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Esto es Bollywood, no Slumdog

El cine del gigante asiático asaltará las salas comerciales españolas el próximo abril con la película Billu Barber 

SARA BRITO

¿Qué fue antes: Slumdog Millonaire o Billu Media? En este caso, el clásico juego del huevo o la gallina no funciona: la idea de Billu Media, la primera distribuidora de cine de Bollywood en España, nació antes de que la película de Danny Boyle arrasara en la temporada de premios anglosajones. Pero, sin duda, el primer lanzamiento comercial en España de una superproducción del coloso hindú se beneficiará del ruido que ha levantado la película ganadora en los Oscar, por mucho que ésta, no sea un producto made in Bollywood.

'Suponemos que nos beneficiará, porque Slumdog ha vuelto a despertar el interés por el cine hindú en el mundo', argumenta el socio fundador de Billu Media, Javier Millán. Con suerte y bastante probabilidad, el día de principios de abril que se estrene en 12 salas de España Billu Barber, estará todavía fresco el éxito de la cinta de Boyle. Y habrá hasta quién reconozca a Irrfan Khan, protagonista de la película y una de las caras reconocibles de Slumdog Milloinaire para el público occidental (ya lo vimos en Viaje a Darjeeling, de Wes Anderson, o en El buen nombre, de Mira Nair).

El productor y distribuidor catalán Alberto del Val ha buscado en su amigo Javier Millán, al compañero de viaje para una apuesta que no parece fácil: intentar que el cine de Bollywood, en medio de la crisis del sector, deje de ser una anécdota colorista y bizarra en España y se convierta en una opción más para cinéfilos adultos con ganas de ver 'algo diferente y poco sesudo', tal y como lo explica Millán.

Larga duración

De hecho, el primer estreno rebaja la exigencia de un cine que suele superar los 180 minutos de metraje. Billu Barber son 140 minutos y es el producto de uno de los directores de la factoría asiática con más éxitos: Priyadarshan Nair, al que se le conoce como el David Lean hindú o, según sus críticos, un mero plagiador obsesionado con hacer remakes de filmes malayos de los ochenta o de producciones de Hollywood.

La película fue presentada en la última Berlinale y en ampulosa premiere en Londres hace una semana, donde la presencia de la superestrella hindi Shahrukh Khan desató histerias, entre encuentros reducidos con la prensa y grandes medidas de seguridad.

¿Qué se puede encontrar uno al ir a ver Billu Barber? Pues una historia de amistad entre chico rico y chico pobre, que cambia la vida de ambos. 'El cine de Bollywood habla de sentimientos, de la alegría de vivir', apunta Millán. También es un cine que vive bajo el yugo de una censura plomífera y que ha adecuado una fórmula apetecible para todos los públicos. 'Son producciones consumidas por 1.000 millones de personas, con grandes diferencias culturales entre ellas y que se hacen bajo la vigilancia de organismos censores culturales. Así que son películas que se deben ajustar a patrones muy concretos', mantiene del Val.

Cine blanco para la crisis

Podría ser éste, entonces, un cine blanco que case bien con los tiempos de crisis. 'La gente no quiere ver desgracias y estas películas no las tienen', opina del Val. Ahora bien, por muchos valores positivos, por mucha música, color y buenos sentimientos, ¿colará en el público español un cine con apenas violencia y sin contacto físico? 'Es un cine con otros registros, un cine más sensual que sexual. Pero hay que tener en cuenta que Bollywood es una industria gigantesca que toca todos los géneros, desde thrillers a comedias o dramas', aclara el productor. Y tan gigantesca: la cifra oficial es de unos 1.200 títulos al año, mientras que Hollywood no supera los 700.

'En Alemania, Suiza y, sobre todo, en Reino Unido, las películas de Bollywood tienen su propia temporada, con unos 20 estrenos anuales. Nosotros aspiramos a llegar a cinco o seis filmes al año', reconoce del Val con unas pretensiones conformistas.

España podría formar parte, entonces, muy tangencialmente eso sí, del pasillo del que todos hablan: Hollywood-Bollywood están hoy más cerca y España debería, al menos, empezar a saber, más que de oídas, lo que se cuece en el tigre asiático.

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