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Conocida en Rabat, anónima en España

La protesta de Aminatou Haidar en Lanzarote es un gesto más de su vida de lucha

S. H.

'Sufrió cuatro años de tortura en las cárceles marroquíes. La obligaban a estar todo el día con una venda en los ojos, la maltrataron, la humillaron. Después de todo eso, puede resistir una huelga de hambre y lo que sea, no se va a doblegar', explica una representante del Centro de Derechos Humanos Robert Kennedy, una institución que ha premiado a Aminatou Haidar (El Aaiún, 1967) por su labor pacifista a favor de la independencia del Sáhara Occidental. La saharaui recogió en el año 2008 el premio en el Senado estadounidense.

Haidar, de 43 años, tiene estudios de Literatura Moderna y habla español, inglés y francés, como ha demostrado estos días en Lanzarote, cuando se le han acercado las distintas delegaciones que han acudido a visitarla. A todas les ha entregado una foto de ella con sus dos hijos, de 15 y 13 años.

'La dignidad está por encima de todo, incluso de ver a sus dos hijos'

El del Centro de Derechos Humanos Robert Kennedy no es el único premio que posee. Además, tiene el Premio de Derechos Humanos Juan María Bandrés o el Premio al Coraje Civil que se otorga en Suecia. Ha sido nominada al premio Nobel de la Paz.

En definitiva, una perfecta conocida para los defensores del Sáhara Occidental y para Rabat, pero no para el resto. 'Marruecos sí que sabe quién es Aminatou, pero España no, la ignorancia ha hecho que ella esté ahora aquí. Si el Gobierno español lo hubiese sabido, no hubiese permitido su entrada', insisten en la plataforma que defiende sus intereses.

Desde que empezó su huelga de hambre, el pasado día 16 de noviembre, Aminatou Haidar ha seguido todos los días la información que los medios de comunicación publican sobre ella. Por las noches, hasta hace pocos días, veía los informativos en televisión en compañía de los miembros de la plataforma que la apoyan.

La tortura que sufrió en prisión hace que su salud sea endeble

Ella sabe que la lucha saharaui vuelve a estar, gracias a su acción de protesta, presente en la opinión pública. 'Es lista, obstinada, terca, no se da por vencida. Es un problema que Marruecos ha querido quitarse de encima mandándola a Lanzarote. Pero si no lo consiguieron con cuatro años de tortura, no lo van a conseguir ahora', señala El Mami Amar Salem, activista saharaui y uno de sus colaboradores más estrechos.

Esos años que pasó en prisión, en la década de 1980, han hecho que su salud sea más endeble de lo habitual y que las posibilidades de que aguante muchos días más la huelga de hambre estén agotándose. Haidar entró en la cárcel cuando era una veinteañera y por apoyar con su presencia en manifestaciones la celebración de un referéndum de independencia para Sáhara Occidental.

La experiencia en la cárcel no la hizo cambiar de opinión. En 2005 volvió a entrar en prisión, pero Amnistía Internacional logró, tras una campaña internacional, su excarcelación. 'Desde entonces, la presión del Gobierno marroquí ha sido agobiante para ella', afirma Carmelo Ramírez, uno de los portavoces de la plataforma de apoyo.

Por eso, Haidar se temía que iba a pasar algo. Así se lo hizo saber a sus colaboradores en los días anteriores a la deportación. En los últimos meses, la represión marroquí había ido en aumento, la policía había detenido a siete activistas saharauis por manifestar sus deseos de independencia.

Estudió Literatura Moderna y habla español, inglés y francés

Ahora, la saharaui ha sufrido las consecuencias de su osadía. Marruecos ya ha dejado claro que no la va a dejar volver a su hogar hasta que no pida perdón al rey Mohamed VI. Por defender hasta el final su dignidad, está dispuesta a no ver más a sus dos hijos, que residen en El Aaiún. 'Ella cree que si se doblega ante Rabat, no podría ofrecer a sus hijos una imagen digna. Y la dignidad está por encima de todo', explican sus colaboradores.

Su carácter, por la huelga de hambre, está cambiando. 'Sufre fotofobia, no quiere fotos, ni hablar casi con nadie, le molestan muchas cosas que antes no', dice una de sus más estrechas colaboradoras.

En los últimos días, ya no se la ve por el vestíbulo del aeropuerto, donde antes permanecía ante la mirada curiosa de los turistas. No quiere salir del habitáculo, donde decenas de cámaras de televisión esperan que asome para poder grabar la imagen de la mujer que está plantándole cara, a base de agua y azúcar, a Madrid y a Rabat.

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