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Catherine Deneuve: "No vivo en una burbuja"

Comprometida con el cine de autor, la actriz protagoniza 'Je veux voir', film sobre la guerra en el Líbano a medio camino entre documental y ficción

ALEX VICENTE

Cuando Catherine Deneuve tenía seis años, su hermana pequeña se perdió en una playa de Normandía. El socorrista que estaba de servicio durante aquella tarde de verano dio un consejo a su madre: 'Camine hacia el sol. Los niños siempre se dirigen hacia el sol'. La frase, igual que la angustia que experimentó durante aquellas horas, ha permanecido en la memoria de Deneuve toda su vida.

En términos artísticos, la gran dama del cine francés parece haber tomado el camino contrario, alejándose de las zonas de luz para explorar los rincones más oscuros. 'Cuando miramos fijamente al sol no vemos bien el resto de las cosas. Y a mí siempre me ha interesado lo que queda a media sombra y a contraluz', explica la actriz.

La última estación de este trayecto es Je veux voir, película francolibanesa que se estrena el próximo viernes en España. Un film entre la ficción y el documental, como dicta la moda en el último cine francés (La clase, Cuscús), en la que Deneuve interpreta su propio papel: el de una gran estrella que llega al Líbano para participar en una cena de gala.

Una vez allí, se empeña en que la lleven a ver los desperfectos provocados por la guerra con Israel durante el verano de 2006, para poder descubrir con sus propios ojos la magnitud de la destrucción ocasionada. 'No sé si lo entenderé, pero quiero verlo', dice Deneuve al principio de la película ante la perplejidad de sus interlocutores, incapaces de entender cómo una estrella como ella puede estar dispuesta a correr semejante peligro.

Este atípico proyecto surge de la voluntad de dos artistas libaneses, Joana Hadjithomas y Khalil Joreige, que indagan en el conflicto bélico a través de la mirada virgen de Deneuve, presencia altamente improbable en medio de este paisaje en plena descomposición.

Pero la película también puede ser entendida como una metáfora de la propia carrera de Deneuve, repleta de decisiones de alto riesgo para una actriz de su categoría, que podría haberse dormido fácilmente en los laureles. 'Soy una persona bastante intrépida. No es que no le tema al peligro, pero si las ganas son más fuertes que el miedo, siempre me acabo lanzando. Si tomo una decisión que obedece a mi curiosidad, nunca siento que esté corriendo ningún riesgo', cuenta Deneuve.

La actriz recibe en en el café del Cinéma du Panthéon, un agradable rincón a dos minutos de la Sorbonne, que ella misma ha decorado con muebles vintage, estanterías cargadas de libros de cine y fotografías de los rodajes de Ingmar Bergman. Dice que fue el interés por lo desconocido lo que la impulsó a participar en Je veux voir: 'Nunca había visto imágenes de guerra más que en la televisión y quería experimentar el conflicto en primera persona. La experiencia me hundió y me conmocionó', confiesa.

¿No era esa la catarsis que estaba buscando? 'En parte sí, aunque estoy muy en contacto con la realidad del mundo y no es algo que me resulte ajeno. Pese a la imagen que se tiene de mí, yo no vivo en una burbuja'.

La película parte del viaje por carretera de Deneuve junto al actor Rabih Mroué, convertido en una especie de guía de la desoladora geografía libanesa a través del campo de batalla. Entre ambos surgirá una extraña alquimia, situada en algún punto entre la realidad y la impostura. De hecho, Deneuve habla de Je veux voir como de 'una semificción'. ¿Interpreta entonces una versión semificticia de sí misma? 'Hay mucho de mí en el personaje, pero no puedo decir que sea yo en términos absolutos. Se trata de un personaje simbólico, construido a partir de momentos escogidos y en un contexto muy preciso'.

Con todo, no existió ningún guión con diálogos predeterminados, por lo que todo lo que Deneuve hace y dice surgió en el momento de rodarlo. Por ejemplo, el momento de pánico vivido durante una explosión.

A lo largo de su carrera, la actriz no ha tenido miedo a entrar en otro tipo de terrenos minados, ni a ponerse en cuestión a sí misma para permanecer moderna. Una capacidad de reinvención constante que ha llevado al director Arnaud Desplechin que la dirigió en la reciente Un cuento de Navidad junto a su hija Chiara Mastroianni a calificarla como 'el Bob Dylan francés'. La definición hace reír a carcajadas a la actriz, menos glacial y altiva de lo que rezan los tópicos.

Como Dylan, Deneuve se considera 'una insumisa' que siempre se ha negado a que los demás decidieran por ella. 'Desde muy joven supe lo que no quería hacer con mi carrera', dice la actriz. Después, obró en consecuencia. Evitó lo banal y se esforzó para que su belleza, que a sus 65 años sigue siendo impresionante, no consiguiera eclipsar sus calidades más preciadas: la inteligencia y el espíritu crítico. 'De hecho, las entrevistas con actores resultan innecesarias. La personalidad de un intérprete se define a través de las decisiones que toma'.

Como dijo un conocido periodista de Le Figaro, su currículo dibuja 'una filmografía impertinente', otro adjetivo que parece gustarle. En ella aparecen nombres como Demy, Truffaut, Buñuel, Polanski, Garrel, Carax, Ozon y Von Trier (de quien guarda pésimos recuerdos y dice 'no haber aprendido nada'). En la lista abundan los autores jóvenes y los proyectos incómodos. 'Lo que me motiva es hacer cosas que me sorprendan. Pese a no querer convertirme en una actriz marginal, siento la necesidad de trabajar en proyectos personales y sobre todo originales', dice.

A la reina no le gusta hablar de tronos, ni de trayectorias consolidadas. 'Para ser una leyenda tendría que desaparecer. Y yo estoy muy viva. Lo último que querría hacer es sentarme sobre una montaña formada por mis películas y contentarme con echar la vista abajo'.

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