Este artículo se publicó hace 15 años.
Debería compartirlo con Bush
Lo más sorprendente de un fallo tan chocante es que no se incluya al menos una mención a George W. Bush: sin el legado catastrófico y criminal de su antecesor en la Casa Blanca sería imposible imaginar que un presidente recién llegado al poder gane el Nobel sólo por sus discursos, su talante y su sonrisa, sin ningún acuerdo tangible que vender.
El premio es suceder a Bush, simplemente, y por tanto bienvenido sea, porque efectivamente es una gran contribución a la paz mundial y en este sentido nunca un galardón ha sido tan merecido. Pero ahora de lo que se trataría es que Obama empezara a ganárselo como si Bush no hubiera existido. Es decir, haciendo algo que justifique un galardón que mantiene un gran prestigio a pesar de que se ha otorgado a personajes como Henry Kissinger, el hombre vivo que más golpes de Estado y guerras ha diseñado.
Ciertamente, Obama ha prometido cerrar Guantánamo, pero pasan los meses y el penal sigue abierto y sus arquitectos, tan campantes. Y habla de paz, pero manda más soldados a Afganistán, donde ni siquiera ha finiquitado la operación Libertad Duradera, que arruina con sus bombas sobre civiles cualquier avance hacia la paz.
Y habla mucho de multilateralismo, pero abre siete bases militares en Colombia con el resto de América Latina en contra.Y dice que retira el escudo antimisiles de Europa, pero parece que a lo mejor lo recicla. Y promete luchar contra el cambio climático, pero aún no ha ratificado Kioto, pese a que ya ha llovido mucho desde que ganó.
A lo mejor aquí está el truco y no nos hemos dado cuenta. El comité que otorga el Nobel, consciente de lo que nos jugamos en la Cumbre del Clima del próximo diciembre en Copenhague, le habría mandado un regalo envenenado para que no le quede más remedio que sumarse al tratado.
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