Este artículo se publicó hace 12 años.
Cartas marcadas
¿Cabe alguna duda, a estas alturas, de que Montoro guarda en la manga el as de la prórroga de los objetivos de déficit de 2012 y 2013 suscritos por Zapatero con Bruselas a primeros de 2010? No. Veamos la jugada en tiempo real.
A medida que se acercaban las elecciones el portavoz de Economía y candidato a ministro sostenía en el círculo íntimo de Rajoy que, habida cuenta de la desviación del 6% ya prevista para 2011, sería necesario replantear con Bruselas el compromiso del 4,4% en 2012.
La estrategia, empero, consistía en ignorar completamente la desviación hasta que se confirmase por la Intervención General del Estado un informe preliminar sobre el incumplimiento. Por ello, Rajoy anunció un plan de 16.500 millones de recortes del gasto en su discurso de investidura, asumiendo que, según dijo, "ojalá" se cumpliera el 6%.
Una vez oficializado, el 27 de diciembre, que la desviación sería de dos puntos (20.000 millones), la segunda reunión del consejo de ministros aprobó, el día 30, un plan de recortes sin discriminar de 8.900 millones y una subida del IRPF para recaudar 6.200 millones.
Estamos, pues, con este paquete de 15.100 dentro de la cifra inicial del discurso de investidura, aquellos 16.500 millones. Faltaría, por tanto, un ajuste fiscal superior a 20.000 millones, como mínimo, a presentar en el presupuesto, después de las elecciones andaluzas del 25 de marzo.
Una pista interesante de lo que se estaba cociendo la dio Rajoy en su primera entrevista con la agencia Efe al asegurar que no tenía la intención de subir el IVA, aunque al tiempo recordaba que si hubiese sido necesario hacerlo no le hubiera temblado la mano al anunciar el primer paquete de medidas. Más tarde insistió en que si bien no tenía previsto subir "nada es para siempre".
La estrategia de Rajoy ha consistido en adoptar medidas duras primero, cargando la cuenta de la desviación fiscal protagonizada por la mayoría de las autonomías bajo control del PP a Zapatero, y pedir en paralelo, o después, lo mismo da, un cambio a Bruselas. La entrada de la economía española en cifras negativas en el cuarto trimestre, una tasa de paro en torno a los 5.250.000 parados al final de 2012 (Rajoy la infló en su discurso hasta 5,4 millones), son elementos adicionales en el cambio de cromos con Bruselas.
Cuando la operación está de camino, Montoro concedió sendas entrevistas al Financial Times Deutschland y a La Vanguardia, la semana pasada. Si la primera, publicada el viernes, ya insinuaba la estrategia, la segunda, publicada el domingo, después del correctivo de la vicepresidenta, ponía las cartas boca arriba.
"Si Bruselas no adapta el plan de estabilidad al nuevo escenario de recesión, no sería realista y no solamente se hundiría España sino toda Europa", dijo a los periodistas Manel Pérez y Mar Díaz Varela. Lo importante no es por supuesto la prórroga que se está buscando sino quién la está solicitando. Ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo al llegar a Bruselas, que el "compromiso de austeridad de este Gobierno es muy superior al del anterior Gobierno". Va como anillo al dedo (más allá de que Montoro le haya pisado esta historia) de lo que ha anticipado el ministro de Hacienda.
Esta prórroga encaja también con el discurso que pronunció ayer Christine Lagarde, directora gerente del FMI, en Berlín, una enmienda a la totalidad a la política de Angela Merkel y del BCE, en la que advierte del peligro de una Gran Depresión estilo años treinta por razones políticas y señala que la política de austeridad no puede ser adoptada por todos los países como está ocurriendo ahora. "El mundo necesita hoy un liderazgo fuerte de Alemania y es en el principal interés de Alemania aportar ese liderazgo".
Uno de los grandes economistas ya fallecido, Charles P. Kindleberger, escribió en su libro El mundo en depresión 1929-1939 (Editorial Crítica, Barcelona, 1985) algo más preciso: "En 1929, 1930 y 1931, Gran Bretaña no podía actuar como estabilizador y Estados Unidos no quería. Cuando todos los países quisieron proteger su interés privado nacional, el interés público mundial se fue al traste, y con él los intereses privados de todos".
Ahora, Estados Unidos no puede actuar como estabilizador...y Alemania no quiere.
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