Este artículo se publicó hace 15 años.
"Este libro está inspirado en un centro comercial"
Escritora. Revelación de la pasada temporada literaria inglesa con 'Lo queperdimos', que ahora llega a España
Una niña con intenciones detectivescas, un veinteañero presionado por el entorno social y un grupo de adultos desilusionados de la vida. Trayectorias dispersas que confluyen, con una distancia temporal de 20 años, en un centro comercial de Birmingham (Inglaterra), que bien podría ubicarse en cualquier otra ciudad del mundo. En el contexto artificial del templo moderno del consumo se centra la historia en torno a una misteriosa desaparición que narra Catherine OFlynn en Lo que perdimos, que en España será publicada y distribuida desde el próximo sábado la editorial Seix Barral.
La autora escribió la novela en Barcelona, durante un año sabático para superar, según dice risueña, "la crisis existencial de los 30". Pensó que nadie leería el libro y se equivocó. Su debut literario saltó de las librerías independientes y blogs de lectores a las listas de los mejores premios literarios británicos. Fue el gran éxito de 2007 en Reino Unido y, desde entonces, está conquistando nuevos mercados con cada traducción de su versión original en inglés (What was lost). Los críticos destacaron que, además de ser una escalofriante intriga, es una conmovedora reflexión sobre la pérdida y la soledad. "Aún no salgo de mi asombro. Soy pesimista por naturaleza y, cuando algo bueno me sucede, me cuesta mucho digerirlo", explica OFlynn a este periódico, en su casa de Birmingham.
¿Cómo surgió la idea de montar una novela tan particular como Lo que perdimos?
He trabajado en varios centros comerciales y también los frecuentaba como cliente. Conocerlos desde ambas perspectivas me llevó a pensar sobre el contraste del ambiente que se crea de día y de noche. Están llenos de gente deambulando de un lado a otro, pero se quedan vacíos en cuanto se cierran las tiendas. A mí me inquietaba estar allí sola tras echar el cierre, consciente de que las cámaras de seguridad aún seguían funcionando. Al volver a casa, solía escribir notas para intentar comprender la razón de ese ambiente tan extraño y fantasmagórico. Anotaba fragmentos de conversación con clientes, comentarios de colegas; describía situaciones y experiencias.
¿Tenía ya por entonces el objetivo puesto en una futura novela?
Nunca pensé que fuese material para una novela. Todo lo que escribía era muy descriptivo. Era, más bien, un ejercicio catártico que me ayudaba a desahogarme cada noche. Un día, en el trabajo, un guarda me contó la historia de otro responsable de seguridad que había visto la imagen de una niña en los monitores de televisión de circuito cerrado. Nunca encontraron a la niña. Parece que era una historia inventada, un mito urbano, pero yo me la creí y me alteró los nervios. Algo había en la imagen de esa niña que parecía acaparar todo lo que venía pensando sobre los centros comerciales. Hay algo malévolo en esos espacios abarrotados de gente sin rumbo fijo.
¿Qué representa para usted el centro comercial?
Algunos lo ven como un microcosmos de la sociedad. Para mí, los centros comerciales demuestran que no sabemos realmente qué hacer con nuestras vidas. Damos vueltas sin tener la mínima noción de cuál es la mejor forma de pasar una tarde. Un centro comercial es más grande que sus partes individuales. La gente lo visita, no para ir a una tienda concreta, sino porque quiere experimentar ese sentimiento que se impregna por todo el centro. Se dicen a sí mismos: no estoy solo, no soy raro, formo parte de una comunidad. Les ayuda a realzar su sentido de pertenencia.
¿Cree que Lo que perdimos una novela con muchos detalles autobiográficos?
Las raíces ciertamente son autobiográficas. Me contaron la historia central de la imagen de la niña y trabajé en un centro comercial de Birmingham, pero los personajes y la trama son inventados. Hay referencias personales como la música que me gusta y algunas cosas que odio. Todas esas cosas me interesan y las recojo en la novela. Pero nunca pensé que alguien iba a leer el libro, salvo mi marido.
¿Por qué tan pobres expectativas?
Por miles de razones. No tenía experiencia en narración creativa y ni siquiera creí que terminaría el libro. No soy muy dada a concluir las cosas que empiezo en la vida. Y la razón más obvia de todas es que yo sabía lo difícil que es publicar una novela. Era consciente de la cantidad de gente que nunca lo consigue. Mis expectativas eran mínimas, pero realistas. Soy una persona muy pesimista. Pero también pienso que el pesimismo es, con frecuencia, la postura más realista.
Con los premios y éxito de ventas habrá ganado confianza.
Fue una sorpresa masiva y aún intento que no me afecte. Tuve mucha suerte. Miles de libros publicados se hunden sin dejar huella. En el mío se fijaron desde el principio. Todo empezó en librerías independientes. Los libreros escribieron comentarios en sus webs y de ahí pasó a otros blogs literarios. Internet ayudó a moverlo hacia la prensa nacional.
¿Por qué otros temas te interesas en la novela?
El título es muy prosaico. La novela va exactamente de eso, de las cosas que perdemos. Una niña se pierde, ese es el punto de partida, pero la mayoría de los personajes adultos han perdido el sentido de la dirección. Por otra parte, están los que han perdido a un ser querido por muerte o separación física. Y, en medio, la pérdida de un paisaje urbano. En cierta forma estoy lamentado la desaparición del viejo Birmingham industrial.
¿Es un grito de nostalgia o una denuncia del desarrollo económico?
Intento no reducirlo demasiado, porque no es una cuestión de blanco o negro. No digo que los centros comerciales sean absolutamente malignos y las tiendas tradicionales una maravilla. Pero hay algo grotesco en los centros comerciales. Muchos se construyeron en zonas deprimidas, como forma alternativa de regeneración urbana. Levantaron palacios de consumo y deseo en barrios donde nadie tenía dinero. A un nivel más personal, lamento la pérdida de los terrenos baldíos, con sus fábricas y edificios abandonados, donde jugaba de niña.
¿Contrasta el progreso con la falta de ambición de los personajes que aparecen en la novela?
Sí, es gente que ha perdido la visión de lo que se había propuesto hacer años atrás. Kate, la niña, rebosa de energía, ideas, objetivos. En cambio, los adultos se dejan llevar hacia un trabajo o una relación que ni comprenden ni les gusta. No es mi intención presentar un panorama deprimente, porque todos nos vemos en callejones similares en algún momento de nuestras vidas. Muchos encuentran una salida y la mayoría mantiene la esperanza de encontrarla.
¿Cree que se parece Kate a usted de niña?
Tiene elementos en su personalidad basados en recuerdos de mi infancia. Yo quería ser detective. Convertirme en el mismo tipo de detective, con la misma oficina y gozando de la misma libertad que tiene Kate. Solía pasarme horas enfrente de una sucursal bancaria anotando matrículas de vehículos y observándolo todo por si se producía un atraco. Nunca robaron el banco. Pero, 20 años más tarde, cuando le llevé a mi marido por el barrio, vimos un cartel que decía: "Robo en el banco. ¿Vio algo sospechoso?". Acababa de suceder exactamente lo que tanto había deseado de niña.
¿Se considera usted tan solidaria como el personaje de Kate?
Supongo que sí, aunque no me daba cuenta. Tengo cinco hermanos mayores, pero me llevo diez con el que me sigue. Con ocho años, ya estaban estudiando en la universidad, fuera de casa. Mi padre murió cuando tenía 15.
Se echa en falta a Kate a medida que avanza la novela.
Desde luego es deliberado. Quiero que el lector advierta que Kate se ha ido. Removiéndola del libro, sientes su pérdida mucho más. Deja de ser algo abstracto. Puse mucho empeño en hacer de Kate un personaje genuinamente tridimensional. Con frecuencia, en la literatura y el cine, se utiliza a los niños como símbolo de inocencia. Carecen de personalidad propia, lo cual me parece insultante y frustrante. Quiero que el carácter y personalidad de Kate lleve al lector a preocuparse por ella. Si le echan en falta, significa que la novela funciona.
El mal prevalece siempre por encima del bien1 Hechos autobiográficos. Su experiencia vital en los centroscomerciales y algunos recuerdos negativos de niña son las raíces delas que ha partido la escritora para la construcción de la novela.
2 Ambientes extraños. A O'Flynn siempre le llamaronla atención los lugares fantasmagóricos. Por eso, laprimera imagen de la novela que apareció en su cabeza fue la de un centro comercial donde muchas personas deambulan sin saber adónde y por qué.
3 Realismo y pesimismo. Su tendencia pesimista, deudorade la prevalencia del mal sobre elbien, la empareja con escritores de la talla de Alice Munro, PatriciaHighsmith, Kurt Vonnegut y David Foster Wallace. La lectura de estosautores le han llevado a tratar la pérdida y la soledad del individuo.
4 Anti-nihilismoA pesar de centrarse en las pérdidas, en la autora inglesahay más de Charles Dickens que de Jean Paul Sartre o Nietzsche.En la novela persiste el miedo a que las cosas desparezcan, no asu inexistencia. De ahí procede su voz narrativa triste, apagada,aunque en ningún momento se deja llevar por la nostalgia.
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