Este artículo se publicó hace 15 años.
El espíritu de los All Whites, orgullo sin prejuicios
En Nueva Zelanda, los futbolistas son ciudadanos prácticamente anónimos
La selección olímpica de Nueva Zelanda baila la Haka. AFP
Hace 28 años, Ricki Herbert vivió una aventura maravillosa en el Mundial de España 82. Defendió el escudo de Nueva Zelanda. Salió goleado en todos los partidos, pero él se quedó con algo más importante que el resultado: "El orgullo de ser un All White".
Herbert, que tenía 21 años, es ahora el seleccionador de la Nueva Zelanda que esta noche se enfrenta a España en la Copa Confederaciones. En realidad, muy poca cosa ha cambiado desde 1982. Sus oceánicos futbolistas están preparados para recibir una invasión de goles, pero Herbert sabe que no se dejarán nada. Antes del partido, no les sugestionará con tácticas en la pizarra, simplemente les pedirá: "Tenemos que mantener el orgullo en nuestro corazón". Para ellos, esto es suficiente.
Ricki Herbert, seleccionador neozelandés, disputó el Mundial de EspañaPorque para Nueva Zelanda el orgullo es pensar que el veterano Vicelich pueda arrebatarle un balón a Fernando Torres o que el jovencísimo Chris Wood inquiete a Casillas. Sólo el mero hecho de captar esa fotografía, de ver si la diferencia les dará para clasificarse para el Mundial del próximo verano, es suficiente en un país en el que el fútbol no despega.
Supremacía del rugbyEl rugby es el deporte nacional en Nueva Zelanda. Y en los veranos está el cricket. Y en cualquiera de los casos el espíritu maorí exalta antes la hazaña de su paisano Edmund Hillary, el primero en pisar la cima del Everest; de Mark Todd, elegido jinete del siglo; o de Michael Campbell, ganador del US Open de golf en 2005.
A la mayoría de los futbolistas cuesta ponerles cara. Incluso a los que hacen carrera en el extranjero como Chris Kilen, apañado goleador del Celtic, o Ivan Vicelich, tantos años en el fútbol holandés. Pero a todos ellos, cuando se ponen el uniforme nacional, les une esa perfección neozelandesa que se explica desde el orgullo. La prueba es Vicelich. Cansado de viejas batallas, se había retirado, pero ante la lesión de Ryan Nielsen, el seleccionador le ha pedido que vuelva. No lo ha dudado. "El orgullo de ser un All White no se olvida y si el país me necesita no puedo obviarlo", ha declarado.
Los futbolistas no son héroes en Nueva Zelanda. Son unos ciudadanos más, que seguramente vivirán en una casa con jardín en primera línea de playa. Es muy posible que tengan su velero y salgan a navegar con su familia en los días libres. Pero eso tampoco es un gran lujo, en un país en el que el paro es insignificante.
Así que un futbolista es un tipo normal, que no se puede permitir comer pescado todos los días. Los nativos tienen su trabajo aparte del fútbol. Y responden al arquetipo de ciudadano neozelandés. Gente que a las seis de la mañana ya se ha levantado y se acuesta más temprano.
Los futbolistas son altos, algunos de ellos rubios, con ojos azules y aspecto de surfistas. Conducen por la izquierda y se comunican en inglés. Con la pelota, sin embargo, son limitados. La ventaja es que los futbolistas se comportan tal y como son. "Jugamos todos adelante y todos hacia atrás", confiesa uno de ellos sin complejos. El suyo es un fútbol sin candados ni prejuicios. No hay, efectivamente, casi ningún partido que acabe 0-0. El único club realmente profesional es el Wellington Phoenix, que juega en la Liga australiana, donde el nivel mejora. La base del equipo nacional está ahí, incluido el seleccionador, Ricki Herbert, que tiene pluriempleo.
La gesta del 82A sus 48 años, Herbert se declara "un gran soñador", incapaz de olvidar la gesta del 82, "la única vez que Nueva Zelanda jugó un Mundial". A Herbert le gustaría que los bares se llenasen de aficionados para ver el partido ante España y que no les importase el horario, como pasa cuando juegan los All Blacks en la Copa del Mundo de rugby. Pero sabe que eso es casi imposible. Seguramente, esta noche (en el España-Nueva Zelanda) podrán comprobar que tienen nivel más que suficiente para alinearse entre los All Whites que no tienen nada que ver con los All Blacks que pelean la Copa del Mundo de rugby...
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