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"El desarrollo sostenible no es más que un burdo camelo"

Julio Villanueva es un preso ecologista. Con otros siete activistas fue condenado a cuatro años y diez meses de prisión por un sabotaje de las obras del pantano de Itoiz (Navarra) en 1996. En agosto entró en prisión.

ARTURO DÍAZ

Julio Villanueva (48 años), es uno de los ocho ecologistas que sabotearon las obras del pantano de Itoiz (Navarra) en 1996. Fueron condenados por secuestro, por haber retenido al guardia de seguridad del recinto durante unos minutos, a penas que superan los cuatro años. Y eso que esperaron a que llegara la Guardia Civil tras su “acción”, se justifica el hombre.

Fue detenido y encarcelado en agosto cuando renovaba su carné de conducir. Desde su celda en la cárcel de Pamplona, el ecologista responde a las preguntas que Público le ha hecho llegar.

Villanueva, que es biólogo, se reafirma en su pelea contra el “desarrollismo aniquilador” pese a la falta de libertad en la que vive.

¿Cómo sienta ser encarcelado por algo ocurrido hace tanto tiempo?

Independientemente de que la causa del encarcelamiento haya sucedido hace poco o mucho, la pena por nuestra acción es un castigo injusto tras un juicio en el que la razón política primó sobre la jurídica. Por tanto, no puedes  estar bien. En mi caso da más rabia porque estuve ocho años en busca y captura. Cuando me detuvieron me hundí porque, aunque en la clandestinidad hay que estar preparado psicológicamente para una posible caída, cuando ocurre es un palo muy grande. Los planes que tenía se hacieron añicos. Nunca mejor dicho, 4 añicos y diez meses.

¿Por qué no se les buscó en su momento?

No es cierto. Policías de paisano han ido a menudo a nuestras casas y a veces han esperado cerca durante días.

¿Cómo han sido los años de huida?

Duros y difíciles, ya que ni en el exilio ni en la clandestinidad puedes hacer vida normal. Tienes que dejar atrás tu casa, tus amistades, tu trabajo... A este desarraigo se añade la ansiedad, el estrés y la angustia de saber que  puedes caer en cualquier momento.

¿Se arrepiente de haber saboteado aquellas obras?

En los movimientos de defensa de la tierra, excepto honrosas excepciones, la protesta se ha limitado a acciones de denuncia, simbólicas, y en muchas casos, folclóricas. Estas actuaciones son a todas luces insuficientes, porque el planeta está enfermo de muerte. Hay que parar más infraestructuras destructoras. El corte de cables supuso parar las obras un año; la pena es que no conseguimos la paralización definitiva, pero el camino es ése.

¿Valió la pena luchar por parar Itoiz ante el hecho consumado de su terminación y llenado?

Los hechos no están consumados. La tierra no sólo no ha dado su visto bueno a las pruebas de llenado. Por medio de más 1.400 terremotos, 300 estruendos y el constante deslizamiento de la ladera izquierda les está insistiendo en que no prosigan. Además, aunque el pantano ya funcionara, la lucha contra las agresiones a la tierra y el modelo desarrollista actual siempre vale la pena. Es necesario y una obligación defender el planeta que nos da la vida. La lucha en defensa de amalurra, madre tierra, en euskera, en la mejor herencia que podemos dejar. La lucha que se pierde es la que nunca se empieza. Aparte, las acciones concretas aumentan la conciencia de la gente y ayudan al desarrollo de luchas futuras. Así, nuestra acción fue un referente para otras. De ahí el castigo ejemplarizante que el sistema nos impuso.

¿La sociedad entendió esa pelea?

Para muchos que todavía no están tan contaminados por el discurso desarrollista oficial la acción fue limpia, ejemplar, audaz y esperanzadora. Se recibió con gran alborozo. Recibimos cientos de cartas en la cárcel. Hubo movilizaciones, una de ellas, la mayor manifestación contra el pantano. Fueron momentos de euforia.

Se les calificó de terroristas...

Sufrimos el ataque rabioso de los medios de comunicación ligados al poder que nos calificaron de ‘terroristas’, ‘asesinos’, ‘pantalla de KAS’, ‘bárbaros criminales’, ‘violentos pintados de verde’…, entre otras lindezas. Pero esa campaña de manipulación que quería crear una alarma social ficticia, resultó un estrepitoso fracaso. Y es que es muy difícil hacer creer a la sociedad que éramos terroristas. Preparamos meticulosamente la acción para no herir a nadie. Cuando terminamos, esperamos la llegada de la Guardia Civil. En cambio, el Gobierno de Navarra, el Ministerio de Medio Ambiente y la Confederación Hidrográfica del Ebro, y a pesar de las advertencias de los técnicos y de la tierra misma, hacen vivir en continuo temor a miles de personas en torno al pantano. El modelo de desarrollo destructor sí extiende el temor.

¿Ha mejorado el medio ambiente desde que comenzó su oposición al pantano de Itoiz?

Creo que en estos 11 años la situación ha empeorado. A nivel planetario no se está trabajando seriamente para atajar el cambio climático, la desertización, la deforestación, la contaminación y el despilfarro de agua. Al revés, se agudiza un modelo de desarrollo globalizado neoliberal que machaca la tierra y los pueblos desfavorecidos. En Euskal Herria, este modelo de desarrollo salvaje impuesto por las élites desarrollistas de PNV, UPN y PSOE supone la proliferación de infraestructuras devastadoras. Se trata de las autovías, el AVE, el Canal de Navarra, las incineradoras y centrales térmicas, superpuertos como el de Pasaia, centrales eólicas y la destrucción de parajes emblemáticos como el de Larra.

¿Qué espera del futuro?

El sistema aparece ahora como el mayor abanderado de lo que llaman desarrollo sostenible, pero eso no es más que un burdo camelo. No hace falta más que ver el destrozo que están realizando para construir la Expo Zaragoza 2008 cuyo lema es Agua y desarrollo sostenible. La única alternativa es seguir la pelea contra el desarrollismo aniquilador y propugnar una forma de vida basada en la autogestión descentralizada y respetuosa con la naturaleza. 

 

 

El pantano de Itoiz (Navarra) es con toda probabilidad la obra pública más polémica de las emprendidas en democracia.

El paredón que remansa el Irati (afluyente del Aragón y subafluyente del Ebro) fue concebido desde los años 80 como la clave para asegurar los regadíos de la Ribera. La oposición de los ecologistas resultó frontal desde su origen porque tres reservas naturales resultaban afectadas.

Así, el proyecto ha tenido un recorrido judicial intenso con la intervención de varios gobiernos a su favor. Pese al sabotaje del grupo de Villanueva, las obras continuaron y se llegaron a hacer las pruebas de llenado.

El gran argumento ahora es la seguridad. Varios catedráticos han expresado su temor a que la presa se derrumbe con consecuencias catastróficas que afectarían a Zaragoza y la central nuclear de Ascó (Tarragona).

Aseguran que el peso del agua está provocando tensiones en una falla próxima lo que explicaría el aumento de los terremotos en la zona.

Alertan, además, de los desprendimientos de una ladera del pantano que podrían romper la presa.

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