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Darío Barrio, el chef solidario al servicio de la vida

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Siempre recordaba una fabada que cocinó para un campamento de niños en la devastada Puerto Príncipe como "el mejor servicio de su vida", aunque durante sus cortos 42 años el cocinero Darío Barrio, fallecido el viernes en un accidente cuando practicaba salto BASE, realizó muchos servicios más.

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Su vida fue corta, pero intensa, no sabía "estar sentado en un sofá", pero marcada por el espíritu de solidaridad que lleva a las personas a sentir que realmente lo que hacen merece la pena.

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Una solidaridad que desplegó desde los fogones de su restaurante dASSA bASSA, en el corazón de Madrid, la ciudad que le vio nacer, y en la que organizó multitudinarios eventos para ayudar a los que más lo necesitan.

Darío Barrio le robaba tiempo a su día a día para atender la llamada de los que sabían que con su carisma y su sonrisa era capaz de mover cielo y tierra para conseguir lo que fuera necesario.

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No dudó un instante en meter en una mochila "un par de mudas" y llenar una maleta de judías, chorizo, morcilla y panceta para viajar a Haití con la ONG Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF) cuando en 2011 un terrible terremoto acabó con la vida de 300.000 personas y dejó a los supervivientes sin nada.

Haití le marcó, al punto de que el agua, algo tan básico como el agua, se convirtió desde ese momento en un "ingrediente estrella", y los niños, de los que recibió cientos de abrazos en las calles de Puerto Príncipe fueron su fuente de inspiración.

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De aquel viaje surgió la organización Escuelas con Fundamento, en la que, además de sus "amigos" los bomberos, participaron cocineros de toda España y con la que logró recaudar fondos para la construcción de escuelas en la capital haitiana.

De la colaboración con BUSF -el se sentía un bombero más y llevaba con orgullo la camiseta- surgieron infinidad de ideas, como la de organizar paellas solidarias, viajar al Amazonas para ayudar en la potabilización del agua, u organizar cursos de formación en el país caribeño al que siempre quiso volver.

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Las ideas le bullían en la cabeza, tanto como la adrenalina que le corría por las venas y a la que solo la muerte le pudo poner freno.

En el pequeño despacho que tenía en su dASSA bASSA, Darío Barrio inventaba, reinventaba y daba vueltas a mil proyectos a los que otros daban forma, porque "lo de escribir" nunca se le dio bien.

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Las paredes de su restaurante eran su mejor libro, un libro de imágenes, las de su vida, en las que la fotografía estrella era aquella en la que aparecía rodeado de niños mientras daba vueltas a una gigantesca cazuela de fabada. Y es que le encantaban los niños, "yo tengo dos, Lucas y Telmo", remarcaba siempre, y sacarles una sonrisa era su mejor medicina.

Hace apenas unos días, el cocinero compartía con su seguidores en Facebook un dibujo de uno de sus hijos.

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"Mi hijo Lucas es un artista, le pido que me dibuje y ... me lo como", decía Barrio junto a la imagen de un hombre dejándose caer en el aire con un paracaídas abierto, el mismo que ayer falló y lo dejó suspendido en el tiempo y en el corazón de los que lo conocieron.

"La vida son muchos minutos, pero solo son unos los claves", repetía el que fue cocinero, estrella mediática, amante de los riesgos, y de la vida, una vida que terminó tan rápidamente como él la vivió.

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