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El circo se pone en danza

Roma inaugura hoy con los saltos unos Mundiales que supondrán un punto y aparte en la historia de la natación. El estado de Phelps y los superbañadores anuncian un campeonato de sorpresas y polémicas

NOELIA ROMÁN

Con el torso desnudo, las gotas de agua aún bañando su piel y el gesto torcido, Filippo Magnini abandona la pileta del Cubo de Agua de Pekín, camina hacia la zona mixta de la piscina y, ante el corro de micrófonos que le aguarda, asume, sin ambages, su fracaso. La sonrisa de oro de la natación italiana, todo un especialista del hectómetro, ha sido incapaz de alzarse al podio olímpico de los 100 metros que domina el francés Alain Bernard y, sin necesidad de que nadie le pinche, hace autocrítica. 'No puede ser. No estamos trabajando bien. Si la natación italiana quiere seguir pintando algo, esto no puede seguir así; hay que cambiar cosas', dice con amargura. 'Yo no sé qué haré en el futuro'.

El futuro de Magnini, que se aferra a la competición, de la depauperada natación italiana y del deporte en sí comienza hoy en Roma, aunque los Mundiales se inauguren con la competición de salto, un aperitivo a la espera de que el plato fuerte, la natación, tome en la segunda semana el Foro Itálico, sede del campeonato más concurrido 2.556 deportistas de 185 países, más controvertido y quizá más incierto de los últimos años.

La caja de sorpresas en la que se ha convertido el superhombre de la natación, Michael Phelps, y los vaivenes de la Federación Internacional de Natación (FINA) con los tan traídos y llevados bañadores de poliuretano, permitidos finalmente, anuncian unos Mundiales de marcas estratosféricas... y de polémicas. Roma se apresta a ser más que nunca un circo orquestado por los fabricantes de bañadores y bendecido por la FINA, en contra de la opinión de un número considerable de nadadores, que estima que prendas como el supersónico Jaked 01 pervierten la competición.

Pero, atrapada por sus propias urgencias, la necesidad de seguir ingresando recursos y de dinamizar un deporte que en los últimos ocho años ha vivido de las gestas de Phelpsocho oros olímpicos en Pekín, la FINA se ha aventurado a organizar unos campeonatos que supondrán un punto y aparte en la historia de este deporte.

Por lo que parece, en el Foro Itálico las plusmarcas caerán como moscas. Pero nadie sabe qué sucederá después del 2 de agosto, cuando la FINA clausure los Mundiales y dibuje el futuro de la disciplina. El máximo organismo rector de la natación no ha decidido aún si continuará permitiendo el uso de los superbañadores, si elevará los registros a categoría de récord inamovible o si, pasados los Mundiales, acabará considerándolos inválidos como ya hizo con las plusmarcas de Bernard (100 libres) y de Frederick Bousquet (50 libres).

Toda vez que Phelps sigue sin comparecer en el hectómetro el estadounidense nadará los 100 y 200 mariposa, los 200 libres y los relevos, la batalla se presenta especialmente interesante en las distancias cortas, donde, por primera vez en muchos años, España pretende decir algo. Alentada por unos resultados inéditos en su historia, la delegación española se presenta en la capital italiana presumiendo de contar en su siempre malavenido grupo con dos nadadores que han batido récords mundiales.

Las plusmarcas de Rafa Muñoz, en los 50 mariposa, y de Wildeboer, en los 100 espalda superada por Peirsol; la pujanza de Mireia Belmonte y la siempre esperada Erika Villaécija, así como las incombustibles chicas de la sincronizada parecen haber ayudado a aparcar las viejas rencillas y sembrar el optimismo. Bajo la dirección técnica de Luis Villanueva por primera vez, la Federación se atreve a hablar de seis finales y dos medallas, sin las de sincro. Eso sí sería un récord digno de mención.

 

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