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Chicago: una tarde en el Millennium Park

La ciudad que vio el nacimiento del rascacielos y que durante 25 años alardeó del edificio más alto del mundo ha creado un nuevo espacio excepcional en el que prima la cercanía y el acceso gratuito del público.

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Chicago es la ciudad de las dos caras: lo mismo se destruye completamente en un incendio que crea la arquitectura moderna, y tan pronto fracasa en su intento de organizar los Juegos Olímpicos como lleva a uno de sus hijos adoptivos a la presidencia de Estados Unidos y al premio Nobel.

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El último golpe de efecto de Chicago se llama Millennium Park. A pesar de que se inauguró hace poco más de cuatro años, en julio de 2005, ya es una de las atracciones favoritas tanto de los habitantes de la ciudad como de los visitantes. No hay lugar más atractivo ahora mismo en la "Ciudad del Viento" que este parque.

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El espacio que ahora ocupa Millennium Park, en pleno centro de Chicago, fue en tiempos un terreno de la empresa de ferrocarriles Illinois Central Railroad y que, por tanto, quedó fuera del parque Grant. Hay que tener en cuenta que el parque Grant está delimitado por el oeste por la avenida South Michigan, un verdadero museo de arquitectura moderna, y que dentro del parque se encuentra el Art Institute of Chicago, el gran museo de arte de la ciudad. Es decir, el corazón de la "Segunda Ciudad" del país más poderoso de la Tierra.

Y entonces, a finales de la década de los 90 surgió la idea de convertir este lugar en un gran centro de arte, arquitectura y diseño urbano. Un lugar que hiciera feliz a la gente. El apoyo de Frank Gehry dio el impulso definitivo al proyecto.

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Así, en el Millennium Park el propio Frank Gehry construyó el Jay Pritzker Pavilion, un gran pabellón de espectáculos al aire libre, el más espectacular de su clase en Estados Unidos. Su nombre rinde homenaje al empresario de Chicago que estableció hace 30 años los premios que llevan su nombre y son considerados unánimemente como el equivalente al Nobel de arquitectura. Hasta 11.000 personas pueden presenciar los espectáculos gratuitos que se ofrecen periódicamente. Su estructura, que responde a la imagen ya famosa de las obras de Gehry, relumbra en medio del parque. Y por si fuera poco, un puente, el BP Bridge -también diseñado por Gehry-, sirve de barrera acústica al ruido del tráfico.

Si fuera posible, habría que decir que (a pesar de sus relativas reducidas dimensiones) la Cloud Gate -la Puerta de Nubes- es todavía más espectacular. Una escultura de forma indefinible, que parece una gigantesca gota de mercurio de 22 metros de larga y 11 de alta, tan brillante que refleja los edificios de los alrededores y las nubes del cielo. Un pasadizo por debajo de ella se convierte en la puerta a una gruta de paredes que también reflejan a los visitantes. Una cosa es cierta: esta escultura de Anish Kapoor transmite felicidad a todo el que se acerca a ella.

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Y al lado, sorprende también la Crown Fountain, una fuente diseñada por el español Jaume Plensa. Dos torres proyectan imágenes de caras de diferentes habitantes de Chicago que representan la variedad racial de la ciudad. De mediados de primavera a mediados de otoño, la fuente mana agua de las torres, como si saliera de las bocas de los retratados. En invierno se convierte en una pista de patinaje.

Y hay muchos más elementos especiales en el parque: el Lurie Garden, donde se consigue revivir la historia natural de la ciudad; las Boeing Galleries se convierten en un espacio para exposiciones de todo tipo; el Chase Promenade invita a pasear bajo centenares de árboles; y el Harris Theaterpropone los mejores espectáculos de música y danza. En fin, el Millennium Park nunca se acaba.

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