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Desavenencias dentro de una maltrecha unidad

 

 

D. B.

Los países del euro están 'resueltos a hacer lo necesario para garantizar la estabilidad de la zona del euro en su conjunto'. Lo dicen las conclusiones de la cumbre de diciembre. ¿Hay que ampliar el fondo de rescate? Según Francia y Alemania, no con urgencia, pero sí 'si es necesario', como declaró la ministra francesa, Christine Lagarde.

Hungría ha iniciado su presidencia enfadando a los socios europeos

Este compromiso genérico con el euro, expresado por primera vez en febrero del año pasado, se ha repetido como un mantra, como el clavo ardiendo de la unidad al que se aferran los socios del euro y que dependiendo de la circunstancia se interpreta como un apoyo a cualquier propuesta. Sin embargo, no es sino una trampa retórica, ya que hay pocos casos de responsables públicos que se declaren dispuestos a atacar a su moneda, o a no hacer 'lo necesario para garantizar la estabilidad'.

Más allá de esta precaria unidad, en la zona del euro reina cierta discordia, cierto sálvese quien pueda. Por una parte, entre los países que la componen. Alemania y Francia pretenden actuar como una sola persona, pero desde el carisma de sus líderes hasta las presiones de la opinión pública son diferentes. Por otra, los llamados países periféricos, más acosados por la especulación: Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia o Bélgica, la nueva incorporación al club, que demandan menos cacareo y más defensa seria del euro para ganarle la partida a los mercados.

La desavenencia quizás más soterrada es la institucional. La Comisión Europea dio el miércoles la voz de alarma: hace falta reforzar el fondo y flexibilizar su uso, aseguró su presidente, José Manuel Durão Barroso. 'Más vale prevenir que curar', advirtió Olli Rehn, comisario de Economía.

Pero el Ejecutivo comunitario, cuyo presupuesto es limitado, sabía que esas negociaciones estaban ya en marcha y no tiene fondos que aportar por su limitado presupuesto. 'Barroso actuó de manera irresponsable, alentando expectativas sobre el dinero de otros y marcando plazos que no le corresponden a él', indica, sin ocultar su enfado, una fuente del Consejo, sede de los 27, que se encuentra en Bruselas justo enfrente a la de la Comisión.

Todo forma parte de un continuo tira y afloja en el que ha desembarcado un nuevo actor: la presidencia húngara de la Unión Europea, que ha comenzado el año enfadando a sus socios europeos por una norma que amordaza a la prensa y otra que grava más a las empresas extranjeras que a las nacionales, ambas probablemente ilegales y que ya analiza Bruselas.

Hungría dirigirá las reuniones de los 27 ministros de Economía de la UE, y probablemente tendrá que convocar reuniones de urgencia para estabilizar la moneda común. Sin embargo, no está en el euro y tampoco en las reuniones del Eurogrupo, que dirige Jean-Claude Juncker. A principios de este mes, Budapest prometió hacer todo lo 'necesario' para proteger al euro, algo que en Bruselas y en las capitales no hace sino aumentar unos nervios ya de por sí a flor de piel.

 

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