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Las familias de los presos de Valdenoceda (Burgos) piden ayuda para identificar los restos exhumados

EFE

La asociación de familiares de presos del penal de Valdenoceda (Burgos), que estuvo activo durante la Guerra Civil y casi hasta mediados de la década de 1940, ha solicitado una ayuda de la Administración central para identificar mediante pruebas de ADN los restos de presos exhumados.

El presidente de la asociación, José González, nieto de uno de los fallecidos cuyos restos han sido exhumados, ha detallado que se trata de una solicitud de 60.000 euros que pretenden destinar a realizar un estudio de ADN, que permita identificar a buena parte de los 117 fallecidos de los que han podido extraer restos.

En la fosa común, situada junto al cementerio de la localidad, estaba documentada la existencia de 157 cadáveres, aunque sólo pudieron extraer en las excavaciones de 2007 un total de 114, además de algunas muestras de otras tres personas.

La principal dificultad se produjo por el hecho de que los últimos fallecimientos son de 1943 y años después se amplió el cementerio, lo que dejó dentro del recinto la fosa, sobre la cual se realizaron nuevos enterramientos.

La asociación ha empleado hasta ahora 60.000 euros para la exhumación de los restos y 14.000 para construir un panteón común en el que han depositado la mayor parte de ellos, los no identificados, a la espera de poder determinar su identidad y que sus familiares puedan disponer de ellos.

La mayor parte de los fallecimientos se producían por falta de alimentación y enfermedades, sobre todo derivadas del frío y la humedad.

Las investigaciones realizadas por los miembros de la asociación y varios colaboradores han permitido saber que las celdas de castigo, a las que los presos eran enviados "casi por cualquier razón", estaban por debajo del nivel del río Ebro, que pasaba a unos 30 metros, por lo que la humedad era muy alta.

"Algunos de los que sobrevivieron nos han contado que en muchas ocasiones tenían que permanecer en píe en las celdas, sin poder siquiera sentarse porque el agua les llegaba al cuello", cuenta González.

Las condiciones de los presos eran tan penosas que consideraban "un buen trabajo" cavar tumbas en el cementerio, porque los vecinos de la zona les tiraban comida por encima de la tapia, sobre todo "patatas crudas que comían a mordiscos como si fueran manzanas".

Parte de los detalles de la vida en el penal se ha podido deducir por una serie de dibujos de José Robledano, un dibujante de carboncillo que estuvo preso y plasmó en imágenes lo que veía.

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