Este artículo se publicó hace 15 años.
A la caza del rojo
La enorme cifra de prisioneros políticos de los franquistas obligó a crear más de cien campos de concentración
"Un grupo de soldados italianos, engominados, con esa pinta de fascistas... Aparecieron de repente en el campo. Uno de ellos sacó una cámara fotográfica y al rato apareció un camión con trozos de pan. Los lanzaron al suelo esperando una avalancha de los que estábamos ahí. Pero un compañero se dio cuenta y nos advirtió a los demás: compañeros, no lo cojáis, quieren enseñar cómo nos arrastramos como perros rabiosos".
Es una de las pocas anécdotas del campo de concentración de Albatera (Alicante) que recuerda Marcos Ana, poeta represaliado y militante del PCE. Hace dos semanas volvió al terreno de aquella cárcel improvisada por las tropas franquistas en 1939. "La verdad es que no me acordaba de nada", reconoce a sus 90 años. No es de extrañar, viendo lo que queda hoy de aquel símbolo de la represión que Franco desató tras su victoria -celebrada tal día como hoy, hace 70 años-. Filas de palmeras, terreno cultivado y apenas un pequeño barracón es todo lo que ahora calienta el sol, el mismo que abrasaba, en el verano de 1939, a casi 7.000 presos republicanos.
Consumada la victoria de los golpistas, Franco y sus generales emprendieron una rápida persecución de los rojos, que llevó a la detención de medio millón de personas. Esa cacería sobrepasó con creces la capacidad de las cárceles. El ejército vencedor organizó más de 100 campos de concentración en toda España, según la investigación que el historiador Javier Rodrigo realizó en su libro Cautivos (de la Editorial Crítica). Se utilizaron plazas de toros, cines, castillos o los campos de trabajo que ya en plena guerra había creado la República para sus presos.
Rancho de pan y sardinaLa gestión de esas prisiones requirió incluso partidas presupuestarias especiales. Una orden del BOE firmada en Burgos el 16 de mayo de 1938 concedió una asignación de "100.000 pesetas" para "campos de concentración de prisioneros" ante "el aumento considerable" del personal necesario. La orden prevé gastos para "lavado de ropas, aseo personal, alumbrado de locales y entretenimiento de los campos". A juzgar por los testimonios de los supervivientes, el único entretenimiento posible para los presos era tratar de sobrevivir con un rancho de pan y sardina.
Una orden del BOE de 1938 da 100.000 pesetas para costear los campos de concentraciónEl campo de Albatera recibió, durante los seis meses que permaneció activo, la visita periódica de los falangistas. "Venían de los pueblos de alrededor a llevarse a los presos para fusilarlos. Sin duda, ese es el peor recuerdo que tengo", señala Marcos Ana. A pesar de la falta de documentación oficial sobre los fusilamientos o traslados de los presos, una página del consejo de guerra que llevó al paredón de Paterna (Valencia) al doctor Juan Peset Aleixandre, diputado republicano y rector de la Universidad de Valencia, demuestra su presencia allí. Peset es uno de los presos más significativos que pasaron por Albatera, donde también estuvo el director del rotativo Mundo Obrero, Manuel Navarro Ballesteros.
La mayor parte de los presos de Albatera fueron detenidos en el puerto de Alicante. El exilio final del Gobierno republicano por el aeródromo alicantino de Petrer llevó a la mayor parte de los militares a la capital mediterránea. El último barco en salir fue el buque inglés Stanbrook, el 28 de marzo de 1939. Cerca de 30.000 personas quedaron atrapadas en la bahía con la esperanza de que llegara una salida por mar hacia el exilio.
Una de las niñas que huyó con su familia fue Helia González, que tenía cuatro años. A pesar del tiempo pasado, recuerda a la perfección "la tristeza de la cara de aquellos que no consiguieron embarcar". González recuerda en las memorias que ha escrito junto a su hermana Alicia -Desde la otra Orilla (Frutos del tiempo)- que aquel martes llovía en abundancia y que el barco aún soportó camino de Orán el bombardeo en alta mar.
Una nueva NumanciaDesde la partida del Stanbrook hasta la llegada de las tropas italianas de la división Littorio, el 31 de marzo de 1939, pasaron tres días angustiosos. "Cuando llegamos, el Stan-
brook estaba a 100 metros, la gente se tiraba al agua para alcanzarlo", recuerda Marcos Ana. La toma del puerto, tres días después, desencadenó una locura que llevó a varios republicanos al suicidio. "Algunos quisieron provocar una nueva Numancia, pero era estúpido. Yo desmonté mi arma corta y la tiré al mar", añade el poeta.
Los miles de detenidos fueron acumulados cerca del puerto, en el campo de los Almendros. "El primer día nos comimos las almendras; el segundo, las hojas; y el tercero, las cortezas de los árboles", recuerda Marcos Ana. "Vivimos un momento de pánico cuando separaron a las mujeres de hombres, creíamos que nos iban a matar", señala.
"Sentimos pánico cuando separaron a las mujeres de los hombres", evoca un testigoLa intención de los nacionales no era entonces el exterminio, sino la búsqueda de un sitio fijo donde retener a los cientos de miles de prisioneros que desbordaban las cárceles improvisadas. Muchos presos rojos acabaron en el castillo alicantino de Santa Bárbara e inscribieron sus nombres en el suelo, como puede verse todavía hoy.
El poeta Marcos Ana consiguió huir a los pocos días de su ingreso en el campo de Albatera. "Me peiné para parecer menor y me hice la raya a un lado", explica. Así consiguió salir de aquel infierno. Otros fracasaron en la huida y fueron fusilados. Los presos eran numerados con fines represivos. "Si trataba de huir el preso número 100, eran ejecutados también el 99 y el 101", explica Esther López Barceló, investigadora de la historia de este campo de concentración.
La pasada semana, López Barceló explicaba junto al único barracón en pie de Albatera la historia de esta prisión al aire libre. Entre la atenta y emocionada audiencia estaba la hija de uno de los fusilados en aquel lugar. Esta mujer, de 70 años, prefiere no decir su nombre y así lo argumenta: "Vivo en Alicante y no quiero que la gente me señale".
A pesar de que el régimen franquista terminó hace más de 30 años, la presión ejercida sobre los vencidos todavía tiene efecto. Pero el orgullo le impide ocultar el nombre de su padre: "Tomás Sánchez Nieto, de CNT"
La hija del militante anarquista asegura que su padre fue fusilado y enterrado bajo lo que ahora son palmeras y tierra arcillosa, pero no tiene ni un documento que lo certifique. "A mi madre se lo dijeron dos que estuvieron con él", recuerda. Su madre, viuda y embarazada de su segunda hija en 1939, fue detenida como anarquista consorte y encerrada en un convento de Tarragona durante dos años. "La acusaron de rebelión y ella no había hecho nada", lamenta.
500.000 presos reflejan el nivel de aplastamientoDocumentación: memoria a través de los testimonios orales. No existen listas de presos, de fusilados o de muertos de hambre en los campos de concentración improvisados tras el 1 de abril de 1939. Tan sólo la recuperación de los testimonios orales de los supervivientes echa luz sobre las condiciones que sufrieron los presos de Franco.
Los historiadores coinciden en señalar que la población reclusa llegó al medio millón de personas. Los consejos de guerra almacenados en los archivos militares son la mejor fuente que atestigua el nivel de represión que aplicaron los tribunales militares. La mayor parte de los historiadores coincide en señalar que la población reclusa tras la guerra alcanzó el medio millón de personas. De todos esos encarcelados, 50.000 fueron ejecutados, según las investigaciones del catedrático de Historia de la Universidad de Zaragoza Julián Casanova.
La demanda: las asociaciones reclaman centros de memoria. Los campos de concentración fueron desmantelados, quedando debajo las fosas comunes. Las asociaciones reclaman ahora crear sobre ellos centros de investigación y para la memoria.
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