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El cementerio espacial del Pacífico

Un vertedero de alta tecnología entre Chile y Nueva Zelanza

DANIEL MEDIAVILLA

En 1999, Paco Rabanne predijo que la estación espacial rusa MIR caería sobre París, cerró su tienda y dio vacaciones a sus empleados. Los responsables del centro de control de Moscú no dudaron en dejar mal al diseñador y retiraron la anciana estación dos años más tarde, cremándola en la atmósfera sobre las islas Fidji. Los restos que no ardieron en la pira cayeron sobre una región al sureste de Nueva Zelanda conocido como el cementerio del Pacífico. Allí caen regularmente los trozos de artefactos obsoletos que las agencias espaciales sacan de órbita cuando su misión ha terminado. En 2001, tras la operación de la MIR, el Foro de Cooperación entre Latinoamérica y Asia Oriental propuso la introducción de reglas específicas sobre la basura espacial que cae en una inmensa región del Pacífico entre Nueva Zelanda y Chile; sin embargo, poco se ha avanzado desde entonces.

La región más cercana al cementerio espacial del Pacífico ya ha tenido algún susto con pedazos descontrolados de basura. En 1972, los restos de un satélite soviético dirigido a Venus que no pudo escapar de la órbita terrestre cayeron en la isla sur de Nueva Zelanda. Cuatro bolas de titanio incandescente impactaron en un radio de 16 kilómetros en torno a la ciudad de Ashburton, pero no hubo heridos.

Los vecinos australianos también tuvieron su ración de escombros de tecnología punta. En 1979, el laboratorio espacial estadounidense Skylab no aguantó más el tirón de la atmósfera y la NASA preparó su descenso. Fueron algo menos precisos que los soviéticos en 2001 y varios restos del artefacto cayeron sobre el oeste de Australia. Allí, Stan Thornton, un chaval de 17 años, sacó partida del accidente como lo hacen en las inmediaciones del cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) los chatarreros aeroespaciales kazajos. Un pedazo de Skylab había acabado en el tejado del cobertizo de su jardín y Thornton encontró un comprador. El San Francisco Examiner ofrecía 10.000 dólares al primero que llevase un trozo del laboratorio espacial a su redacción. Un día después de la destrucción del Skylab Thornton estaba en California.

Pero manipular material caído del cielo no siempre es sensato. En 1978, el Gobierno soviético perdió el control de uno de sus satélites espías. Cayó sobre los Territorios del Noroeste en Canadá. El artefacto estaba propulsado por un reactor nuclear de uranio.

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