Este artículo se publicó hace 13 años.
Fábrica de Órganos en la patria de Torquemada
Organería Acítores se dedica a la fabricación y reparación de órganos. Tiene clientes también en América del Sur y Filipinas
Torquemada, localidad palentina de ingrato recuerdo en su paso por la historia (allí nació el homónimo inquisidor), es también el lugar en el que, desde hace ya casi 30 años, funciona una curiosa empresa familiar: uno de los pocos talleres de fabricación y restauración de órganos que existen en España. Taller de Organería Acítores, que así se llama, nace del espíritu emprendedor de su fundador, Federico Acítores. "Comencé a interesarme por el órgano estudiando en el seminario de Valladolid", explica.
Allí, el futuro empresario aprende a tocar el instrumento; pero también empieza a descubrir qué se escondía tras aquella inmensa maquinaria de madera y tubos de metal. Decide que tiene que aprenderlo todo y, después de oír hablar de Gabriel Blancafort, organero catalán, decide trasladarse a Collbató, un pueblecito de la provincia de Barcelona, situado a los pies de la montaña de Montserrat. En ese lugar, durante cinco años, Acítores se contagia de la pasión por el órgano, a la vez que va internándose en los entresijos de su funcionamiento.
Al salir del seminario, Federico aprende el oficio en el taller del organero catalán Blancafort. Tras cinco años allí, la formación termina y toca volver a casa, donde el novel organero decide aprovechar los conocimientos adquiridos para poner en pie una pequeña empresa, con la única ayuda de su mujer, Ana María de la Cruz, y 85.000 pesetas de las del año 1983 (al cambio, y descontando la inflación, unos 1.575 euros).
"Empezamos en un pequeño local, pero, a medida que empezaban a llegar encargos, principalmente de iglesias y monasterios, aquello acabó por quedarse pequeño". Así pues, sin abandonar Torquemada, a los pocos años el taller se trasladó al polígono industrial de la localidad. "Allí, con más espacio, pudimos instalar una nueva maquinaria con la que dimos una dimensión nueva a la empresa", comenta.
Las nuevas instalaciones, expresamente levantadas para la función que iban a cumplir en una nave de mil metros cuadrados, disponen, en definitiva, de todo lo necesario para el moderno tratamiento de la carpintería de madera y metal. , explica Acítores. Con medios más potentes y modernos, la organería pudo ampliar su cartera de clientes y mercados no sólo a toda España, sino también a lugares tan lejanos como América del Sur e, incluso, hasta Filipinas."Aquí podemos combinar la tradición del oficio con lo más moderno"
Participante, como ponente, en diversos congresos sobre organería, y colaborador habitual de publicaciones especializadas, Federico enfoca su labor hacia la dirección del equipo que trabaja en el taller. "Además, realizo labores específicas de proyecto, diseño y cálculo. También armonizo los órganos que construimos y restauramos", añade.
Caminando por las modernas instalaciones de la factoría, el visitante va descubriendo las distintas salas específicamente destinadas y equipadas para la realización del oficio: carpintería mecánica, ebanistería, almacén de maderas, cabina de barnizado, taller de herrería, tubería, sala de armonización, oficinas y sala de montaje.
"Somos más grandes que antes, pero seguimos siendo una empresa familiar", dice el fundador. No hace falta que lo jure. Aquí, quien no es hijo o hija, o hermano o hermana, es cuñado/a o primo/a.
Poco apoyoFederico lamenta que el oficio carezca del respaldo de las instituciones públicas a la hora de poner en marcha ciclos formativos o estudios especializados que ayuden a mantenerlo de cara al mañana. "Hay que pensar en el futuro; En Francia o Alemania existe una rama de Formación Profesional específica donde los alumnos realizan prácticas y aprenden con un maestro a fabricar y restaurar viejos instrumentos", asegura el empresario.
A pesar de las dificultades que imprime ser prácticamente autodidacta, y tener que amoldarse a la crisis, el trabajo no falta en este taller. Templos, conservatorios de música y particulares siguen demandando órganos al taller Acítores.
"El órgano más grande que hemos construido está en el santuario de Santa Gemma, en Barcelona, con tres teclados, 3.000 tubos, nueve metros de altura, 12.000 kilos de peso y cerca de medio millón de euros de presupuesto", detalla el fundador de la compañía. Casi nada.
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