Este artículo se publicó hace 13 años.
El fuego primaveral y la omnipresente crisis liquidan las Fallas de 2011
A la luna de Valencia, que hoy brilla más que nunca, el fuego purificador que anuncia la primavera ha consumido esta noche el arte efímero y sarcástico de las Fallas, unas fiestas multitudinarias y este año aún más turísticas donde la omnipresente crisis ha obligado a contener más los gastos.
Desde esta medianoche, Valencia es un trasunto de la Roma neroniana y las llamas prenden por toda la ciudad, ante la mirada de miles de valencianos y de turistas, los cerca de 760 monumentos grandes e infantiles "plantados" desde el martes para satirizar noticias, recuerdos y personajes políticos y del "famoseo" televisivo a los ojos, cinceles y ordenadores de los artistas.
A la una de la madrugada y ante las lágrimas capitulares de la Fallera Mayor, Laura Caballero, la falla municipal, dedicada al deporte por obra de Pere Baenas, se ha transformado en una monumental pira de veinticuatro metros de altura que han contemplado el president de la Generalitat, Francisco Camps -aquejado de una hernia discal-, y la alcaldesa, Rita Barberá, ante numerosos invitados de la política, la cultura, el deporte o la economía.
Tras una semana grande de fiesta, donde la infancia ha vuelto a ser la protagonista de una ciudad tomada por la música de las bandas -a las que este año se ha criticado su escaso y recurrente repertorio popular-, el ruido de los petardos, el olor a buñuelos y el dulzor mediterráneo, Valencia ha llegado fiel y con ganas a su cita con la cremà.
Como bienvenida a la ansiada primavera, el fuego se convierte así en el colofón pasional a un año de preparativos, a diecinueve días de mascletaes y a cinco jornadas intensas de celebraciones, paganas o religiosas -nuevo récord en la Ofrenda floral a la Virgen: 103.359 participantes- pero todas ellas para casi todos los públicos.
Tras una multitudinaria Nit del Foc que se convirtió anoche en un homenaje solidario pirotécnico al blanco de la bandera japonesa, la Nit de la Cremà ha arrancado con la tradicional quema de los monumentos infantiles a las 22.00 horas para, después, reducir a cenizas "La boda de mis padres... en fotos", la falla de Julio Monterrubio para la comisión de Nou Campanar que este año se ha alzado con el primer premio del jurado.
Quienes se han salvado de las llamas son los grupos de Pedro Rodríguez Marín (en categoría infantil) para Reino de Valencia-Duque de Calabria como homenaje al cooperante Vicente Ferrer, y de Manuel Algarra para Almirante Cadarso-Conde de Altea para honrar la figura del abuelo artesano.
Las 385 fallas grandes de Valencia suman 6,7 millones de euros, lo que supone una reducción de 800.000 euros respecto a 2010, y las trece comisiones de la sección Especial se han fijado como tope una inversión de 190.000 euros; lejos quedan, así, los 900.000 que se gastó en 2009 Nou Campanar en lo que parecía ser una curva imparable en pos del catafalco más caro, alto y espectacular.
Esos 190.000 euros marcan precisamente el presupuesto de la falla ganadora de este año, "El cazador cazado" de Pedro Santaeulalia para la nuevamente galardonada (y van trece) Convento Jerusalén-Matemático Marzal.
Sin embargo, su fábula sobre el cambio de roles -donde Zapatero, Rajoy u Obama eran las presas de los animales- ha sucumbido también a las llamas, vigiladas al milímetro por un dispositivo de seguridad que para la toda la provincia -hay Fallas más allá de la capital- reúne a 400 bomberos y 2.000 policías.
Ese dispositivo ha atendido estos días, también, la vida peatonal de la fiesta -este año más que nunca debido a la huelga de autobuses y metro- y la llegada de turistas -especialmente con el nuevo AVE-, que hasta el momento no ha registrado incidencias destacables y sí buenos registros para hoteles y hostelería.
Se abre ahora la veda al trabajo de cientos de barrenderos municipales que intentarán devolver la ciudad a su estado normal aunque este año lo tendrán difícil: las calles están llenas de basura y el ambiente primaveral mantendrá en la calle a miles de jóvenes hasta el amanecer de un domingo con resaca de pólvora, sarcasmo y fiesta.
Carlos Bazarra
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