Público
Público

"Yo esperaba que diéramos un salto con la República y lo dimos"

Frente a frente. Tres supervivientes de la República, que luego sufrieron la persecución y el exilio, rememoran las conquistas democráticas de la época a preguntas de tres jóvenes militantes de partidos de izquierd

BELÉN TOLEDO

El 13 de abril de 1931, un ataúd de cartón recorría las calles del centro de Valencia. Varios jóvenes habían pintado la palabra 'monarquía' en los laterales y lo paseaban en volandas. Todavía faltaba un día para la proclamación oficial de la II República, pero en las calles ya se respiraba el ambiente festivo. Un niño de 11 años correteaba en torno a la comitiva. Estaba fascinado porque los gritos revolucionarios que estaba oyendo eran muy parecidos a los que evocaban los amigos de su padre, médico de ideas republicanas, en las tertulias que se celebraban en su propia casa. Siguiendo a tan peculiar cortejo, fue a parar a la plaza de Emilio Castelar (hoy, plaza del Ayuntamiento).

En alguna otra parte de ese mismo lugar, lleno a rebosar, una niña de 13 años había recibido el permiso de sus padres para salir a la calle, pese a los recelos de algunos familiares de derechas. Al día siguiente, los dos chiquillos oyeron voces festivas desde bien temprano y acudieron a la multitudinaria fiesta de la proclamación del nuevo régimen. Tal vez se cruzaron, sin todavía conocerse, con una joven de 17 años, hija de un republicano ateo, que, como varios miles de conciudadanos, cruzaba miradas emocionadas con gente a quien no conocía, llevada por la euforia.

'Antes, las señoritas tocaban el piano; con la República, la trompeta si querían'

Los tres protagonistas de esta historia se llaman Juan, Juana y Alejandra. Ahora tienen más de 90 años y ya no son capaces de saltar ni correr. Pero están vivos, lúcidos y con ganas de seguir celebrando la República 80 años después. Por eso, el pasado martes accedieron a reunirse con tres jóvenes, Carlos, Jaime y Anna, militantes o simpatizantes de partidos de izquierda y también de ideas republicanas, para contestar a sus preguntas sobre sus vivencias en esos años. El lugar de lareunión fue el paraninfo de la Nau, el edificio que alberga el Rectorado de la Universidad de Valencia, donde Manuel Azaña pronunció un discurso en 1937 en plena guerra.

A partir de 1939, los tres ancianos sufrieron el exilio, la muerte de personas cercanas en la lucha clandestina contra el franquismo, el encierro en campos de concentración, la detención o la cárcel. Pero antes, vivieron con esperanza y colaboraron con entusiasmo con la República. En la tertulia, los jóvenes interlocutores se interesaron por los logros de este periodo, sobre los que los libros de texto han pasado de puntillas durante años.

«La derecha no entendía el compañerismo entre hombres y mujeres»

'No tenéis idea de lo retrógrada que era España. En el campo, las relaciones laborales no pasaban de la Edad Media. Yo esperaba que diera un salto en la República, y lo dio'. Abre el melón Alejandra, la mayor de los tres, cuya edad entonces17 años en 1931, y su militancia política miembro del Partido Comunista desde 1935 le permitió trabajar activamente en la vida pública.

Los avances, presumieron los tres ancianos, se dieron sobre todo en educación. Jaime pidió más detalles y quiso saber si se beneficiaron también las clases populares o las conquistas quedaron sólo para las élites. 'En cuanto a la educación, sobre todo en los dos primeros años, se logró lo fundamental', resume Alejandra. Hubo más becas, se proyectaron más de 50.000 escuelas y llegaron a abrirse miles de ellas. 'Al principio, se crearon sin edificios, en salas en cada ayuntamiento. En sitios absurdos había escuelas', recuerda Juan. El primer ministro de Educación de la República, Marcelino Domingo, 'consiguió un cambio extraordinario', según Alejandra.

Había especial interés en propagar la cultura. Hubo escuelas para adultos, como la Universidad Popular de la FUE (Federación Universitaria Escolar, a la que los tres pertenecieron). Se ofrecían clases nocturnas, a las que acudió 'gente de todas clases, muchas mujeres, incluso chicas de servicio', evoca Juan. La cultura bajó a la calle, la gente llevaba sus sillas de mimbre a las plazas para presenciar los montajes del grupo teatral El Búho, iniciativa también de la FUE y equivalente valenciano de La Barraca. Se representaban obras de Lope de Vega o Calderón, rememora Alejandra. ¿Y conseguían interesar al público? '¡Claro!, ¡la gente ve lo que es bonito aunque no lo entienda!'.

«Con Franco no sólo hubo muertos físicos, murió el recuerdo de la República»

Junto a la educación, las referencias al avance en los derechos de la mujer fueron una constante en la tertulia. Juana resume: 'En la República las mujeres pudieron acceder a la cultura. Antes, solo podían tocar el piano, que era lo propio de las señoritas. Después, podían tocar la trompeta, si querían'.

Carlos quiere saber cómo vivieron las dos mujeres presentes el debate sobre el voto femenino. Las dos rememoran el enfrentamiento entre las diputadas Victoria Kent y Clara Campoamor en las Cortes. La segunda defendió el derecho al sufragio universal; la primera consideró que las mujeres todavía no estaban preparadas. Estaba extendida la idea de que sobre ellas mandaba la opinión de sus maridos y la del clero.

'Yo estaba en desacuerdo con Victoria Kent, pero era razonable su postura', tercia Alejandra. Juana asiente cuando Carlos apunta que las mujeres fueron culpadas de la derrota de la izquierda en 1933. 'Pero la culpa explica Juan, aún levemente resentido fue de los anarquistas'. La CNT, recuerdan, ordenó a sus afiliados la abstención.

Las féminas pasaron de ser un 'apéndice borroso del hombre', en palabras de Alejandra, a escuchar discursos sobre la igualdad que llegaban a rincones recónditos del mundo rural. Alejandra puede dar fe, porque ella anduvo de pueblo en pueblo arengando a las mujeres. Fue en la campaña electoral de 1936. Recién afiliada al PC, hizo campaña por el Frente Popular. 'Llegaba a cada sitio,reunía a las mujeres y les decía que eran personas y podían pensar, además de concebir, parir y cocinar'. ¿Cómo reaccionaban ellas? 'Pues me hacían mucho caso, claro que sí. Se sentían apoyadas'.

La vida personal de los tres acapara también el interés de sus interlocutores. Frente a las férreas costumbres del franquismo, parece increíble que la moral de la época republicana se pareciera tanto a la actual. 'Mis padres vivieron durante años en la misma casa sin querer estar juntos, y fueron de las primeras parejas en divorciarse gracias a las leyes de la República, cosa que agradecí', narra Alejandra.

Durante la época, además, pasaron cosas tan increíbles en las cuatro décadas posteriores como la amistad entre personas de sexo opuesto. 'Se concebía el compañerismo, la hermandad entre hombres y mujeres, cosa que los sectores más tradicionales no entendían', añadió.

¿Y la homosexualidad? ¿Hubo algún avance en la consideración social de los gays? ¿Se conocía y se respetaba la homosexualidad de García Lorca, por ejemplo? La pregunta es introducida por Carlos, responsable del área de derechos de los homosexuales dentro de las juventudes de su partido.

En este punto, los ancianos no consiguen llegar a un acuerdo. 'Lorca no lo decía, no se hablaba de esto', observa Juana. 'No estaba bien visto', menea la cabeza Juan. 'Sí, pero en general, la época republicana era más avanzada que hace, por ejemplo, diez años. Porque 40 años no pasan en balde', opina Alejandra.

Una pregunta de Anna sobre la reacción social al laicismo del Estado da paso a los recuerdos más negros. 'La regulación del Estado laico fue vista por la Iglesia como una puñalada trapera y se convirtió en un argumento para crear opinión contra la República', narra Alejandra. Los ancianos rememoraran entonces el final del régimen, la guerra y el exilio.

'La gran estafa de Franco fue hacer creer que la República le obligó al levantamiento. Es la hipocresía elevada a la máxima potencia. Decir que ellos se levantaron porque la República llevaba al país al comunismo es una monstruosidad. Llegar a que los represaliados, y también los no represaliados, callaran todo lo que habían vivido para que sus hijos no se expusieran delante de los vencedores. Fue un genocidio, con todas las letras. No sólo hubo muertos físicos, también fue la muerte del olvido, el olvido de lo bueno que tuvo la República'.

Las palabras son de Alejandra, que conserva intacta la indignación. Pero también la generosidad: 'Esta España es heredera de la República. Claro que sin esos 40 años de dictadura estaríamos mejor de lo que estamos ahora', concluye. Después, esta mujer, republicana, comunista y exiliada, recupera la apariencia de anciana normal, se deja ayudar por uno de los chicos a colocarse la chaqueta, y sale del paraninfo. Detrás quedó el estrado en el que Azaña pronunció su discurso, en el que llamó a la concordia nacional. 'Estos son los de la Tercera República', observa una de las personas que habían presenciado la tertulia, mirando a los tres jóvenes.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias