Este artículo se publicó hace 15 años.
Las costas del Índico se recuperan del 'tsunami'
Cinco años después, el turismo ha vuelto a los paraísos tropicales devastados y las viviendas se han reconstruido. Las principales huellas de la catástrofe son ahora psicológicas
La isla Phi Phi, en la costa suroeste de Tailandia, amanece bajo un sol brillante y con la presencia de turistas relajados que bucean entre los arrecifes de coral o descansan bajo las palmeras. Pero para este paraíso tropical, como para otros tantos del sur de Asia, la proximidad de la fecha del 26 de diciembre trae dolorosos recuerdos. Cinco años atrás dos olas gigantescas arrasaron completamente la isla. Después el mar regurgitó lo que se había tragado y devolvió a la costa pilares, barcos, sillas, cadáveres. Una cuarta parte de sus 6.000 habitantes perdieron la vida aquella mañana.
Un lustro después del brutal terremoto de 9,3 grados de magnitud que sacudió el Océano Índico, el segundo más fuerte registrado en la historia, los carteles que indican cómo evacuar en caso de tsunami son casi la única huella visible de la tragedia en la isla. Un total de 226.000 personas murieron en trece países de Asia y África a causa de los imponentes muros de agua que devastaron las playas.
"Mi hija aún llora y tiembla como un flan con cada seísmo", dice Hasan
En el restaurante Garlic 1992 situado en el pueblo de Ton Sai también se pueden observar en las fotografías colgadas en las paredes el destrozo del local y cómo fue reconstruido con ayuda exterior y voluntarios extranjeros. "No he sentido miedo al volar aquí, de hecho está lleno de turistas. Pero estas fotos me han impactado mucho. Todo quedó completamente destruido", señala Ana Ballesteros, una joven traductora española que disfruta de unos días de vacaciones en Phi Phi.
Tailandia había recobrado prácticamente a principios de 2008 las cifras de turismo de antes del tsunami, pero la recesión económica mundial sumada a la inestabilidad política sufrida en el país a lo largo de este año ha hecho disminuir de nuevo el número de viajeros. Lo mismo ha ocurrido en el resto de los países asiáticos afectados, quienes recuperaron en 2007 la afluencia de visitantes previa a la catástrofe, a excepción de Sri Lanka y Maldivas. Este último archipiélago que quedó completamente sumergido bajo las aguas perdió la mitad de viajeros al año siguiente del seísmo y mejoró muy lentamente. La inexistencia de montañas en las que refugiarse de otra ola gigante impide que el miedo desaparezca por completo.
Infraestructuras pendientesPero el turismo no ha sido el único fenómeno que ha vuelto casi a la normalidad. "La reconstrucción de viviendas está completa, pero algunos proyectos de infraestructuras grandes como hospitales o depuradoras todavía siguen en pie", advierte Patrick Fuller, responsable de prensa para el tsunami de Cruz Roja.
En Indonesia y Sri Lanka le llaman la ola dorada por todo el dinero recibido
"Las principales huellas de la catástrofe ahora son, sobre todo, psicológicas y emocionales para quienes perdieron a sus familiares o amigos. Pero también hubo quién se quedó sin su negocio o trabajo y no han logrado recuperar enteramente su modo de vida". Muchos hosteleros todavía continúan pagando con dificultad el crédito para reconstruir sus locales.
Lita, indonesia de doce años, sigue teniendo pesadillas con olas gigantes como las que hace cinco años le arrebataron a su madre, sus cuatro hermanos, nueve tíos y una veintena de primos. De su familia sólo sobrevivieron ella y su padre, entonces maestro de una escuela de Lho Kruet que fue borrada del mapa.
"Sigue llorando y tiembla como un flan cada vez que hay un seísmo. Yo tampoco lo he olvidado, nunca lo haré, pero con la ayuda de Alá he salido adelante", explica Hasan, el padre de Lita. La tragedia reforzó su fe musulmana y la de muchos otros acehnenses al ver que en medio de las aldeas destrozadas sólo quedaron en pie las mezquitas.
Aunque el tsunami golpeó con especial intensidad Indonesia, donde fallecieron más de 160.000 personas, las historias se repiten en todo el Índico. A Dilshan, un pescador de Batticaloa, una localidad en el este Sri Lanka, el tsunami le borró enteramente su vida. "Lo perdí todo: a mi mujer y mis dos hijos, además de mi barca y mi casa", señala el joven tamil. Después de que el Gobierno ceilandés "liberase" el este de manos de los Tigres Tamiles en 2006, Dilshan terminó confinado en un campo de refugiados, del que salió finalmente este año.
En el este de Sri Lanka, la zona más damnificada del país, la llegada masiva de fondos económicos dibujó un nuevo escenario. No en vano se destinaron miles de millones de euros a la reconstrucción de las naciones afectadas por el "tsunami de Navidad". En Batticaloa las casas levantadas en la primera línea de playa relucen nuevas frente a otras más decrépitas al alejarse del mar. Muchas barcas varadas en la costa tienen pintados los símbolos de las ONG por las que fueron subvencionadas.
"Ayuda duplicada""En Indonesia y Sri Lanka también se conoce como el tsunami dorado, ya que se recibió mucho dinero", comenta una trabajadora humanitaria. Los dos países que resultaron más dañados por el terremoto, también obtuvieron el máximo apoyo económico, a diferencia de Tailandia e India. En este último país, acostumbrado a lidiar con muchas catástrofes naturales, reconstruyeron sus costas con más eficacia y rapidez de lo acostumbrado.
"En situaciones de emergencia las autoridades envían la ayuda humanitaria a las zonas más afectadas y en ocasiones se duplica", explica Fuller. "Ahora falta que esas comunidades se preparen para otros desastres en el futuro", añade el responsable de Cruz Roja.
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