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Cuerpos confesos

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La exposición es arriesgada y original. No sólo por el esfuerzo de agrupar esta cantidad ingente de obra, la mayor parte inédita en España. Es valiente porque se atreve a señalar la grave crisis por la que atraviesa el mundo académico de la historiografía del arte, empeñado en la definición por estilos de la evolución de la creación, justo cuando los estilos han sucumbido a la voluntad del creador. Las categorías cambian, las relaciones entre artistas se estrechan, y lo rígido cada vez cuesta más aplicarlo.

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Hoy todos son confesos de haberse visto los unos a los otros, de haber copiado, de haberse inspirado, de haberse relacionado, como una gran bacanal pictórica en la que los artistas se intercambian algunas partes, el todo o meros detalles. La culminación de la degeneración estilística arrancó a finales del XVIII.

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Cuestiones como el grito, la expresión extrema de la subjetividad, que tan bien queda apuntalada por los siglos de los siglos en autores como De Kooning, Klee, Michaux, Bacon, Miró o Khäte Kollwitz, aparece exhaustivamente representada en este sugerente viaje a las entrañas de la cara menos bonita y pintoresca del ser humano.

Unos confesos descendientes de Goya, otros confesos involuntarios. Todos, formando gusto colectivo, que acentúa la caricatura de nosotros mismos, allá donde quiera que estemos, seamos quienes seamos.

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