Este artículo se publicó hace 13 años.
Dimitir es una cosa que siempre les sucede a otros
Antonio Avendaño
Es improbable que los ex consejeros andaluces de Empleo Guillermo Gutiérrez, José Antonio Viera y Antonio Fernández no sean hombres honrados, pero es igualmente improbable que hicieran bien su trabajo de responsables políticos de un departamento en el cual se han venido cometiendo de manera sostenida irregularidades que nos avergüenzan a todos y con toda seguridad también a ellos.
La más sonrojante de todas es que al menos 70 personas se beneficiaron de prejubilaciones que no les correspondían. El oficio de la política consiste muchas veces en pagar por cosas que uno no ha hecho, del mismo modo que consiste muchas otras en cobrar por cosas que uno tampoco ha hecho. Vaya una cosa por la otra. Es cierto que en la política española no dimiten ni los hombres honrados ni los otros: los honrados porque son honrados y los otros porque no lo son. Ambos son leales a sí mismos, pero no leales a su trabajo.
En una cosa sí coinciden: en la sincera extrañeza que sienten cuando alguien los señala con el dedo reclamando su dimisión. Miran a un lado, a otro, detrás y no ven a nadie. ¿Yo? ¿Me señalas a mí? Dimitir en España es como morir: una cosa que sólo les sucede a los otros. Será por eso que hay entre nosotros tanto vivo.
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