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Un Ecofin tan gris como la ceniza volcánica

Belén Carreño

Insípido y accidentado. Así pasará para el recuerdo la reunión de los ministros de Finanzas de la UE (Ecofin) que tuvo lugar en Madrid el fin de semana. Los problemas de los ministros y comisarios europeos por llegar y, sobre todo, por regresar a sus países de origen terminó siendo la información más interesante desgranada en las ruedas de prensa. Sólo la presencia del ministro de Economía griego, George Papaconstantinou, una auténtica estrella mediática para los periodistas financieros, aportó una dosis de morbo noticioso en el fin de semana.

La reunión, de carácter informal, venía precedida por una gran expectación ante el posible debate que abrirían los países europeos sobre la tasa financiera y la nueva normativa en marcha. Sin embargo, las fuertes reticencias del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, respecto a la aplicación de este gravamen desinfló los ánimos sobre la aprobación de este impuesto en los próximos meses.

Los europeos expusieron sus diferencias en la materia, que se basan sobre todo en el miedo de que esta tasa afecte al crecimiento en la zona del euro, y en que su aplicación no acabe respondiendo al principio de café para todos. Españay otros países con sectores financieros prudentes se niegan a ser medidos por el mismo rasero que los bancos que asumen altos riesgos.

Por último, la petición del comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Olli Rehn, de revisar los grandes ejes de las cuentas públicas de cada país del euro antes de que se remitan a los parlamentos nacionales, echó sal sobre la herida permanentemente abierta de algunos países (como Alemania) sobre la cesión de su soberanía nacional.

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