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Fito y Los Fitipaldis extasían Valladolid con su rock enérgico y sincero

EFE

Fito y Los Fitipaldis, es decir, Fito Cabrales y sus secuaces, han extasiado hoy con su rock enérgico y sincero a las cerca de seis mil personas que han abarrotado uno de los pabellones de la Feria de Valladolid.

Y es que, a pesar de que su música bebe de varias fuentes, como el "blues", el "heavy" o el "swing" más castizo, Fito las ha condensado con dotes de ilusionista en la esencia. Un "rock'n roll" capaz de generar a sabiendas furor y electricidad de alto voltaje. Algo digno de elogiar si se valora el amplió espectro de generaciones que se dejó llevar durante algo más de dos horas y media y que abarcaba desde la adolescencia hasta la madurez.

Nadie escapa a sus ritmos pegadizos y a unas letras que conjugan el sentimiento más descarnado, con el aire, para nada desgarbado, más canalla y con olor a "Whisky barato", como dice uno de los temas que mayor euforia desataron hacia la mitad de una velada que calentó "La Cabra Mecánica", ya con tres cuartas partes del aforo total presentes.

La banda de "Lichis" oficiaron de perfecto prólogo a un recital que desde el primer punteo, desde el primer acorde, enajenó a un público vallisoletano al que no le quedó otra que derretirse con cada uno de los temas que un dinámico Fito y sus virtuosos Fitipaldis tocaron de forma impecable, a pesar de que la sonoridad del recinto no se ajustaba adecuadamente.

Daba igual, dado que lo importante era vibrar con el repaso a sus dos últimos discos: "Por la boca vive el pez" y "Antes de que cuente diez", así como con algunas de sus canciones más entrañables y conocidas, como pudieron ser "Soldadito marinero", "La casa por el tejado", "Quiero beber hasta perder el control" o "Barra americana".

El público se entregó en cada una de ellas. No dio tregua, ni siquiera con las más recientes, como pudieron ser "Antes de que cuente diez, "Viene y va", "Todo a cien", "La Cuisine de Bernard", "Catorce vidas son dos gatos", "Tarde o temprano", "Conozco un lugar", "Como pollo sin cabeza" o "Me equivocaría otra vez".

Algunas más pausadas, sensibles y melódicas, como el homenaje rendido a su anterior grupo, "Platero y tú", en "Al cantar" o "Abrazado a la tristeza". Otras más aceleradas, bailables, en definitiva, desenfadadas, como la versión del "Deltoya" de "Extremoduro" o "Qué necesario es el rock'n roll".

Precisamente, con este tema abogaba por unas raíces sonoras que vertebran unas composiciones que no dejan indiferente en lo lírico y que no hacen otra cosa que reunir a Fito con la pléyade de rapsodas mutados en músicos, entre los que se pueden hallar Andrés Calamaro o Joaquín Sabina.

Pero Fito es genuino. Sus patillas afiladas, su boina y sus vaqueros ajustados, como siempre, acaparaban el papel protagonista del que huía constantemente. No le dolían prendas en otorgar el reconocimiento que se merecían cada uno de sus músicos.

Mientras tanto, y con un dinamismo a simple vista fatigoso, degustaba algún que otro chupito de un brebaje predecible y humeaba cigarros que únicamente descansaban entre las cuerdas de su guitarra.

Con todos estos ingredientes, Fito y Los Fitipaldis establecieron una aura de satisfacción y júbilo ente un público que se comportó con generosidad, algo que el cantante bilbaíno supo reconocer quitándose su boina y haciendo una reverencia.

También tuvo tiempo de grabar un mensaje, con el beneplácito de la algarabía vallisoletana, para el respetable de su próximo concierto. Éste se celebrará mañana en Salamanca.

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