En el extremo de la novela

Estoy seguro de que a manos de Aurora Venturini cualquier saga familiar podría convertirse en nueva parada de monstruos. Transformaría la normalidad en horror a ojos de un tercero y, sin dramas, lo volvería todo del revés evitando exageraciones. Haría de la familiaridad el tormento invisible que lastra las relaciones dentro y fuera de casa. Conseguiría que toda esa "barbaridad de excrementos y deformidades" fuesen un común denominador y no una excepción. No son creencias infundadas, es lo que ha conseguido hacer con su propia familia en Las primas, una novela extrema en el extremode la novela.

Montada como un monólogo interior, Venturini hace público el proceso de maduración de la protagonista en un escrito que se alimenta de las propias notas en las que deja por escrito el esfuerzo y los sacrificios que está dispuesta a llevar a cabo por alejarse de la brutalidad del resto de su familia. Lo que sea por olvidar el olor, las náuseas, el ánimo de los que la rodean. Su empeño es el de ascender socialmente y su herramienta es la cultura. Para más ironía, Yuna, la protagonista, lo consigue gracias al arte. La farsa es perfecta.

Hazlo como puedas

Así que la voz que prepara la escritora para su personaje es iletrada al comienzo; con la ayuda del diccionario y su arrojo, artificial al final. Lo ha conseguido una narradora a la que le cansan los puntos y las comas, a la que escribir le resulta lento y lo suelta todo a borbotones. Como salga. Y a Venturini le sale de maravilla. Porque lo mejor de Las primas es que en medio de todo este lodazal infecto no hay ni tormento ni aflicción, Yuna no se arrepiente de sus pensamientos, ni de sus acciones, ni de dejarlo todo por escrito. Tampoco es una desairada nihilista, simplemente lo resume entre las primeras palabras de este supuesto diario: "Pero todo pasa en este mundo inmundo. Por eso no es lógico afligirse demasiado por nada ni por nadie".

No, la literatura nueva no es una cuestión de edad, siempre que se incumpla con lo que se espera.