Este artículo se publicó hace 17 años.
Felipe González celebra discretamente en Lima su victoria de 1982
Felipe González celebró hoy discretamente en Lima, rodeado por algunos de sus antiguos colaboradores, el 25 aniversario de su histórica victoria en las urnas, donde recordó buenos y malos momentos del largo Gobierno que presidió en España.
"Esos 25 años los celebré viajando de Santiago a Lima, a una cierta distancia del epicentro de la efeméride. Tomar distancia de eso, para mi, es un cierto alivio", comentó ante el II Foro Perú-Unión Europea, organizado por el ex ministro socialista Carlos Solchaga y donde fue el invitado de honor.
Entre los asistentes se encontraban, además, la que fuera portavoz de su Gobierno, Rosa Conde, y la actual secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez.
"Aún me resisto a meterme en los archivos, todavía quiero tener la mente abierta para ver qué pasa en el mundo", matizó tras agradecer las palabras de Solchaga, quien en su presentación hizo un recuento de los 14 años del gobierno de González (1982-1996).
El gran ausente de las celebraciones que el domingo se realizaron en España hizo alusión a la resistencia que encontró su Gobierno: "era un momento crítico en tantas cosas, con el petróleo al equivalente de 96 o 97 dólares el barril, estábamos en una crisis industrial a la que no podíamos prestar atención".
Recordó que Adolfo Suárez, su predecesor, había hecho su tarea: "garantizar la supervivencia de la experiencia democrática de la transición en medio de amenazas muy serias".
"Sobre esa base construimos el siguiente periodo: asentar la democracia, meterle mano a la reconversión industrial y a la modernización del aparato productivo, y empezar a crecer redistribuyendo el ingreso de forma indirecta".
La ventaja de aquella época era que "estaba relativamente claro lo que teníamos que hacer, incluso el libreto que teníamos que representar, lo habían representado los europeos, no había mucho que inventar", dijo González.
Pero también habló de dificultades: "Hicimos cosas, que eran fáciles de hacer porque no eran complejas, lo difícil era vencer la resistencia".
"Tuve la fortuna de tener una votación muy amplia, un parlamento con 202 diputados de un total de 350, y el apoyo de quienes no me votaban ni que me iban a votar, también de tener algunos ministros que no eran tozudos, sino navarros, como Solchaga".
Precisamente Solchaga, entonces ministro de Industria, cerró la primera empresa en el marco del proceso de reconversión industrial y fue en su propia jurisdicción electoral, Potasas de Navarra.
Con la vista puesta en su antiguo colaborador, explicó: "mi argumento era que se habían acabado las potasas y el argumento de los sindicatos era ¿cómo se podía cerrar una empresa pública?".
Así detalló aquel complejo proceso que llevó al cierre de muchas otras empresas, entre las que mencionó al fabricante de automóviles SEAT: "Me parecía más razonable que los privados hicieran coches y el Estado carreteras".
Consideró "lógica, desde el punto de vista de la condición humana", la reacción de los sindicatos, quienes durante su gobierno convocaron una huelga general que paralizó España y a la que -según dijo- los empresarios se unieron.
"Fue una huelga política por definición, sólo perdió el Gobierno, pero aguantamos y ganamos otra vez las elecciones", matizó.
En ese contexto, relató que la mayoría de las reformas "para aumentar la cohesión social defendiendo la economía de mercado fueron criticadas por la izquierda de la izquierda".
"Porque la izquierda éramos nosotros", aseveró al recuperar de su memoria cómo los comunistas y anarquistas comparaban a su gobierno con el de Margaret Thatcher, mientras la derecha les consideraba peligrosos porque estaban "haciendo cohesión social masiva".
"No se rían, que hay mucha gente de derechas aquí", reprendió al auditorio formado por políticos y empresarios cuando rompió en carcajadas al escuchar sus explicaciones.
En su relato, que intercaló con críticas al proceso de construcción europea, a su "tribu ideológica", como llamó al socialismo, a los empresarios y a los Gobiernos latinoamericanos, que tachó de "ineficaces", concluyó que, pese a perder las elecciones de 1996, fue por sólo un punto.
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