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Combatir la pena del paro a pastillazos

Un parque del municipio madrileño de Fuenlabrada acoge reuniones de desempleados

VANESSA PI

El parque de Europa de Fuenlabrada (Madrid) se ha convertido en una improvisada sala de terapia para superar la crisis. Entre árboles, con una lata de refresco en la mano, una quincena de desempleados se junta cada mediodía para contarse sus penas. Todos pertenecen a la Asociación de Parados de Fuenlabrada, que tras cuatro meses de actividad ya cuenta con más de 2.000 socios, según dice su presidente, Santos Prieto.

Resignados, se explican sus problemas cotidianos: son malos tiempos para llegar a fin de mes. El uno explica que no ha podido pagar el recibo de la luz; el otro está preocupado porque tiene que pagar los libros de su hija, que este año empieza a estudiar en el instituto. Otro de ellos les escucha, sentado en un banco, y dice que se siente afortunado porque su familia le ayudará si, cuando deje de cobrar el subsidio por desempleo, aún no ha encontrado trabajo. A todos les cuesta dormir por la noche. Y durante el día, aún agotados por el insomnio, le dan muchas vueltas a la cabeza.

Ángel Martínez ya no puede más. El jueves decidió ir al psiquiatra, al constatar que compartir sus penas con quienes conoció en la cola del INEM no es suficiente para quitarse la angustia que le asfixia día y noche. Salió de la consulta con un par de recetas de tranquilizantes.

Ángel tiene 56 años y lleva en paro desde el pasado mes de diciembre. Durante 'más de 30 años' trabajó como administrativo en una empresa de venta al por mayor. Hasta que en diciembre de 2007 la empresa quebró y él se quedó en la calle. Por fortuna, encontró un nuevo trabajo en un par de meses, pero la precariedad fue tal que en mayo de 2008 empezó a sentir que se asfixiaba. Esa fue la primera vez que acudió al psiquiatra. En diciembre de ese mismo año, revivió la angustia de un despido. Desde entonces, cobra la prestación por desempleo.

'Hasta hace 15 días no me vino el bajón que tengo ahora. Estoy agotado, siento ansiedad, no duermo, me siento mal, no tengo ganas de hacer nada, no tengo ilusiones', explica. Por eso, el jueves acudió a las urgencias de su ambulatorio. Se siente afortunado, según explica, porque la psiquiatra que le atendió hace un año y medio estaba en el centro: 'Como me conoce y tiene mi historial, me ha dicho que pase, que me hace un hueco'.

'Las píldoras no son la solución', dice Daniel, un escayolista parado

Ángel tiene cita dentro de un mes. Dice que entonces le renovarán las recetas. Sabe que con las pastillas que le han recetado conseguirá tranquilizarse, porque ya las probó en su día. Pero la experiencia también le sirve para saber que pasará las horas 'medio atontado' por su efecto.

A su lado, asiente Daniel Gallardo. 'Yo me tomo dos pastillas por la mañana y una por la noche', explica. Va al psiquiatra desde hace un par de meses. 'Pero la solución no es la pastilla, quiero hacer mi vida normal, no me considero viejo para trabajar', reivindica. Tiene 54 años y hace seis meses perdió por primera vez su trabajo. 'Desde los 14 años fui escayolista', señala resignado. Sus síntomas son los mismos que los de Ángel. 'Me siento un parásito, estoy muy angustiado', se desahoga. Ángel y Daniel sienten que han tenido suerte porque un psiquiatra de la sanidad pública, 'con la lista de espera que hay', les atiende, pero se quejan del efecto de las pastillas.

La Asociación Umbral pretende evitar este tipo de situaciones. Desde hace seis años, unos 90 profesionales del ámbito de la salud mental ofrecen consultas, en Catalunya, basadas en las terapias, que evitan el tratamiento con medicación. Cobran según las posibilidades económicas del paciente, explica Laura Kait, coordinadora de Umbral. Hay quien paga 15 euros por una consulta que a precio de mercado le saldría por unos 60.

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