Este artículo se publicó hace 14 años.
La conciencia fiscal española eleva la media europea
Enfrentados al dilema de pagar menos impuestos o aumentar la contribución para disfrutar de mejores servicios públicos, la mayoría de los ciudadanos se inclina por aportar a la caja pública
¿Menos servicios públicos o pago de impuestos? ¿Recortar las pensiones o hacer bien la declaración de la renta? Ante esta disyuntiva, la mayoría de los ciudadanos lo tiene claro. Antepone las prestaciones a las cargas impositivas. "Los españoles prefieren, ayer y hoy, pagar más impuestos si con ello se refuerza el Estado del bienestar", señalaba hace unos días la presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Belén Barreiro.
Según el sondeo de abril del centro, el 28,5 % de los encuestados es claramente partidario de que mejoren los servicios públicos, aunque suban los impuestos, y a ellos hay que sumar otro 7,4% que se sitúa en el cuatro en la escala. La crisis económica, sin embargo, ha pasado factura a la tolerancia impositiva de los ciudadanos. Hace dos años, lo prefería el 42% de los consultados. Pese a este dato, siguen siendo más los que aceptan pagar impuestos y mejorar los servicios que los que rechazan esa medida (un 11,6% en 2008 y un 22%, en abril de este año).
La carga impositiva española representaba en 2008 un 33% del PIB
El profesor de sociología de la Universidad de Granada Antonio Jaime Castillo confirma la evidencia: "A nadie le gusta pagar impuestos, pero ante el dilema, los españoles establecen prioridades. Priman más los servicios públicos que los impuestos".
En su opinión, la demanda de políticas de bienestar es muy alta desde principios de los ochenta y se ha mantenido constante. La razón, esgrime, se encuentra "en el nivel de cobertura, que es inferior a otros países". Incluso recuerda una teoría de los setenta: "A mayor desigualdad, mayor demanda de políticas sociales". En este sentido, el catedrático de Economía aplicada de la Universidad Complutense Juan Gómez Castañeda señala que "hay que explicar a la gente cómo financiamos el sector público y qué consecuencias tiene pagar impuestos a efectos del Estado del bienestar, la sanidad o las pensiones". El economista se muestra crítico con las últimas reformas fiscales de PP y PSOE y con la supresión de impuestos.
Gómez Castañeda explica que los tributos "son malos para quienes no necesitan de lo público y buenos si se redistribuyen entre la población trabajadora en forma de servicios y entendiendo que han de pagarse con una distribución equitativa". Desde su punto de vista, ha terminado por imponerse "la teoría neoliberal de que pagar impuestos es malo", sin reparar en que esto socava el equilibrio de las cuentas públicas. "Esta es una batalla que ha perdido la sociedad y que la izquierda no ha sabido defender". El economista entiende que "el miedo a la crisis" es lo que ha propiciado que se vuelva a mirar al Estado y que los ciudadanos justifiquen el pago de impuestos.
Los ciudadanos creen que los empresarios son los que más defraudan
Visibilidad y calidadLos barómetros del Instituto de Estudios Fiscales (IEF), que proporcionan información sobre la percepción social de la fiscalidad, revelan que "la mayoría de los entrevistados han venido sosteniendo, año tras año, que la oferta de servicios y prestaciones justifica el pago de impuestos", sólo con dos excepciones: en 1995, primer año de la serie, y el bienio 2002-2003. Para el profesor de Economía aplicada y gestión pública de la UNED Manuel Tránchez, la clave está "en la visibilidad, en la vinculación entre la calidad de los servicios y el nivel de impuestos". Distingue entre unas políticas más visibles como la educación y la sanidad, de otras que lo son menos. Tránchez también incide en que cuando la gente muestra rechazo a pagarlos, suele ser "porque la presión fiscal es elevada o porque esté disminuyendo la calidad de los servicios".
Los encuestados por el IEF se muestran "moderadamente" satisfechos con lo que reciben por cumplir con Hacienda, ya sea mediante impuestos directos o indirectos. La nota media que otorgaron a los servicios públicos fue de 5,4 puntos en 2008. Los usuarios de dichos servicios afirmaban estar más satisfechos que los perceptores de prestaciones sociales.
Combinando el grado de satisfacción con los tributos, la sanidad es el servicio que, según los encuestados, más justifica el pago de impuestos, seguido de la educación y de las infraestructuras. Sin embargo, el estudio concluye que "la oferta pública es poco adecuada a los impuestos que se pagan y que no contribuye a la distribución de la riqueza en la sociedad" .
¿Alta presión fiscal?La ecuación básica dice que a impuestos más altos, mejor Estado del bienestar. Así al menos se desprende de las clasificaciones europeas sobre presión fiscal relacionada con la prestación de servicios públicos. El sociólogo Jaime Castillo subraya que "el tamaño del Estado del bienestar está determinado por los impuestos que se pagan". Y, en el caso español, es "relativamente pequeño en comparación con otros países europeos".
En 2008, la carga impositiva española representaba un 33% del Producto Interior Bruto, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Una cifra bastante alejada del 48,3% de Dinamarca y del 47,1% de Suecia, dos países de referencia en políticas sociales.
"Si quisiéramos ser como los países escandinavos, tendríamos que tener presiones fiscales en esa línea"
En el contexto europeo, los países con un mejor Estado del bienestar son los que se muestran más proclives a que el Gobierno suba mucho los impuestos para gastar más en beneficios y servicios sociales. De acuerdo con los datos de la Encuesta Social Europea (cuarta ola, 2008-2009), en el primer puesto estaría Dinamarca, seguida de Finlandia, con 5,98 y 5,89 puntos de media, respectivamente, en la escala de cero a diez. España se sitúa en la mitad de la tabla con un 5,24. A la cola de la clasificación están los húngaros, con una media de 3,54 puntos, mientras que la carga impositiva en 2008 ascendía al 40,1% del PIB.
Con estos datos, Tránchez es claro: "Si quisiéramos ser como los países escandinavos, tendríamos que tener presiones fiscales en esa línea". Ahora bien, también señala la necesidad de repensar el modelo ante el "problema del envejecimiento que hay en Europa". Para el abogado y experto en asuntos fiscales Isaac Ibáñez, "la presión fiscal española, en relación al nivel de rentas, es muy alta, especialmente en las procedentes del trabajo". Por otro lado, recuerda que, aunque "en teoría" los destinatarios de la recaudación son los ciudadanos, puesto que con esos fondos se financian los servicios públicos, "algunos grupos salen beneficiados al pagar menos de lo que deberían". Apunta hacia los "perceptores de beneficios fiscales indebidos y de subvenciones injustificadas". También la sombra del fraude fiscal está presente a la hora de analizar la conciencia tributaria de los ciudadanos.
Mejor conciencia contributiva"Las clases medias y las rentas del trabajo son los grupos que sostienen fiscalmente el país", resalta Tránchez. El problema es que ellos "perciben que otros grupos no pagan los mismos impuestos e incluso aprecian casos de fraude fiscal". En estas condiciones, es más difícil, explica el economista, mantener la conciencia fiscal y contribuir voluntariamente al sostenimiento del sistema.
Con estos mimbres, Tránchez propone tres medidas para ayudar a mejorar la disposición de los ciudadanos a cumplir con las obligaciones fiscales. "Hay que hacer visible a los ciudadanos la correlación de ingresos y gastos, qué reciben por lo que pagan. También hace falta educación fiscal, desde las escuelas, para concienciarlos de que los impuestos sirven para algo. Y, por último, hay que procurar una lucha más dura contra el fraude ".
Tipos de defraudadoresSegún el barómetro de Instituto de Estudios Financieros en 2008, predomina entre los ciudadanos la sensación de que en la última década ha aumentado el incumplimiento de las obligaciones fiscales. Un 67% de los encuestados opinaba hace dos años que había aumentado, frente a un 33% que creía que había disminuido.
Por colectivos, los ciudadanos creen que los empresarios son los que más defraudan habitualmente a Hacienda, mientras que los asalariados son los más honestos. Ahora bien, señala el informe, lo son "porque carecen de oportunidades para ocultar con éxito sus ingresos". Esta imagen contrasta con la percepción sobre el cumplimiento fiscal. En 2008, el 79% de los encuestados así lo percibía.
Los resultados, concluye el estudio, "muestran un predominio de quienes piensan que los impuestos se pagan de un modo bastante correcto frente los que opinan que el fraude fiscal es una conducta generalizada".
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