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Un corrosivo esperpento sobre la Guerra Civil

José Ovejero defiende en La comedia salvaje a quienes rechazaron el conflicto bélico

ANTONIO J. RODRÍGUEZ

Relatar la Guerra Civil parece haberse convertido en una mili obligatoria para los novelistas españoles: son muchos los que se atreven a esbozar su propia versión del conflicto, y José Ovejero lo sabe.

El autor admite que se ha escrito demasiado, pero no por eso deja escapar la oportunidad de derramar sal sobre quienes aún mantienen las heridas abiertas: 'Si no te puedes reír de un dolor, es porque lo sigues considerando presente. Por supuesto, no digo que haya que olvidarla, sino conseguir de una vez que sea historia', declara el autor de La comedia salvaje (Alfaguara), una novela que se declara heredera de Cervantes, Vonnegut y Valle-Inclán.

Ovejero (Madrid, 1959) también advierte la necesidad de seguir creando ficciones sobre la Guerra Civil en la medida que 'en nuestra democracia es una catástrofe que gane el otro: se prefiere que gane el político de un partido sólo por el hecho de que milita en él, aunque sea corrupto. Es lo que está pasando ahora en Valencia'. De modo que para huir de la bipolaridad delegó el protagonismo de La comedia salvaje en Benjamín, personaje que no milita en ninguno de los dos grupos.

'Siempre nos olvidamos del tercer bando, es decir quienes rechazaban la guerra, porque creían que no pondría fin a ninguno de los problemas que azotaban el país. Tradicionalmente, ha sido considerado como el bando de los traidores y los cobardes. Yo creo que es el más interesante', remata Ovejero.

Convencido de que la sátira implica bordear y transgredir los límites del buen gusto, el autor protege las buenas aunque poco prácticas intenciones de Azaña para criticar la tiranía de las mayorías: 'Hablamos del pueblo y parece algo bueno per se, cuando en algunos casos era peor que sus políticos y mucho más brutal'.

De hecho, el 'insignificante' Benjamín es el elegido por Azaña para poner punto y final al conflicto, pues el político sostuvo que 'si alguien podía resolver los problemas de España, esa era la gente insignificante'.

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