Este artículo se publicó hace 15 años.
El eje del mal está en otro sitio
El control estadounidense sobre Uribe va más allá del que pudo tener en su día con Noriega en Panamá
Una cualidad extraña de la existencia de presidentes como Álvaro Uribe es que permite tomar sin margen de error el pulso moral a la política internacional.
Su notada actividad, incluyendo bombardeos a países vecinos, y la trinchera que cava con sus políticas contra la disidencia —asesinato de civiles por el Ejército y su presentación como guerrilleros, el hostigamiento mortal a comunidades indígenas, o el hecho de que el 70% de los sindicalistas asesinados en el mundo sean colombianos— podría ayudar a pensar que el eje del mal está en otro sitio diferente al que normalmente se refiere. Pero la política internacional es el reino hobbesiano por excelencia.
En el movido escenario latinoamericano, la presencia anacrónica de un gobierno de derecha dura y plenamente alineado con la política más rancia de EEUU recuerda con cierta exageración aquellos vientos antiguos de la política de la contención, según la cual no hay otro escenario de relaciones internacionales que el que marca el principio de conmigo o contra mí. Ya lo dijo Roosevelt de Somoza y nadie le llevó la contraria: "Es un hijo de perra pero es nuestro hijo de perra". Con una lógica de cierre geográfico, la Honduras de Micheletti, hace igualmente su parte.
Los golpes se avalanCon el declive del PAN mexicano, Uribe se ha convertido en la pieza clave de la estrategia norteamericana, empeñada en remendar los rotos neocon de Bush en su intento mesiánico de evangelizar a los judíos ayudándoles previamente a machacar a los árabes. Así, los golpes se condenan pero se avalan; la IV Flota vuelve a estar operativa; se instalan bases militares; la política antidrogas se monopoliza entre el mayor productor y el mayor consumidor; y se estigmatiza cualquier política alternativa que se salga de ese esquema.
La reelección de Chávez fue estigmatizada a la altura de HitlerLa política de patio trasero reclama gobernantes algo más que amables con los intereses norteamericanos. En un documento desclasificado de septiembre de 1991, se señala por parte de la DIA estadounidense que Uribe fue un importante actor del cártel de Medellín, amigo personal de Pablo Escobar y responsable en la alta política colombiana de los contactos con el narco y los paramilitares.
Igualmente se señala que el asesinato de su padre —a menudo presentado por el propio Uribe como el argumento para su compromiso contra la guerrilla— fue fruto de una venganza interna de las luchas entre clanes del narcotráfico.
Tantas reelecciones como fueran necesariasCon semejante historial, es evidente que el control estadounidense sobre Uribe va más allá, incluso, del que pudo tener en su día con Noriega en Panamá. Como se vio en la cumbre de la UNASUR en Bariloche, le corresponde a Uribe, en estricta soledad, defender los intereses de EEUU en la región. Bases militares extranjeras incluidas. Esto, igualmente, da muchas claves de las razones de Uribe para lograr mantenerse en la Presidencia de Colombia. Un seguro jurídico hacia fuera y hacia dentro. Lo que obliga a tantas reelecciones como sean necesarias.
No deja de llamar la atención que la reelección de Chávez, motivada por la incapacidad de la revolución bolivariana de articular otros liderazgos capaces de profundizar los logros del proceso, haya sido estigmatizada a la altura del golpe constitucional de Hitler en 1933, mientras que la reelección de Uribe se presenta como un honrado ejercicio democrático. De hecho, y como ha denunciado la oposición, la discusión acerca de las bondades o maldades democráticas de la reelección ni se tocaron. La discusión era otra.
La Cámara de Representantes colombiana, donde casi la mitad de los congresistas uribistas están investigados, procesados o bajo sospecha de vinculaciones con el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción, acaba de aprobar un proyecto de ley que permite a Uribe un tercer mandato. Como en tantas otras ocasiones, la democracia colombiana tiene una última salvaguarda en la Corte Constitucional.
Pero la política internacional no suele detenerse en la gramática jurídica. Y aún menos cuando el trío Chávez, Morales y Correa corre con la cuenta de todo lo realmente preocupante. No lo olvidemos: lo relevante es que Uribe es "uno de los nuestros".
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