Este artículo se publicó hace 13 años.
La crisis griega azota al euro
La UE y el FMI naufragan en el diseño de un segundo rescate de Grecia y amenazan con paralizar el actual. Las dudas sobre las finanzas europeas crecen ante las discrepancias entre los que deben resolver el problema
Lo dijo y se le echaron encima. "El mayor logro de Grecia desde la posguerra [tras la guerra civil de 1944-49] es el euro y el recorrido europeo, y ahora todo está en peligro. O nos ponemos de acuerdo con nuestros acreedores en un programa de duros sacrificios que traiga resultados y asumimos nuestras responsabilidades por el pasado o volvemos al dracma". Para María Damanaki, la comisaria griega en el equipo que dirige José Manuel Durao Barroso, la posibilidad de dejar el euro y volver a la divisa nacional "está sobre la mesa". Sus declaraciones causaron el miércoles estupor en los gobiernos de la zona euro y en su equipo, que las matizó asegurando que era una metáfora. Sin embargo, refleja a la perfección ladesesperación de los líderes griegos, obligados hace un año a hacer un gran ajuste a cambio de recibir la solidaridad en forma de lluvia de millones que no ha sacado al país del túnel. Un año después, su economía sigue en recesión, el termómetro social hace meses que registra fiebre alta y el futuro se antoja aún más incierto.
Mientras, la zona euro sigue dividida, varada desde hace meses sin saber cómo afrontar el segundo rescate a Grecia. Las negociaciones están siendo mucho más complejas que el año pasado. Entonces, Angela Merkel se oponía por motivos electorales a contribuir al programa de ayuda de Grecia, dotado finalmente con 110.000 millones de euros y en el que participó el Fondo Monetario Interancional (FMI). Si entonces la cuestión era cuándo se ponía el dinero y cómo de caro se vendía en términos de austeridad, ahora la pregunta es qué hacer para detener una hemorragia interna que puede afectar a otros miembros del euro acosados por los mercados.
Una facción se niega a reestructurar la deuda griega por el temor al contagio
La prueba del naufragio europeo puede encontrarse estos días en Atenas, una ciudad que los funcionarios de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI conocen bien tras varias visitas. La última delegación lleva en la capital helena casi cuatro semanas. Aunque estaba previsto que volviese hace dos con un plan para sacar a Grecia del atolladero, Bruselas reconoce que todavía no lo han encontrado.
La Comisión admite su "preocupación" por el hecho de que la zona euro haya llegado a una "nueva encrucijada" tras la probada ineficacia de un rescate llamado a ser el primero y el último. Tras él llegaron los de Irlanda y Portugal. Después, se constató que la austeridad impuesta al Gobierno de Yorgos Papandreu había sacrificado el crecimiento, aspecto que los inversores consideran condición imprescindible, junto a unas cuentas públicas saneadas, para volver a confiar en la deuda pública de Grecia. Los ministros de la zona euro han llenado el hórror vacui con reuniones pretendidamente secretas y debates teóricos que han alumbrado varios neologismos, todos hijos de la misma palabra:reestructuración. Es la más temida por los intérpretes del mercado, que hace meses que la consideran casi inevitable.
BCENo a la reestructuración
El BCE la rechaza de plano, ya que implica asumir que no se devolverá todo lo prestado por los inversores y se dejará parte sin pagar. Para Vitor Constancio, vicepresidente y hombre fuerte del banco hasta la llegada de Mario Draghi, su nuevo presidente, sería la peor decisión. "Las consecuencias serían nefastas", ha dicho, "en cuanto a futuras rebajas [en la calificación] de la deuda del país y las dificultades del sector bancario para financiarse a sí mismo y a la economía". Según el miembro alemán en el Consejo de Gobierno, Jens Weidmann, existe el riesgo de un "efecto contagio a otros países". Y su compatriota Jürgen Stark, economista jefe del BCE, instó ayer al Gobierno griego a ser "más ambicioso" en su programa de privatizaciones para reducir más rápidamente su deuda. Situado en el centro de la gestión de la crisis, el BCE ha garantizado la liquidez de los bancos griegos, a los que además ha comprado deuda pública, por lo que su virulencia contra la reestructuración es más que teórica. Junto a los bancos griegos, alemanes y franceses, Fráncfort recibiría un gran golpe en ese caso.
Otros abogan por hacer una quita para que los inversores paguen su parte
Reestructuración suave
Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, ha apoyado una "reestructuración suave", también llamada en las últimas semanas "redefinición", "reorientación" o hasta "reperfilamiento" de la deuda griega. Términos escogidos con estratégica ambigüedad que persiguen retocar los contratos con los inversores para alargar los plazos o acordar con ellos mantener la demanda de bonos de deuda. Francia y Alemania se han mostrado favorables a esa solución, aunque, al igual que el resto de miembros del euro, tienen claro que el fondo de rescate acabará aportando más dinero en un segundo paquete (se baraja entregar otros 60.000 millones).
FMIReticencias a la ayuda
Las discrepancias políticas derivan en más recortes en países como España
En todo este proceso se ha cruzado el escándalo de Dominique Strauss-Kahn, su sucesión al frente del FMI y una severa advertencia a Grecia de los gestores en funciones del fondo. Lejos de pensar en un segundo rescate, han amenazado con no cumplir el que ya está en marcha. "Nunca prestamos si no tenemos una garantía", explicó Carolina Atkinson, portavoz del FMI, en referencia a la devolución. Las reglas de la institución obligan a prestar con vistas a dejar de hacerlo a corto plazo, y eso no pasará en Grecia. El Gobierno de Papandreu tendría que volver a financiarse en los mercados a principios de 2012. Sin embargo, un año después de empezar a recibir los 110.000 millones de la UE y el FMI, el país sigue en una profunda recesión.Y los inversores prevén seguir exigiendo interesesdesorbitados a cambio de refinanciar su economía.
GreciaDesencuentro político
Juncker y la zona euro hicieron suya esta semana la advertencia de Washington, exigiendo a Grecia todavía más austeridad para reducir el déficit a través de la pronta ejecución del plan de privatizaciones ya comprometido, que ingresaría en las arcas públicas 50.000 millones tras vender empresas del Estado e infraestructuras estratégicas. Al coro se ha sumado Suecia, miembro de la UE, pero no del euro (aunque ha aportado dinero al fondo de rescate), que cree que Atenas debería seguir el ejemplo de Estonia y recortar su presupuesto hasta un 15%. Los griegos deben "tomar la medida que les hemos prescrito", según el ministro sueco de Finanzas, Anders Borg. Además, la zona euro ha impuesto como condición extra un pacto sobre los ajustes entre las fuerzas políticas helenas. Y la oposición no está dispuesta.
A finales de junio, el calendario marca un desembolso de 12.000 millones dentro del programa de ayudas actual. Según Papandreu, de no recibirlos, la quiebra del país es, un año después del primer rescate, el escenario "más probable".
La magnitud de las consecuencias en el resto de la zona euro es de imposible predicción. Lo único que está claro es que los desencuentros que manifiestan en este momento todos aquellos que tienen poder de decisión (desde los partidos griegos hasta las instituciones europeas) están haciendo un daño inmenso a la confianza y las finanzas del resto de países de la región, sobre todo a los más señalados (entre los que se encuentra España). Y las consecuencias las pagan los ciudadanos, que son los que sufren los recortes que vienen después de tanta desconfianza.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.