Este artículo se publicó hace 16 años.
La English National Opera ofrece un "Boris Godunov" en su versión original
La English National Opera (ENO) londinense, siempre tan variada en su programación, ha ofrecido en el pasado interesantes producciones del repertorio ruso como "Lady Macbeth de Mtensk", de Shostakovich, o "Khovanchina", de Modest Musorgski.
Ahora, vuelve con este último compositor para presentar en lengua inglesa -su particularidad- hasta el 1 de diciembre una nueva producción de su obra maestra "Boris Godunov" en la versión original de 1869.
Inspirada en el drama histórico homónimo de Pushkin, "Boris Godunov" es una ópera extraordinaria sobre el crimen (asesinato de un zarevich), el arrepentimiento y la locura, esta última expresada en ásperas y oscuras sonoridades que parecen salir de la cabeza misma del alucinado protagonista, usurpador del trono de Rusia.
Debussy, gran admirador de Musorgski, elogió en su día la forma en la que su colega penetraba en "la carne viva de la emoción" mientras otros han señalado cómo a través de su música, el compositor ruso logra transmitir a la audiencia una verdad sin adornos.
Esto es algo de lo que parece perfectamente consciente el joven director de la ENO, Edward Gardner, quien desde el foso logra comunicar con fuerza las poderosas imágenes musicales, la primitiva energía de que rebosa la ópera, que se convierte en algunos momentos, como el de las famosas campanas de la coronación, en un auténtico torrente sonoro.
La puesta en escena del británico Tim Albery es funcional y sobria, y la escenografía, minimalista, del alemán Tobias Hoheisel, con una interesante iluminación de Adam Silverman, de una gran eficacia y multifuncionalidad.
Tiene el decorado la forma de una gran caja de madera, que se abre al fondo y por los laterales para aportar algún nuevo elemento según las necesidades de la acción, lo que le permite convertirse alternativamente en un patio empedrado, la celda de un monasterio o el salón del trono.
Los figurines, de Brigitte Reiffenstuel, en especial los de los boyardos que rodean al zar, sugiere que la acción se sitúa, no a caballo entre los siglos XVI y XVII, cuando reinó el personaje histórico que inspiró a Pushkin, sino a finales del XIX, en un país atrasado que no ha logrado escapar aún al feudalismo.
El coro de campesinos, tan importante en esta ópera, funciona aquí como un personaje más de la trama, y los movimientos de masas están perfectamente conseguidos.
Peter Rose, que debuta en uno de los grandes papeles para bajo del repertorio ruso, tiene la necesaria presencia física, pero no resulta del todo convincente como el personaje atormentado por el crimen que cometió para usurpar el poder.
A su lado brillan especialmente John Graham-Hall en el papel del traicionero y escurridizo príncipe Shisky, Robert Murray como el tonto que ve más lejos que cualquier cuerdo, y Brindley Sherratt, que encarna al viejo cronista Pimen.
Frente a versiones posteriores, incluidas las retocadas por Rimsky-Korsakov, la original, utilizada en esta ocasión, es mucho más oscura y claustrofóbica, pero también mucho más compacta y coherente desde el punto de vista musical.
Joaquín Rábago
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