Este artículo se publicó hace 16 años.
De la corbata al pantalón bermudas. Más libres, pero ¿más vulgares?
Jaime A.C., estudiante de Periodismo, es uno de los muchos becarios que un año más pululan por las redacciones durante los meses de verano. Un buen estudiante, viajado y con ganas de aprender el oficio que, para combatir el sofocante calor madrileño, se ha puesto un pantalón bermudas para ir a trabajar.
El atuendo de Jaime no llama mucho la atención en una redacción en la que, debido a los casi cuarenta grados que achicharran las calles de Madrid en este comienzo de agosto, abunda la ropa desenfadada y fresquita. En el horizonte de la amplia y despejada redacción, ni un solo periodista encorbatado.
El de Jaime es sólo un ejemplo del lento pero imparable proceso -para algunos una auténtica revolución- de cambio en los hábitos indumentarios de los trabajadores españoles. Haga frío o calor, y en todos los ámbitos profesionales, no sólo el periodístico.
"Supone un avance social, en cuanto que somos más libres, pero aunque peque de reaccionario y elitista siento un cierto horror, porque a veces esa libertad se emplea mal, la utilizamos para ser más ordinarios", comenta a EFE Pedro Mansilla, periodista, escritor y sociólogo de la moda,
"En nuestra compañía importa el trabajador, su talento, no como va vestido". Así de tajante se expresa Esther Pérez Bravo, gerente de Recursos Humanos de Microsoft España. Unos 200 de sus 700 trabajadores de plantilla visten a diario "de manera informal". "No dejamos escapar un talento, lleve rastas, camiseta o se presente al proceso de selección en vaqueros y deportivas".
Esta alta ejecutiva tiene muy claro que la flexibilidad en la indumentaria, una práctica cada vez más frecuente en muchas empresas, especialmente de la comunicación y las nuevas tecnologías, "tiene que ver con una nueva filosofía de cambio en la forma que tenemos de relacionarnos con la empresa en la que trabajamos. Y la Red -apostilla- está en el origen de todo".
MINISTRO SIN CORBATA
Reciente aún está el rifirrafe dialéctico entre un encorbatado presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, y el ministro de Industria, Comercio y Turismo, Miguel Sebastián, quien, esgrimiendo razones medioambientales, de ahorro energético, se presentó sin corbata en ese "templo" de la uniformidad estética que es la Cámara.
En los mismos días, el Ayuntamiento de Murcia, a través de su gabinete de prensa, pedía a los medios de comunicación locales que sus periodistas acudieran a cubrir los plenos correctamente vestidos, no como para ir a la playa, en pantalón corto y chancletas. "Por respeto a la institución", comentan a EFE desde el consistorio.
"La mayoría lo entendió y en el pleno siguiente no hubo ningún problema", destacan en el ayuntamiento murciano.
Para asistir a los actos oficiales de la Familia Real que se celebran en el Palacio Real, el de La Zarzuela o El Pardo, además del Palacio de la Almudaina, en la siempre calurosa Palma de Mallorca, los periodistas tienen que saber que es "indispensable" vestir chaqueta y corbata, en el caso de ellos, e "indumentaria adecuada" en el de ellas.
Pero el "desaliño indumentario" no es patrimonio exclusivo de periodistas y demás plebeyos. El exclusivo y aristocrático Club Puerta de Hierro de Madrid ha pedido a sus socios que, si quieren jugar al golf, se abstengan de llevar vaqueros, bermudas, pantalón pirata, camisetas o sandalias.
Este mismo verano, la organización de las no menos exclusivas carreras hípicas de Ascot, a las que tradicionalmente asiste la Reina Isabel y el resto de la Familia Real británica, máximo exponente de la etiqueta y el formalismo en el vestir, prohibía a las señoras mostrar sus hombros o el vientre desnudos, o lucir minifalda. Y, en el colmo de los colmos, les pedía llevaran ropa interior.
TENDENCIA A LA INFORMALIDAD
"Sí, existe una clara tendencia a la informalidad en el vestir, pero no en los últimos años. Es un proceso de onda larga, que se inició a finales del siglo XIX y sin interrupción. La ley general es que nos vestimos cada vez peor", apunta Pedro Mansilla. "La tendencia es clara: cada vez vestimos de una forma menos formal. Esta línea de relajación está acorde con los tiempos".
En opinión de Mansilla, se difumina cada vez más la línea que separa al común de los mortales de "esa estricta élite que considera todavía una obligación, y se recrea en ella, el vestir con chaqueta y corbata. Las fronteras inamovibles ya no existen".
Para Gloria Campos, directora general de Formación y Relaciones Institucionales de la Escuela Internacional de Protocolo, gana terreno día a día la tendencia a "vestir lo más cómodo posible". "Cada vez son más las empresas -continúa- que permiten a sus trabajadores vestir el viernes de forma casual, como anticipo del fin de semana. Algo hasta hace poco impensable".
Esta experta en protocolo ve "cierta resistencia" a esos cambios en la clase política y financiera, si bien percibe también "una tímida evolución, pero todavía dentro de la formalidad", en cuanto a tejidos, cortes, colores....
En cualquier caso, piensa que hay determinadas prendas -minifaldas, bermudas,...- que "están fuera de lugar en el trabajo. Es una cuestión de educación. La convivencia supone aceptar unos códigos de conducta que creamos entre todos, jóvenes y adultos. El traje de chaqueta -insiste- puede ser muchas veces una liberación, además de facilitar esa convivencia".
SENTIDO COMUN
Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, habla de pragmatismo y de sentido común. "No parece lo más adecuado presentarse en Zarzuela o en Moncloa en pantalón bermudas. Los periodistas, por nuestro atuendo, no podemos convertirnos en la noticia".
"Yo soy de la escuela clásica -continúa González Urbaneja-, de los que piensan que existen unas normas de decoro y respeto hacia los demás que hay que cumplir".
Aparte de la necesaria uniformidad en determinados oficios y profesiones -médicos, enfermeras, policías, bomberos, mineros, trabajadores en una cadena de montaje...- Rita Moreno, de la Secretaría de Acción Sindical y Política Sectorial de Comisiones Obreras, advierte de las "exigencias estéticas" que imponen muchas empresas, casi siempre en reglamentos internos al margen de convenios.
Exigencias que suelen ser más estrictas si el trabajo se desarrolla de cara al público. Eso ocurre, por ejemplo, en Microsoft España, donde el trato con el cliente se realiza siempre con ropa más formal.
"En nuestra empresa -destaca Esther Pérez Bravo, gerente de Recursos Humanos- conviven sin problemas las dos estéticas, la más informal y la de aquellos que todavía se sienten más cómodos con chaqueta y corbata".
Polémicas aparte, Cocó Chanel, gurú de la elegancia, pero también de la comodidad, lo tenía muy claro. "Viste vulgar -decía- y sólo verán el vestido. Viste elegante y sólo verán a la persona".
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