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Carlos Saura, la gran y discreta presencia española en Cannes 2008

EFE

Carlos Saura fue hoy la gran y discreta estrella española de Cannes, pues debido a una bronquitis le representó su hijo, el productor Antonio Saura, en el homenaje que se le ofreció en la Sala Luis Buñuel del Palacio de Festivales.

"Era Cannes o su salud", y el médico le prohibió viajar para evitar el riesgo de que se convirtiese en una pulmonía, dijo a Efe por teléfono desde España su esposa, la actriz Eulalia Ramón, antes de pasar la comunicación con el artista.

"Si hubiese sido unos días más tarde" quizás habría podido venir, añadió.

La actriz evocó, igualmente, los trabajos que esperan a Saura en las próximas semanas, de rodaje en Roma, para terminar un "Don Giovanni" iniciado hace dos años; y la inauguración, el próximo día 28, del pabellón de Aragón en ExpoZaragoza, dedicado al agua, para el que hizo un documental que se ha rodando "por todo Aragón".

"Lo del agua ya está en marcha, está prácticamente terminado", dijo a Efe el cineasta, de 70 años, con cierta ronquera y entre algunas toses, recién llegado de Florencia hace unos días, tras haber dirigido "una 'Carmen' operística, con Zubin Meta.

Faltan "quizás un plano o dos" y hay que hacer la grabación musical "pero está todo en marcha", recalcó .

En Cannes, donde el cineasta aragonés es una de las tres figuras españolas clave, junto con Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, era esperado para estrenar, al fin, con cuarenta años de retraso, "Peppermint Frappée" (1967), cinta que le convirtió en el único cineasta de la historia que hizo todo lo que pudo para impedir que se proyectase un filme suyo en el Festival.

El dato lo destacó su hijo esta noche en su breve evocación de aquel momento histórico, pues el 21 Festival de Cannes concluyó precipitadamente, con aquel histórico telón del que con tanto éxito para sus propósitos se colgaron Saura y sus amigos de la "nouvelle vague", François Truffaut y Jean-Luc Godard, entre otros.

"Nos colgamos los que pudimos, todos era imposible", recordó el director de "Cría Cuervos", "Carmen", "Tango" y otras 37 películas, que en mayo del 68 estaba en París controlando la copia de la cinta.

En aquella época, "teníamos una furgoneta Wolsvagen, dormíamos en ella y vivíamos un poco de gitanos", cuando empezó todo "estábamos allí, vivíamos en el bulevar de Saint Germain", rememoró.

Corroboró, asimismo, que entonces creyó que "iba a ser como una especie de revolución", como su hijo acababa de explicar poco antes a una asistencia que dejó escapar una exclamación conjunta de decepción, al enterarse de que no iban a ver al realizador.

La revolución "se quedó luego en agua de borrajas, pero en aquel momento parecía que iba a haber una cosa muy importante, muy revolucionaria", y contra la voluntad de los organizadores, se decidió que "no podía continuar el Festival", explicó el cineasta.

"Dijimos que retirábamos la película", pero intentaron proyectarla, algo "indignante" y contrario "a nuestros intereses", así que "saltamos, cogimos las cortinas y lo impedimos", explicó.

No se daban cuenta "de la tensión que había en Francia entonces", y los días que siguieron "todo el mundo se encerró en los grandes hoteles de Cannes, porque no se atrevían a salir", por las calles había "manifestaciones, follones, policías y tal", añadió.

"Parecía como el 'Angel Exterminador' de Buñuel, luego empezaron a aparecer por ahí unos yates maravillosos que venían de Italia", fletados por magnates del cine mundial "y se llevaron a un montón de gente" pues no había gasolina, no se podía circular.

Después de todo, "Peppermint Frappée" "me sirvió para muchas cosas, me sirvió para conocer a Chaplin, porque ya más tarde, cuando ya vivía con Geraldine, y debía pensar que era una especie de play boy", la vio y dijo que era "una maravillosa película" y que José Luis López Vázquez "era uno de los mejores actores que había visto nunca".

Luego también Stanley Kubric "me llamó desde Londres para decirme que le había gustado mucho y que yo era la única persona que podía doblar sus películas al castellano", lo que hizo con algunas de ellas, incluida la última, "por amistad".

Además, la cinta anduvo mucho por todo el mundo y se llevó entre otros premios el Oso de Plata del Festival de Berlín, ese mismo año que el movimiento de mayo del 68 trastocó su trayectoria en Cannes.

Del filme en sí, Saura destacó que no era autobiográfico, sino que se inspiró en un cuento que hacía mucho tiempo que quería hacer, el "Abel Sánchez" (1917), de Unamuno, "pero reinventado, todo cambiado, aunque luego salió una cosa completamente diferente".

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