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La final más larga de la historia

A. VARONA

El tenis no imaginaba en Wimbledon final más larga que la de McEnroe y Connors en el año 82. Aquel partido fue extraordinario. Un proceso de acción y reacción constante entre dos estilos que no tenían casi nada de parecido. La derecha de McEnroe frente a la zurda de Jimmy Connors, tenista que tampoco desfallecía jamás, hoy con prótesis de cadera, la factura de los esfuerzos del pasado. Los tenistas son así.

Pero ayer se interrumpió el recuerdo sagrado de aquella final del 82, porque se vivió una aún más larga, que se prolongó sin miedo hasta el infinito: 4 horas y 46 minutos. Al final, la pista estaba rápida y resbaladiza, el efecto de la lluvia pasajera, el suspense inesperado. En Londres el cielo es así. Pero nunca hubo tenista que amenazase con la evasión. Es el peso de la historia, de los viejos duelos que no desaparecen de la memoria.

El quinto set, sobre todo, se acercó a lo inenarrable. Al principio, se sintió a Nadal en la posición más débil ante los cañonazos de Federer. Pero entonces descargaron las nubes en Londres, y aquello le sentó de maravilla a Nadal, que empezó a avasallar a Federer. Se sintió entonces que tarde o temprano debía romperle el saque. Y así fue.

Al final, Roger Federer se quedó sin el sexto seguido. Desde 2003 gobernaba Wimbledon con autoridad casi militar. Hasta el año 2002 había que trasladarse para nombrar a otro vencedor: Lleyton Hewitt. De ahí el peso de la leyenda que refuerza más todavía el mérito de Pete Sampras, el héroe de los noventa, el único tenista que ha ganado siete veces en All England Club. Y, además, seguidas (1994-2000).

Federer, de 26 años, queda como Borg con cinco consecutivos. La diferencia es que a esa edad el sueco se sintió saciado y se retiró. En Federer no se advierten signos para una decisión tan violenta. Anoche cayó de la forma más humana posible.

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