Este artículo se publicó hace 16 años.
Cuatro horas colocando libros
Mañé, latinoamericano, no puede trabajar y se las ve y se las desea para investigar
Manuel Bernabéu
La mitad de los becarios de colaboración en huelga son extracomunitarios. La mayoría doctorandos latinoamericanos como Mañé, con "un visado que no permite trabajar, sólo estudiar o investigar en la universidad".
Su perfil dista mucho de la imagen que se tiene de los universitarios. Pasados los treinta, a veces con familia e hijos. Acuden a las becas de colaboración porque les sirve para financiarse la matrícula, pero especialmente porque es de lo único que pueden trabajar. "Tengo dos másters y estoy haciendo un doctorado, pero me paso 4 horas al día colocando libros por 400 euros", ironiza Mañé, "sin bajas, ni paro, ni vacaciones. Para investigar tengo que hacer magia". La universidad tiene la potestad para contratarlos hasta 20 horas semanales y esa es una de las posibles vías de laboralizar las becas.
Aun así, los investigadores becados tampoco lo tienen fácil. Montserrat tiene 37 años, casada y con una hija. Es un caso atípico porque diez años después de licenciarse en económicas, decidió dejar el mundo laboral para empezar la investigación.
El caso de Montserrat
Asegura que descubrió un estado de precariedad impensable en la empresa privada. "Encadené becas de tres meses, con periodos de uno o dos sin ingresos y sin paro. Estaba trabajando pero no tenía ningún derecho. Piensas en abandonar y buscar un trabajo, pero ya le has dedicado muchos años y no quieres tirarlo todo por la borda".
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