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Tras el fondo anticrisis, la UE afronta la batalla a largo plazo

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Por Luke Baker

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La Unión Europea tomó un medida valiente de dar 1 billón de dólares para atajar la amenaza de contagio de la crisis de deuda soberana, pero que no resuelve las profundas diferencias políticas existentes en el bloque de 27 países.

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Los mercados financieros globales y la moneda única han reaccionado positivamente a la noticia del extraordinario mecanismo anticrisis, sellado tras doce horas de negociaciones en Bruselas y que conllevará una aportación de hasta 500.000 millones de euros en fondos de emergencia por parte de la UE y de otros 250.000 millones por parte del Fondo Monetario Internacional.

Con el Banco Central Europeo acordando además la compra de bonos soberanos de la eurozona en el mercado abierto, el impacto colectivo ha sido el de levantar una enorme e imponente red de seguridad bajo la zona euro con el fin de evitar que la crisis de deuda griega se dispare e infecte a Portugal, España u otros estados miembros de la UE.

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A corto plazo, los analistas financieros esperan que esta espectacular decisión, con el golpe de efecto que supone la cifra de 1 billón de dólares, amanse lo peor de una crisis que se ha ido intensificado progresivamente en los últimos cinco meses y ha llegado a amenazar la economía mundial.

Sin embargo, no ha servido para abordar las diferencias políticas y estructurales de los 16 países de la zona euro y de la Unión Europea, que fue la astilla que primero encendió la crisis.

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"Lo que han puesto en marcha es un mecanismo para reaccionar a una crisis", dijo Janis Emmanouilidis, analista senior del European Policy Centre, un organismo de investigación económica con sede en Bruselas.

"Eso no significa que hayan puesto en marcha un sistema para coordinar políticas económicas a largo plazo y eso es mucho más importante para la estabilidad a largo plazo", dijo.

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REFORMAS ESTRUCTURALES

El corazón de la crisis se encuentra en el elevado déficit y las condiciones de la deuda que afectan de manera inmediata a países como Grecia, Portugal, España e Irlanda, además de en las hondas deficiencias estructurales que durante mucho tiempo han tenido los países del sur de Europa.

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Los legisladores de la UE y la canciller alemana, Angela Merkel, han enfatizado repetidamente que la clave para que la zona euro esquive crisis futuras es mantener los déficit presupuestarios y la deuda bajo control, forzando al mismo tiempo ajustes profundos en aquellas economías a las que les falta competitividad y que sufren un lento crecimiento.

Ninguno de estos temas lo aborda un fondo de un billón de dólares.

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Grecia, la mayor damnificada en la crisis de deuda, ha tenido que impulsar varios planes de austeridad, comprometerse a recortar las pensiones públicas, liberar los mercados laborales, subir los impuestos y deshacerse de la economía del despilfarro para conseguir los fondos de rescate de la UE (110.000 millones de euros que no están dentro de los acordados anoche).

Portugal, España, Italia y otros países miembros de la zona euro sentirán ahora la presión para adoptar medidas similares a las de Grecia que, aunque políticamente impopulares, aislarían a la zona en el largo plazo y eliminarían la necesidad de financiación de emergencia.

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Pero ese proceso, si sucede, será largo y muy divisivo, enfrentando a Alemania y sus socios del norte de la zona euro con aquellos países que se consideran no están haciendo lo que les corresponde.

Uno de los efectos podría ser el de una agitación social similar a la de Grecia

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"Va a haber muchos años de dolor en el sur de Europa, esto es sólo el comienzo", dijo Charles Grant, director del Centre for European Reform en Londres.

"La causa subyacente de la crisis, que es la falta de competitividad de las economías del sur de Europa, no se ha marchado. Es muy duro ver cómo la crisis durará hasta cinco años sólo porque el tema de la competitividad es así de serio", dijo.

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POLÍTICAS COORDINADAS

Lo que la crisis ha conseguido, sin embargo, es estimular que la zona euro y la UE adopten medidas duras y rápidas.

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Durante los seis meses posteriores al estallido de la crisis de deuda griega, los líderes de la zona euro hablaron sobre medidas y dijeron que tenían acuerdos para proteger a Atenas que no convencieron a los mercados financieros y a la larga forzaron la intervención de la eurozona.

Ahora, los líderes han actuado con resolución para crear un mecanismo de emergencia de 750.000 millones de euros y pueden haber tenido éxito en devolver la iniciativa a los mercados financieros, a los que muchos responsables de la UE han criticado por exacerbar la crisis.

Sin embargo, los analistas dicen que la UE en realidad sólo ha comprado tiempo. El escepticismo regresará si los mandatarios no aprovechan esta oportunidad para poner las finanzas en orden y toman decisiones difíciles que fortalezcan sus economías a largo plazo.

Y no se trata simplemente de que el sur de Europa revise sus políticas laborales y de pensiones. Alemania tiene que reconocer que su gran superávit comercial y la floja demanda interna también causa desequilibrios que afectan a la economía de la zona euro.

"Alemania no entiende que es parte del problema", dijo Grant.

"Tiene que estimular la demanda para reducir su superávit por cuenta corriente, pero eso conducirá a más tensiones políticas y discusiones sobre quién y qué es necesario hacer para corregir los desequilibrios económicos", añadió.

Los líderes de la UE ya se han pasado meses hablando de "gobierno económico", un código que establezca una mejor coordinación entre el área del euro y los 27 países de la UE para evitar tener una Europa de "dos velocidades".

"A largo plazo, necesitan decidir lo que van a hacer en materia de política fiscal, impuestos, mercados laborales y sistemas de pensiones", dijo Emmanouilidis, enumerando algunos de los complejos desafíos a los que tendrá que enfrentarse la UE.

"Esas son medidas que nadie quiere tomar en mitad de una crisis y ahora estamos en mitad de una crisis", afirmó.

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