Este artículo se publicó hace 16 años.
Los disléxicos se abren camino en el campus
La mitad de las universidades ofrecen apoyo a los alumnos con problemas
Con el doble de esfuerzo, pero llegan. Los disléxicos, cuyo trastorno comienza a hacerse visible en la escuela, arrastran sus dificultades a la universidad. Por lo menos, más de la mitad de ellos que, según estimaciones de miembros del colectivo, son los que acceden a la enseñanza superior.
La puerta de entrada al campus no es fácil de abrir, puesto que pocas universidades españolas tienen un protocolo de actuación y ayuda para estos estudiantes. Sobre todo el camino es arduo para los que se les ha detectado tarde este trastorno. "La universidad no está preparada para atender individualmente a estos alumnos", reconoce la directora de la Oficina de Apoyo a Personas con Necesidades Especiales de la Universitat de les Illes Balears, Dolors Forteza.
No hay un registro de los estudiantes con dislexia que acceden a la universidad. En Baleares, por ejemplo, dependiendo del año, son un grupo de entre cinco y diez alumnos, mientras en la Universidad de Santiago de Compostela tienen conocimiento de que sólo estudia un disléxico. Aunque es un trastorno que debe diagnosticarse a edades tempranas para un pronto tratamiento, hay jóvenes que entran en el campus sin que se les haya detectado el problema o recién diagnosticado. El pasado abril, la Universitat de les Illes Balears tuvo una alumna con dislexia en las pruebas de acceso para mayores de 25 años.
El primer escollo a superar es la Selectividad. Sólo Baleares ha ideado una específica para este colectivo, que tiene problemas para leer, escribir, deletrear y, a veces, hablar. Se les hacen los exámenes sin tiempo límite, en un aula separada, con la posibilidad de preguntar dudas a los profesores, se revisa con ellos la ortografía, no se tienen en cuenta las faltas a la hora de corregir, en ocasiones se les deja usar diccionario y se les anima.
Otras regiones, como Madrid, adaptan los tiempos del examen al ritmo de los disléxicos. Igualmente, en Catalunya, a partir de este año, los estudiantes que lo soliciten cuando se matriculen para las pruebas de acceso a la Universidad tendrán más tiempo para realizarlas, pero no estarán en un aula con menos gente ni se tendrá más manga ancha a la hora de corregirlas. "Se adapta, pero sin un protocolo especial como el de Baleares", reconocen desde la Universidad Autónoma de Barcelona.
Superada la primera valla, queda el largo camino de, como mínimo, tres cursos plagados de asignaturas, prácticas, trabajos, clases, exámenes, tomar apuntes... Más de la mitad de las universidades tiene un servicio de atención a los alumnos con discapacidad. Pero, ¿la dislexia es una discapacidad? El Parlamento Europeo adoptó en octubre pasado una resolución en la que aboga por que las autoridades sanitarias de la Unión Europea reconozcan formalmente la dislexia como discapacidad. El contratiempo es que este texto sólo tiene valor político pero no es jurídicamente vinculante.
Pocos recursos
Así, se tiende más a disponer de herramientas de ayuda y guías de actuación para alumnos con deficiencias visuales, auditivas o de movilidad. Aunque, poco a poco, se va ofreciendo a los disléxicos un mayor respaldo y la posibilidad de diagnosticar su problema en la propia universidad.
"Les damos apoyo en la medida de nuestras posibilidades, según el capital del que dispongamos", explica la vicerrectora de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid, Margarita Barañano. Siempre bajo demanda de los propios disléxicos, que han de acudir a los servicios de atención y entrevistarse con los especialistas de la oficina para que se evalúe sus necesidades específicas.
"Cada alumno debe pedir ayuda. No queremos ser paternalistas", añade el responsable del Servicio de Participación e Integración de la Universidad de Santiago de Compostela, Javier Agrafojo. En este sentido, la vicerrectora de estudiantes de la Complutense de Madrid señala que no hay una solución igual para todos. "Contamos con pocos medios, pero, poco a poco vamos consolidando las estructuras de apoyo", añade Dolors Forteza desde Baleares. A su juicio, es un trabajo que lleva su tiempo.
Las instituciones universitarias aseguran que trabajan para conseguir igualdad de oportunidades para todos los alumnos. "Todavía nos queda camino por recorrer pero estamos andando", insiste Forteza. Al no haber un protocolo fijo y ante la escasez de herramientas, los métodos que utilizan son diversos, aunque ceñidos a las evaluaciones: más tiempo y tener en cuenta sus dificultades en las correcciones.
Además, las acciones dependen de las necesidades del alumno y de las peticiones que realice a las instituciones universitarias. En la Universidad de Santiago de Compostela, por ejemplo, un estudiante disléxico de Erasmus reclamó más tiempo en los exámenes y que se le entregaran las preguntas en letra del tipo Verdana y en tamaño 14, puesto que le resultaba más comprensible. Este escocés planteó también a la universidad la necesidad de comprar una especie de escáner que utilizaba en su país, pero finalmente retiró la demanda.
Este abanico de desigualdades puede tener parte de su raíz en que, al contrario que la Ley Orgánica de Educación (LOE), donde se reconoce expresamente las necesidades del colectivo de disléxicos, la legislación universitaria no lo contempla tan específicamente. "El que llega a la universidad con dislexia es porque no ha recibido un tratamiento adecuado ni un diagnóstico temprano. No se puede llegar tan tarde con dislexia", argumenta el subdirector general de Ordenación Académica del Ministerio de Educación, Juan López Martínez.
El profesorado, gran parte del apoyo que necesitan los disléxicos, recibirá formación específica sobre este trastorno. Hasta ahora, los docentes se esforzaban en poner buena voluntad, pero durante su formación en la universidad la dislexia "ha sido sólo una hoja de su libro", denuncia Iñaki Muñoz, presidente de la Federación Española de Dislexia (FEDIS). En su opinión, los que terminan la carrera de Maestro, Psicopedagogo o Logopedia no dominan el trastorno de la dislexia.
Con el nuevo Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), por el cual se reformarán las actuales carreras en un plazo de dos años (hasta 2010), la titulación de los maestros tendrá formación para atender a la diversidad del alumnado, entre ellos los disléxicos, según el Ministerio de Educación. La identificación temprana y la colaboración con la familia serán dos de los ejes principales.
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