Este artículo se publicó hace 15 años.
Una "conmovedora" muestra del XVII español llega a Londres
La primera imagen que el visitante se topa en la nueva exposición de la National Gallery, "Sacred Made Real" (Lo sagrado hecho real), es una cabeza cortada impresionantemente realista que se completa con una detallada anatomía del cuello.
"La cabeza de San Juan Bautista", del imaginero español Juan de Mesa, se realizó aproximadamente en 1625 y es una muestra de hasta dónde llegaron él y sus coetáneos para que sus obras parecieran reales.
El conservador de la exposición, Xavier Bray, cree que el artista pudo bien haber usado auténticas cabezas cortadas como modelo, puesto que "muchas personas eran decapitadas en aquellos días".
A través de las seis salas que componen la muestra, hay esculturas de gran detalle de santos, mártires, la Virgen y Jesucristo, colgado en la Cruz y yaciendo muerto y semidesnudo.
Las esculturas están entremezcladas con pinturas religiosas de maestros españoles como Francisco de Zurbarán y Diego de Silva y Velázquez, y la exhibición explora la influencia de un arte en el otro durante el siglo XVII español.
Aunque está ampliamente aceptado que Caravaggio fue el precursor del poderoso realismo logrado por estos pintores, la National Gallery argumenta que la escultura religiosa fue igual de importante y explica el efecto de la escultura en los lienzos en exhibición.
"Esta es una exhibición de escultura y pintura, y la relación entre las dos es muy importante", dijo el director de la National Gallery, Nicholas Penny, el martes en una presentación a la prensa.
"Es también una exposición sobre un aspecto realmente ignorado del arte europeo, mostrado fuera de España por primera vez", añadió.
Añadió que había sido "extraordinariamente difícil" convencer a las iglesias españolas para que prestaran esculturas frágiles y muy preciadas. La muestra, que estará abierta entre el 21 de octubre y el 24 de enero de 2010, es el resultado de 10 años de trabajo del conservador Bray.
CONMOVER A LOS FIELES
Las esculturas eran la respuesta de los artistas al desafío de las órdenes dominicas, cartujas y franciscanas, que querían llevar lo sagrado a la vida cotidiana, de cara a conmover a los fieles y reforzar su devoción.
Una pintura de Francisco Ribalta muestra a San Bernardo ante una escultura de Cristo que parece haber sufrido una metamorfosis a ser humano, subrayando la unión casi mística entre los fieles y las obras de arte.
En la misma sala cuelga el conmovedor cuadro de Zurbarán "Cristo en la Cruz", encajonado en un nicho en forma de arco para recrear su original emplazamiento en la sacristía del monasterio sevillano de San Pablo.
El cuerpo sin vida de Cristo surge de la oscuridad y logra la ilusión de tres dimensiones en dos.
Junto a él está el "Ecce Homo" de Gregorio Fernández, una escultura de Cristo tal y como fue presentado por Poncio Pilatos ante los judíos, con una dolorosa representación de las heridas abiertas en su espalda.
En la siguiente sala, un modelo de un Cristo muerto aparece iluminado en un cuarto por lo demás oscuro para obtener un efecto dramático, con la sangre aún brotando de las heridas.
La estrecha relación entre pintores y escultores en el siglo de oro español la subraya el hecho de que en Sevilla, Francisco Pacheco, que pintó la tonalidad de la carne y las vestimentas, enseñó a Velázquez, del que acabó siendo suegro.
Las primeras críticas de la muestra han alabado las macabras imágenes, calificándolas de conmovedoras e incluso eróticas.
"Pintadas o esculpidas, son presencias reales", escribió Adrian Searle en The Guardian. "Me quedé devastado y profundamente conmovido".
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