Este artículo se publicó hace 15 años.
Destrucción masiva de riqueza y despilfarro de dinero público
Las consecuencias negativas de la crisis están a la vista de todos: destrucción masiva de riqueza, aumento galopante del desempleo y pérdida de expectativas para los más jóvenes, que ven frustradas sus esperanzas de acceder al mercado laboral. Hay quien habla ya de toda una generación perdida.
La magnitud de la recesión y la incapacidad del sector privado para atajar un problema que comenzó en su seno (mientras los poderes públicos hacían poco por detenerlo, por desidia o desconocimiento) han empujado a todos los Gobiernos del mundo a lanzar gigantescos planes de rescate. Primero, para evitar el colapso de la banca, y después, para tratar de estimular la economía con multimillonarios paquetes de estímulos fiscales o con ayudas directas a otros sectores considerados también estratégicos, como el de la automoción.
En medio de ese aluvión de recursos públicos, calificado por algunos de despilfarro, algunos de los gestores de empresas y bancos que tuvieron un papel capital en el estallido y posterior desarrollo de la crisis han capeado el temporal sin dejarse demasiados pelos en la gatera.
Uno de los casos más representativos, aunque no el único, fue el de Sir FredGoodwin, presidente ejecutivo de Royal Bank of Scotland (RBS) desde 2000 hasta 2008, cuando dimitió por el colapso de la entidad, nacionalizada por el Estado. Se marchó entre el vilipendio generalizado por su mala gestión, aunque con una pensión vitalicia que accedió a rebajarse el mes pasado hasta la módica cifra de sólo 400.000 euros al año, previo finiquito de 3,1 millones.
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