Este artículo se publicó hace 16 años.
La desgracia de llamarse como un delincuente
Manuel Campos Carmona asume varias multas y penas de cárcel por culpa de errores judiciales
Hace 14 años comenzó la pesadilla para la familia Campos Carmona. A Manolo comenzaron a remitirle citaciones judiciales que en la mayoría de las ocasiones terminaban con penas de multa relacionadas con hechos que nunca había cometido.
La situación de este joven de 30 años que se gana la vida recogiendo chatarra se fue agravando. Las sanciones económicas se fueron convirtiendo en días, fines de semana e incluso meses en la cárcel. Y todo por delitos de los que no sabía absolutamente nada.
Su ‘único' problema es que su nombre y apellidos coinciden con el de al menos 25 personas en la provincia de Málaga, donde reside, y con las que incluso llega a compartir el número del DNI, o idénticos nombres de pila de padre y madre. Esto, unido a su condición de gitano y a sus pocos recursos económicos, le ha llevado a estar relacionado con un centenar de causas judiciales.
El plus de ser gitanoAhora su madre, Emilia Carmona, clama justicia de nuevo. Pide una investigación para aclarar lo sucedido con Lolo -así lo conocen popularmente- tras comprobar que en los últimos meses errores judiciales como los del caso Mari Luz "han demostrado que los jueces también se equivocan".
Su situación es desesperada. No puede evitar las lágrimas cuando habla de su hijo. En estos años ha pedido ayuda al Defensor del Pueblo Andaluz, se ha reunido con concejales socialistas del Ayuntamiento de Málaga -que ayudaron a que saliera en una ocasión de prisión-, con diputados y representantes de la Fiscalía; y ha escrito cartas al presidente andaluz y al Consejo de Ministros.
Durante su andadura por las salas de vistas de la Audiencia Provincial, Manuel Campos, se ha encontrado con situaciones tan sorprendentes como la coincidencia con otra persona que también había sido citada con el mismo nombre y apellidos para un único juicio. También fue acusado de un robo con violencia que se cometió mientras estaba en prisión y se le notificó una sentencia que le acusaba de asesinato, que en realidad había cometido otra persona, con la misma identidad, pero mayor que él.
"Mi sensación es la de estar en un desierto donde por mucho que grite nadie me puede escuchar", asegura Emilia, quien se muestra desesperada al comprobar que, pese a que algunos juzgados de instrucción han reconocido el error, siguen llegando citaciones y notificaciones.
Ella, al igual que su hijo, cree que si no fueran gitanos esta historia ya se habría solucionado, y resta credibilidad a la Constitución porque su experiencia le dice que "todos no somos iguales ante la ley". Emilia también denuncia que cuando se habla de alguien de su raza "por cojones tiene que ser malo".
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