Este artículo se publicó hace 15 años.
Florencia, cuna del arte, hace de Ángela Becerra una arqueóloga de la palabra
Ángela Becerra encontró en Florencia, la ciudad del arte por excelencia, el silencio y la quietud que necesitaba para escribir un libro "de entrañas", "Ella que lo tuvo todo", con el aprendió a ser "arqueóloga de la palabra" al restaurar los libros anegados hace 43 años por el desbordamiento del río Arno.
La escritora colombiana, que ha ganado con esta novela el III Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casa de América, reconoce en una entrevista con Efe realizada en el lugar que la inspiró, Florencia, que "Ella que lo tuvo todo" es un libro que la ha "limpiado mucho", y que la ha servido para "exorcizar muchas cosas".
"Éste es mi libro más intenso", asegura Becerra, quien tiene la sensación de que la historia que encierra la novela, publicada por Planeta, era "como un parto retenido", del que salió parte en alguna obra anterior "pero el bebé entero ha tenido que esperar para salir en ésta".
La impresión que causó en la escritora colombiana el fenómeno de "Il Aluvione", el desbordamiento del Arno en 1966 a su paso por Florencia, arrasando 54 millones de obras de arte, entre ellas los libros de las bibliotecas públicas -ubicadas en los sótanos-, encontró el momento preciso para salir a la luz, cuarenta y tres años después, de la mano de Ella, personaje principal de la novela.
Ella, una mujer destrozada por la desaparición de su marido y su hija en un accidente de tráfico, encuentra en Lívido, librero de una antiquísima librería de Florencia y aquejado de una soledad tan grande como la suya, la redención a todos sus males a través del amor y la restauración de los libros.
No obstante, para Ángela Becerra, la novela aborda fundamentalmente los sentimientos de la pérdida y la soledad, "aunque el amor está ahí, a un lado", en su deseo de "adentrarme en la psiquis del ser humano, de manosear las entrañas de los personajes y de llevarles al límite".
"Me apasiona la psicología, porque siempre hay una parte oculta dentro de nosotros por descubrir", afirma la escritora, quien no tiene empacho en admitir que con esta novela ha tratado de "indagar en mí, y de refilón de que lector también indague".
Aunque la fuente de inspiración le llegó a la autora en el "Harry's bar de Florencia en 2004, cuando durante cinco días seguidos observó a una señora de aspecto triste pidiendo la misma bebida y pensó en la historia que podría tener detrás, reconoce que sabía que este libro la iba a obligar a meterse "muy dentro", "en una estación de otoño-invierno", por el que tardó dos años en abordar la historia.
Cuando lo hizo, "asumí lo que iba a pasar" y lo que pasó, hasta tal punto que la novela la obligó a recluirse en soledad durante dos meses en un hotel de Florencia, al estilo de la protagonista, hasta que la terminó, y la llevó a realizar unos cursos de restauración en el Gabinete Literario de Restauración de Libros, dónde conoció a un profesor -que en 1966 ayudó a rescatar libros del Arno- y que le enseñó el arte de restaurar libros.
Allí Becerra sufrió la impresión de ver "libros-jurásicos, auténticas esculturas de barro" cuyas páginas son un bloque totalmente compacto después de verse arrastradas por la fuerza del Arno, una tragedia que aprovechó para unir a la propia tragedia de la protagonista de su novela.
"Hay muchas soledades que están acompañadas de libros", dice la autora, para quien un libro cerrado es "un libro dormido, esperando a que alguien lo despierte", y quien aprendió a dar a los libros "enfermos" del Arno el tratamiento médico adecuado gracias al arte de la restauración, que convierte al restaurador en un "arqueólogo de la palabra", al hacer que salga a la luz la palabra oculta.
Aunque para Ángela Becerra "Ella que lo tuvo todo" ha resultado una experiencia gratificante, reconoce que su elaboración resultó "muy dura", y admite que en algún momento uno de sus personajes, "La Otra", la conciencia, llegó a coger tal fuerza que acabó creando una prisión no sólo en la protagonista principal sino también en ella misma.
En este sentido, la novela quiere ser una denuncia sobre cómo la conciencia "puede llegar a maniatarnos", así como sobre la influencia durante toda la vida de los traumas infantiles, que en la obra aparecen en forma de abusos sexuales.
La escritora admite que es tal la seducción que ha sufrido por parte de Ella, un personaje "absolutamente complejo", que es probable que la recupere para otra historia, aunque mientras tanto prepara otras dos novelas que palíen la sensación de "nido vacío" que la ha dejado la terminación de "Ella que lo tuvo todo".
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