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Duelo de damas en campaña

Michelle Obama y Ann Romney tienen más popularidad que sus maridos y trabajan para arañar votos de mujeres e indecisos

ANNA FLOTATS

'Dime cómo vives y cómo es tu pareja y te diré quién eres'. Así describe Antoni Gutiérrez, asesor de comunicación y consultor político, el objetivo de las mujeres de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Tanto Michelle Obama como Ann Romney hacen campaña prácticamente a diario para arañar votos de indecisos y, sobre todo, de mujeres.

De hecho, la palabra 'mujeres' fue una de las más repetidas en el segundo debate entre Barack Obama y Mitt Romney. El voto femenino favorece al candidato demócrata, que en 2008 consiguió un 56% de papeletas de mujeres frente al 43% de John McCain. Desde hace décadas, el número de mujeres registradas para votar (70,4 millones) supera al de los hombres, según el Center for American Women and Politics. Las actividades políticas de las esposas de los candidatos (cenas de recaudación de fondos, entrevistas y actos de campaña en solitario) buscan hacer ver, precisamente, que a los candidatos les preocupan los problemas de las mujeres.

Mientras viajan por Estados Unidos pidiendo el voto para sus maridos, tanto Michelle como Ann aventajan a sus esposos en popularidad. Según una encuesta de The Washington Post publicada hace un mes, la mujer de Barack Obama tiene una popularidad del 69% -su marido, del 56%- y la esposa de Mitt Romney alcanza un 52%, siete puntos más que su marido (45%).

'Las esposas dan una información complementaria muy valiosa para los electores'

La profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona Núria Fernández, especialista en la representación de las mujeres políticas en los medios, apunta que la figura de la primera dama estadounidense 'no tiene definición formal, pero está en el imaginario de los ciudadanos desde hace siglos y es el símbolo más visible de la condición femenina'. 'De hecho', sigue Fernández, 'la ciudadanía espera de las primeras damas un papel más tradicional que el que esperan que tengan las mujeres de sus propias vidas'. 

Además, mostrando cómo son y cómo se relacionan con sus parejas, 'las esposas de los candidatos dan una información complementaria muy valiosa para los electores', explica Gutiérrez. 'No dan información sobre los candidatos, sino sobre cómo los ven ellas', por eso, a pesar de arañar votos en caladeros contrarios,  las dos 'son unas excelentes embajadoras para los indecisos', añade Gutiérrez. 

 

'Barack no ha olvidado sus comienzos. Para Barack lo importante no es cuánto dinero gana, sino si puede marcar una diferencia en la vida de los demás', afirmó Michelle Obama en la convención demócrata el pasado 5 de septiembre. La defensa de su marido, desde un punto de vista cercano y personal, mostrando su lado más humano y cotidiano, por encima del proyecto político y más allá del partido, contrasta con la de Anna Romney en la primera convención republicana. 'Miren en sus corazones. Este es nuestro país. Estos son nuestros hijos y nuestro futuro. Ustedes pueden confiar en Mitt. Este hombre nunca fallará'.

 

Michelle y Ann muestran al mundo dos modelos de mujeres casi opuestos porque, entre otras cosas, sus orígenes no pueden ser más distintos. Michelle, afroamericana de 48 años, nació en el seno de una familia de clase trabajadora en Chicago y es abogada de profesión. Ann, de 63 años, es hija de una familia acomodada y siempre fue ama de casa. Se convirtió al mormonismo por su marido y ha dedicado su vida a criar a sus cinco hijos y 18 nietos. Representa el pilar de una familia conservadora al uso, con el añadido de fortaleza que implica haber afrontado un diagnóstico de esclerosis múltiple en 1998 y sufrido un cáncer de mama diez años después.

'Esa imagen de madre de familia abnegada muestra a una Ann Romney cercana a un sector conservador donde triunfa la idea de mujer volcada totalmente con la familia', señala Fernández. 

Pere-Oriol Costa, catedrático de Comunicación Política de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en campañas electorales, señala que estas diferencias se aprecian en que tanto una como la otra 'tienen objetivos específicos en la campaña'. Michelle, por ejemplo, 'ha reivindicado los productos propios en la cocina y la moda americana, pero 'el común denominador entre ambas, eso sí, es 'dar sensación de familia y mostrar buena relación con los hijos', explica Costa. En eso se centra, sobre todo, el mensaje de Ann Romney, puntualiza Costa: 'En la campaña, la esposa del republicano tiene la función de dar a conocer a su familia y humanizar a su marido'.

Algo que realmente necesita después de la polémica sobre el aborto que inició el aspirante a senador de Misuri, Todd Akin, quien dijo que 'si se trata de una violación legítima el cuerpo de una mujer tiene formas de evitar' un embarazo no deseado. Lejos de evitar el debate, hace unas semanas, el candidato al Senado por el Estado de Indiana, Richard Mourdock, que declaró en pleno debate en la Cámara Alta que los embarazos tras una violación son porque 'Dios quiere que pase'.

Romney tampoco ha estado demasiado acertado en su defensa por la igualdad de oportunidades. En el debate del 17 de octubre, el republicano recordó que, cuando fue gobernador de Massachusetts entre 2003 y 2007, su gabinete hizo 'un esfuerzo por salir y encontrar a mujeres bien cualificadas para ser miembros' de su equipo. 'Fui a una serie de grupos de mujeres y les dije: '¿Nos pueden ayudar a encontrar gente?', y nos trajeron archivadores enteros llenos de mujeres', añadió. Al día siguiente, el candidato demócrata a la vicepresidencia, Joe Biden, dijo no entender 'muy bien de lo que estaba hablando' Romney y apuntó que 'hay tantas mujeres cualificadas para aspirar a cada puesto de trabajo en este país que no hace falta tener que pedir (ayuda) para encontrar a una. 

Ann ha tenido que ayudar a su marido a 'mejorar su posicionamiento ante las mujeres' tras estas declaraciones, según Costa. Lo ha hecho, por ejemplo, contraponiéndolo con Obama con frases como ésta: 'A Mitt no le gusta hablar de cómo ha ayudado a otras personas porque lo considera un privilegio, no un argumento político'.

Aun así, las intervenciones de las dos esposas nunca son decisivas porque ambas saben que deben ocupar 'un discreto segundo plano', opina Fernández. 'A pesar de que tienen una agenda muy activa, sus intervenciones han de ser siempre discretas, teniendo un papel de apoyo pero no un papel explícito de activismo político', concluye Fernández. 

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