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Comer (despacio) en Galicia

El 'slow food', una novedosa y radical filosofía del buen comer, arraiga en Galicia con la incorporación de tres variedades autóctonas.

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El millo corvo, variedad de maíz de color negro de Merio, en la localidad de Bueu, Pontevedra; el centollo del Mar de Lira, en el concello de Carnota, y el porco celta son los tres productos gallegos incluidos en el Arca del Gusto, un catálogo internacional que promueve el movimiento slow food y que incluye productos amenazados por la extinción.

'No quiero alimentarme, quiero comer'. Así es como defiende Encarna Otero, una de las promotoras del movimiento en Galicia, su manera de entender el slow food, una corriente que cuenta con más de cien mil asociados. El movimiento nació en Bra (Italia) en 1989 como contrapunto a la filosofía imperante de la comida rápida y prefabricada.

Slow Food es una asociación ecogastronómica sin ánimo de lucro financiada por sus miembros. Está presente en 151 países y defiende la filosofía del buen comer y los productos naturales. Se fundó en 1989 para contrarrestar la fast food y la fast life, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras elecciones alimentarias.

'Queremos recuperar el gusto por la comida, por el placer de sentarse a la mesa', explica a Emilio Louro, uno de los fundadores del Convivium -nombre que adopta cada uno de los grupos en el mundo- creado hace menos de un año en Galicia.

El movimiento, con arraigo en una treintena de lugares en España -especialmente en el País Vasco-, ha llegado a Galicia para quedarse. El slow food ofrece una oportunidad única para los productos y el turismo gallego, defienden sus promotores.

Al mismo tiempo, las slow cities, una agrupación espontánea de pueblos y ciudades con el compromiso de incrementar la calidad de vida de sus ciudadanos, se extienden ya por todo el mundo, desde Noruega a Brasil.

En algunos lugares han comenzado a surgir además los restaurantes Kilómetro Cero, propuestas hosteleras que acercan los productos locales a los consumidores. Para abrir uno de estos restaurantes es necesario que la carta incluya al menos cinco productos regionales slow food. Se trata de algo tan sencillo como promover los productos locales y consumirlos lo más cerca posible de donde son producidos. Pura filosofía slow food, un movimiento muy vinculado a la agricultura orgánica, un modo de trabajar la tierra que busca el menor impacto en el medio ambiente.

Así, para formar parte del Arca del Gusto, un catálogo internacional de productos locales amenazados por la extinción, es necesario cumplir varios requisitos. Los productos han de ser orgánicamente saludables, obtenidos con prácticas respetuosas con el medio ambiente, y económicamente sostenibles, esto es, que garanticen un modo de vida digno para los agricultores.

https://slowfood.es


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