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España trabajará para ampliar los firmantes del nuevo tratado contra las bombas de racimo

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Los países firmantes del nuevo tratado que prohíbe las bombas de racimo, entre ellos España, instaron hoy a los grandes productores y usuarios de estas municiones, como EEUU y Rusia, a que apoyen el acuerdo alcanzado esta semana en Dublín.

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Una de las primeras voces que se pronunciaron al respecto fue la del Gobierno español, que prepara ya dos líneas de trabajo para tratar este asunto con alguno de los grandes productores y usuarios de este tipo de armamento (EEUU, Rusia, China, India o Pakistán) que se niegan a adoptar el histórico acuerdo.

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Como estrategia a corto plazo, España tratará de aprovechar su presencia próximamente en Ginebra en una "conferencia internacional sobre ciertas armas convencionales".

"Allí sí estarán algunos de los citados países y se podrá abordar el asunto de las bombas de racimo en otro contexto", explicó a Efe el subdirector general de No Proliferación y Desarme del Ministerio español de Asuntos Exteriores, Ignacio Sánchez de Lerín.

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A largo plazo, añadió el diplomático, el Ejecutivo español pondrá en práctica "una política de universalización", toda vez que entre en vigor el nuevo tratado internacional.

Será entonces cuando sus esfuerzos se destinarán a explicar los contenidos y las obligaciones adquiridas en el acuerdo a otros países a través de "acciones comunes, con la Unión Europea, y bilaterales", afirmó Sánchez de Lerín.

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Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, felicitó hoy por sus esfuerzos negociadores a los 111 países que han adoptado el tratado e instó a "todas" las naciones a ratificar "rápidamente" sus contenidos.

En un mensaje personal enviado a los participantes de la reunión, Ki-moon destacó la importancia del nuevo acuerdo, que prohíbe, bajo cualquier circunstancia, el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento de las bombas de racimo, al tiempo que refuerza la asistencia a las víctimas, la mayoría civiles.

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Por su parte, el ministro irlandés de Asuntos Exteriores, Micheal Martin, pidió a los países que no asistieron a la conferencia que se acojan al acuerdo.

"El objetivo final es que todos los miembros de las Naciones Unidas lo ratifiquen. Debemos trabajar juntos para explicar y debatir sus contenidos con aquellos que no están aquí", dijo Martin.

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El titular irlandés entregó hoy a todas las delegaciones que han participado en la conferencia una copia del nuevo tratado, que será ratificado por los 111 países firmantes en una ceremonia que se celebrará en Oslo el próximo 2 de diciembre.

Los Estados firmantes y la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC), que agrupó a más de 200 organizaciones no gubernamentales (ONG) durante las conversaciones de Dublín, calificaron el tratado de histórico, a pesar de las destacadas ausencias.

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El Moviment per la Pau (Movimiento por la Paz), participante en las negociaciones, considera positivo "el amplio consenso alcanzado" porque "estigmatizará este tipo de armamento y condicionará también el comportamiento de aquellos que no lo firmen".

"La contundencia del texto permite asegurar que a partir de ahora estas armas quedan sometidas a una condena moral que hará mucho más difícil su uso", afirmó su coordinadora, María Josep Parés.

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Por contra, el Gobierno español, así como la mayoría de los países que pertenecen a la OTAN, ha destacado la inclusión en el tratado del concepto de "interoperabilidad".

De esta manera, "los Estados firmantes y su personal militar pueden cooperar y participar en operaciones militares con Estados no firmantes", según establece el artículo 21 del tratado.

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Para la CMC, esta excepción desvirtúa ligeramente su objetivo final, la prohibición total, pero esa organización y la mayoría de los gobiernos confían en que se repita el efecto del Tratado de Ottawa de 1997 sobre minas contrapersonal, que tampoco fue ratificado por EEUU.

Desde entonces, la presión ejercida sobre Washington por sus aliados ha modificado radicalmente su política sobre el uso de ese tipo de armas, hasta el punto de que ya no las utiliza.

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