Este artículo se publicó hace 14 años.
Fuego y crisis entierran la burbuja de unas Fallas más austeras y realistas
El fuego, fiel a su cita por San José, y la crisis, de omnipresente fondo y forma, han terminado por explotar esta noche la burbuja de unas Fallas cuyas inversiones millonarias no habían parado de crecer y que ahora, obligadas por la austeridad, se replantean cómo financiar su arte, siempre crítico pero festivo.
A la una de la madrugada, como manda esa tradición que impregna cada rincón de Valencia cuando se habla de sus fiestas, la falla municipal de la plaza del Ayuntamiento ha comenzado a arder y, con ella, el último reducto artístico de los cerca de 760 monumentos falleros, entre grandes e infantiles, que "plantados" por la ciudad y su entorno esperaban inevitablemente su "cremà".
Miles de testigos han visto, desde las diez de la noche, cómo el fuego purificador que anuncia la primavera y reduce a cenizas todos los sueños -buenos y no tanto- de un año de trabajo iba consumiendo, primero, las fallas dedicadas a los niños y, desde la medianoche, aquellas "grandes" que se elevaban hacia el cielo para criticar a los políticos, provocar sonrisas, despertar bajos instintos o recordar mejores tiempos.
Este año, ese arte de cartón-piedra se ha visto tocado directamente por la crisis. Las comisiones han tenido que reducir sus presupuestos -en total, 1,22 millones de euros menos que en 2009- y el ejemplo más claro ha sido la de Nou Campanar, que de los 900.000 euros que se gastó el año pasado -y gracias a los cuales ganó su sexto primer premio consecutivo- ha pasado a los 600.000, viendo además cómo Convento Jerusalén, con la mitad de inversión, le arrebataba el cetro como mejor monumento de Especial.
El debate abierto por las principales comisiones de esta sección sobre el posible límite presupuestario para construir cada falla a partir de 2011 se retomará próximamente, con la incógnita de si se subirá el tope de 100.000 euros anunciado inicialmente y que fue duramente criticado por los artistas, que claman contra lo que puede convertirse en un grave recorte financiero y laboral a sus talleres.
Por ellos han pasado este año alegorías y recreaciones (sobre la crisis, la corrupción, el deporte o el "famoseo") que, un año más, han sido miradas y fotografiadas masivamente por vecinos, turistas y los miembros del jurado de la Junta Central Fallera, cuyo dictamen ha removido también la polémica en el gremio.
Por su parte, las votaciones populares han permitido que esta noche se hayan librado del fuego los dos "ninots" que presentaba la comisión Exposición-Micer Mascó, "El parón de la Ofrenda" y "Veus valencianes: cantaora i versador", próximos inquilinos del Museo Fallero junto a otros grupos "indultats" desde 1934.
Los que no han evitado las llamas son los catafalcos de los primeros premios logrados por Exposición-Micer Mascó (en infantiles) y Convento Jerusalén-Matemático Marzal, que con "Tots a una veu" (obra de Joan S.Blanch) y "Rumbo al Paraíso" (de Francisco López Albert) han logrado ser dos de las comisiones más visitadas estos días por las decenas de miles de personas que han pateado calles sumidas en el ruido de los petardos, el olor a buñuelos y la música popular.
Muchos de esos turistas aprovecharán para quedarse este puente en Valencia, una circunstancia muy agradecida por el comercio de una ciudad que vuelve a debatir, por encargo de los hosteleros, sobre la conveniencia de que el día de la "cremà" coincida siempre en lunes para aprovechar el fin de semana.
La alcaldesa, Rita Barberá, ha introducido otro posible cambio para futuras Fallas al pedir que se estudie ampliar a tres los dos días que dura la Ofrenda floral a la Virgen.
Ajenos a tanto debate interno, miles de personas han contemplado en la plaza del Ayuntamiento, rodeados del humo de una ciudad que ardía por los cuatro costados, cómo la Fallera Mayor, Pilar Giménez, daba la última gran orden de su reinado para que "Falles o treballes?", que Pedro Santaeulalia ha creado con un presupuesto de 230.000 euros, fuera consumida por el fuego.
Un año más, las lágrimas de las falleras -grandes y pequeñas- han protagonizado el fin de fiesta de un acto cuyo epicentro, el balcón consistorial, se ha vuelto a quedar pequeño ante el gran número de invitados de la alcaldesa, entre ellos el president de la Generalitat, Francisco Camps, y otras personalidades de la política, la cultura y la sociedad valenciana.
El dispositivo de seguridad formado por un millar de personas -entre policías locales, bomberos y voluntarios de Protección Civil- trabajará junto a los operarios de limpieza para devolver cuanto antes a la normalidad a una ciudad cuyos artistas piensan ya cómo esculpir para 2011, exprimiendo al máximo los euros, las grandezas y miserias de la condición humana.
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