para ponerlos a buen recaudo, bajo el colchón y, el que puede, en el extranjero). Y, segundo, permitiendo al Estado apropiarse de una buena parte de los ahorros que aún queden en los bancos y delimitando la cuantía de la que los griegos podrán disponer.

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A continuación, deberá emitir una moneda (¿el viejo dracma?) muy devaluada, es decir cuyo valor será muy inferior al que ahora tiene la moneda que debe sustituir, el euro. Más aún, la inflación se disparará, así que, cuando por fin los griegos puedan acceder al dinero que el Estado les haya dejado en el banco, se encontrarán con que cuenta con un poder de compra muchísimo menor del que tenían cuando lo ingresaron. En otras palabras, se habrán empobrecido a marchas forzadas. Algo que ya les está ocurriendo con los planes de ajuste impuestos por la Unión Europea, aunque, eso sí, serían ellos los que gestionarían su empobrecimiento.

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A fallback.

Primero, con sucesivas devaluaciones que redujeran el nivel de su deuda. Segundo, abandonando definitivamente la UE. Sólo así podrían cerrar sus fronteras a la libre importación de sus mercancías, imponer aranceles y evitar que su déficit comercial se disparara aún más por la pérdida de valor de su nueva moneda.

Eso sí, con el crédito cerrado a cal y canto para el Estado y sus bancos, que ya no contarían con posibilidad de acudir a la liquidez del Banco Central Europeo, muchas de sus empresas y ciudadanos pasarían a ser insolventes. El país quedaría temporalmente paralizado. De hecho, en Islandia el consumo cayó de golpe un 25% tras su suspensión de pagos. Y eso que es un país de sólo 200.000 habitantes, y no de más de 11 millones, como Grecia.

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Para el resto de la UE, las consecuencias no están tan claras. Una encuesta revelaba ayer que el 49% de los austria-cos está a favor de que Grecia salga de la zona del euro, frente a un 36 % que se declara en contra. Evidentemente, su salida del euro llevaría aparejado el impago de su deuda soberana. Pero ¿en qué porcentaje? Los expertos coinciden en que con un nivel actual sobre el PIB del 160%, que probablemente se triplicaría tras la devaluación de su nueva moneda, la quita sería del 100%. Así pues, les tocaría pagar a sus acreedores, sobre todo los bancos alemanes y franceses. Pero no sólo a ellos, también a fondos de pensiones o al mismo BCE. Y todo ello supondría la caída en picado de las bolsas o asistir a unas primas de riesgo disparadas.

Por lo tanto, todo dependería de la capacidad y velocidad de la UE para recapitalizar a los bancos afectados, evitando así que una eventual huida de capitales de Europa provoque el contagio de Irlanda, Portugal, Italia y España.

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No todos son pesimistas.Por mucho que la confianza en el euro se hundiera, argu-menta el catedrático de la Carlos III Antonio Cabrales, "dentro del euro hay economías que están muy bien, por lo que es poco razonable pensar que todo el dinero se fuera a ir a la zona dólar o a Suiza". Otros señalan que hoy todo está interconectado y que EEUU, China o Brasil también tienen problemas serios. Basta recordar lo ocurrido esta semana al otro lado del Atlántico, con la quiebra del bróker MF Global, para llegar a la conclusión de que en este mundo globalizado ya no hay refugios seguros al cien por cien.

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