Este artículo se publicó hace 13 años.
Las dos caras de Río de Janeiro
De las favelas a la bahía de Guanabara, un viaje a la ciudad en la que se ambienta la película Tropa de Élite que Público distribuyó el viernes 18 de noviembre.
Tropa de Élite es tan dura como creíble. Una historia basada en hechos reales que tiene como escenario las favelas de Río de Janeiro y como protagonista a la tropa de élite del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía, encargada de ‘pacificar' las favelas del cerro de Turano.
No con el objetivo de pacificar, pero sí para conocer la realidad social de esta ciudad, hoy es posible visitar diferentes favelas de Río. Varias empresas, como Favela Tours, organizan recorridos, eso sí sin correr riesgos, por estos barrios marginales que son un auténtico crisol de razas y culturas, donde es verdad que hay droga y violencia, pero también uno de los mayores focos brasileños de cultura y deporte, y si no ahí están sus escuelas de baile, su artesanía o sus exitosos futbolistas para corrroborarlo. Es la cara más poco vista de la ciudad para el turista, pero la que muestra verdaderamente el ambiente comunitario, participativo y cultural que se respira en estas inmensas comunidades.
La otra cara, la más amable, es la de la bahía de Guanabara, cuya inmensidad -tan grande que sus ‘descubridores' la confundieron en un principio con la desembocadura de un gran río- queda ampliamente superada por la belleza que derrocha su escenografía de vegetación, de islas y morros altísimos diseminados a lo largo de una barbaridad de kilómetros por los que la Cidade Maravilhosa se asoma al Atlántico.
La bahía es, sin duda, la entrada más sublime que pudiera concebirse para una ciudad de la talla de Río, y la puerta de acceso que durante siglos ha dado la bienvenida a todos los llegados por mar a la ciudad más vibrante de Brasil.
Una de las postales señeras de la ciudad muestra la verticalidad infinita y pétrea del Pan de Azúcar elevándose sobre una pequeña península a la entrada de la bahía, aunque pocos imaginan que el cliché apenas incluye una porción mínima de ésta. Porque Guanabara se extiende por un perímetro de más de 130 kilómetros, atesorando a lo largo de ellos una cincuentena de playas y encerrando en su interior decenas de islas e islotes.
La ascensión en teleférico hasta lo alto del Pan de Azúcar permite en los días despejados pasmarse ante la peculiar disposición de la urbe, además de con las increíbles vistas que de la bahía brindan sus casi 400 metros de elevación; una panorámica que rivaliza con el otro gran icono carioca del Cristo Redentor, que desde sus 710 metros de altura vela por la ciudad desde la cima del morro del Corcovado.
Tanto desde uno como desde el otro montículo, la escenografía de esta puesta en escena orquestada por la naturaleza hace imposible no enamorarse de esta ciudad vividora y de gente increíblemente amable, e incita a descender de las alturas para disfrutar de algunas de sus delicias más terrenas, como asistir a un partido en el estadio de Maracaná, el más grande del mundo, visitar una escuela de samba o capoeira, pasear por el Parque Nacional de Tijuca -la mayor reserva natural del mundo situada en una zona urbana- y, sobre todo, sentir el ambiente de sus famosas playas: Flamengo, Botafoto, Leblón y, sin ninguna duda, la más popular y bulliciosa, la de Copacabana, o la más cuidada de todas, la de Ipanema. Sin lugar a dudas, un destino que puede resultar innovador al común y al no tan común viajero.
Público distribuye este viernes 18 de noviembre la película Tropa de élite dentro de la promoción Estrenos de cine.
Más información Turismo de Río de Janeiro
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