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'Don Vito' Correa y su torpe escuela de mafiosos

Los miembros de la trama Gürtel imitaron a profesionales del crimen organizado sin mucho éxito

PEDRO ÁGUEDA

El levantamiento del secreto sobre un tercio del sumario de la trama Gürtel ha revelado cómo Francisco Correa y sus socios intentaron jugar a peligrosos mafiosos, vistiendo lo que era una trama de corrupción política con un traje a rayas de amenazas, chantajes, seguimientos y hasta un misterioso incendio. Una sus antiguas colaboradoras, Isabel Jordán, acabó denunciando a la Guardia Civil el acoso al que fue sometida. Primero empleada y luego administradora única de dos empresas de la red, Correa y los suyos la acusaron de 'meter la mano en la caja' mientras sospechaban que había acudido a la Policía para denunciar sus prácticas.

La versión que Jordán, también imputada por varios delitos, ofreció al juez Garzón cuando fue detenida, la hace pasar por una honrada empleada que se dejó engatusar para figurar al frente de Easy Concept y Good and Better. Según su propio testimonio, cayó en desgracia cuando se negó a participar en los manejos que Correa y Pablo Crespo le propusieron.

El despacho del novio de Jordán sufrió un incendio mientras él negociaba con la trama

El comienzo de la historia de Felisa Isabel Jordán comienza días después de los atentados islamistas de 2004. Su amigo Rafael Hernando, diputado y actual portavoz de Inmigración del PP, decide ayudarla a buscar trabajo y la presenta a Jesús Sepúlveda, encargado de organizar los eventos del PP en la época de Aznar, y ya en aquel entonces alcalde de Pozuelo. Sepúlveda le aclara que el puesto no es en el PP sino en una empresa que 'trabaja para el partido', así que la presenta a su amigo Francisco Correa. Este comprueba que Jordán se ajusta al perfil que él necesita. Álvaro Pérez , El Bigotes, va a dejar Special Events para ocupar un puesto de responsabilidad en un medio de comunicación y Correa necesita suplirle con alguien que tenga experiencia en el mundo de la comunicación y la organización de eventos.

Finalmente, El Bigotes no se marcha, pero Correa cree que puede aprovechar la experiencia de Jordán, así que la amiga de Rafael Hernando empieza a trabajar en el conglomerado de empresas, ganándose poco a poco la confianza de Correa, quien le llega a proponer que figure como administradora única de las sociedades citadas. Los problemas entre Jordán y sus jefes comienzan a principios de 2007 cuando se niega a firmar las cuentas de las empresas que representa. En octubre de ese año, la situación es ya insostenible y el día 16 Jordán acude al cuartel de Boadilla del Monte para denunciar la desaparición del libro de registro de socios, facturas y otros documentos de la sede de Easy Concept.

Fotos y seguimientos

La red investigó si tenía los teléfonos pinchados, pero no detectó las escuchas policiales

Al día siguiente, Elisa Isabel Jordán y su novio, el abogado Gustavo Galán, cuando se dirigen a un restaurante de Boadilla se percatan de que les siguen dos coches. Tras salir del establecimiento, los mismos autos continúan la vigilancia, por lo que Jordán y su pareja advierten por teléfono a la Guardia Civil. Una patrulla que está en la zona da el alto a los dos vehículos y encuentra en uno de ellos una cámara de fotos con un amplio reportaje sobre Jordán: su casa, su automóvil, la foto de su hija, la de su hermana con los gemelos que acababa de tener... El individuo que guardaba la cámara dijo a los guardias que le gusta seguir a la gente, pero en el registro también aparecen fotocopias con datos sobre Jordán. Isabel, que ya está presa de un cuadro de ansiedad, regresa en dos ocasiones al cuartel. En la última la acompaña su hermana, que denuncia sentirse espiada por alguien que ha hecho una extraña marca en la puerta de su casa, donde vive junto a los gemelos y su marido, policía municipal que trabaja en la escolta de Alberto Ruiz-Gallardón.

Correa y Pablo Crespo estaban convencidos de que Jordán les había delatado, así que bloquearon su acceso a los ordenadores y paralizaron la auditoría externa encargada por ella. Sin embargo, se vieron obligados a negociar. Isabel había decidido quedarse con 170.000 euros de la empresa por si no le pagaban sus honorarios, decía y con información muy relevante que luego puso a disposición de Garzón.

Pero el suceso que paralizó a Jordán tuvo lugar durante uno de los encuentros de su novio con los abogados de la trama Gürtel. Al regresar, Gustavo Leal se encontró una dotación de bomberos a las puertas de su despacho. Alguien había incendiado la recepción del bufete.

Los despropósitos de la trama al coquetear con las prácticas mafiosas incluyeron medidas de contravigilancia. Costa y Correa contaban con un asesor, Juan Pérez Mora, al que le suponían contactos en Judicatura y Guardia Civil. Pérez Mora, que figura entre los imputados, fue el encargado de rastrear los teléfonos de la red para asegurarse de que no estaban pinchados por la Policía. En una conversación intervenida por los agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal, le dice a Crespo que puede estar 'tranquilo' al hablar por su teléfono y le advierte de la factura que va a pasarle por tan brillante trabajo.

Correa y Crespo estaban obsesionados con sus conversaciones telefónicas, pero ni eso los libró de regalar infinidad de pruebas a los investigadores que las escuchaban. Creían que tenían 'líneas seguras' y adquirían terminales en el extranjero. Paco Correa echaba broncas a quién rompía la discreción durante las conversaciones. 'Que conmigo, con Paco Correa, no hables nada por teléfono', le ordenó a una colaboradora. Otras veces caían en torpes metáforas para esconder el verdadero sentido de sus palabras. 'Estoy esperando 500 canapés', le dijo El Bigotes a Pablo Crespo en otra ocasión. La Policía entendió enseguida que se trataba de 500.000 euros.

En lo único que logró la red de Correa parecerse a una banda de criminales organizados fue en el modo en que cayeron, traicionados por un antiguo colaborador, José Luis Peñas, que acudió a Fiscalía con decenas de horas de conversaciones grabadas a los implicados en charlas telefónicas y encuentros. Eso, a pesar de que en la contabilidad de la trama se registra un gasto de 2.320 euros para un inhibidor de frecuencias, que anula los micrófonos ocultos. En esa misma anotación de gastos, un poco más abajo, aparece Francisco Correa bajo el alias de Don Vito.

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